sonora carcajada de Ludmilla de Czerny, que el viento se ocupo de hacerle llegar y cuyo eco resono en los muros del monasterio.
Hingis se lanzo hacia delante y apunto con el fusil para dispararle un balazo a la villana fugitiva. Sin embargo, Sarah se abalanzo sobre su brazo armado.
– Dejame -exigio el suizo.
– No -grito Sarah con determinacion-. El peligro de alcanzar a Kamal es…
En aquel momento, algo la toco en el brazo izquierdo, la hizo girar y la lanzo al suelo. Hasta que no vio que la manga de su pelliza se tenia de un color oscuro no recordo que habia oido un restallido, y entonces comprendio que la habia alcanzado una bala.
Apenas se dio cuenta de que Hingis acudia presto en su ayuda gritando: tenia la mirada clavada en el globo que se alejaba en el cielo llevandose al hombre al que amaba. Y no se entero de que la bala que la habia abatido habia salido de alli ni de que Ludmilla de Czerny continuaba hostigandola con sus risas sarcasticas.
Lo unico que veia era el globo desapareciendo en una lejania inalcanzable, y siguio viendolo incluso cuando hacia rato que habia cerrado los ojos, y el dolor, la perdida de sangre y las fatigas de los ultimos dias le habian hecho perder el conocimiento.
Capitulo 15
– ?Sarah? ?Sarah!
La voz le llego a los oidos desde la lejania, un grito solitario en la oscuridad.
– ?Sarah…?
La oscuridad se desvanecio y dejo paso a una luz clara en la que se perfilaban las formas conocidas del globo, que se agrandaba y se acercaba lentamente.
– Sarah, por favor, si puede oirme, contesteme…
Solo tenia que abrir los ojos, y entonces lo veria. Notaria la calidez de sus besos, los latidos de su corazon y el consuelo de sus caricias, oiria su respiracion y su voz suave y tranquilizadora.
– Sarah, ?despierte!
Abrio los ojos.
El rostro que se inclinaba hacia ella no era el que esperaba. No pertenecia a Kamal ni a nadie que conociera. Estaba enmarcado entre cabellos canos, que parecian de algodon, y adornado por una barba blanca. El semblante maduro de aquel hombre, que la miraba por encima de los cristales redondos de sus gafas de leer, era bondadoso y dulce, y reflejaba alivio.
– Por fin ha vuelto en si -senalo-. ?Como se encuentra?
– Bi… bien -respondio Sarah.
Le seguia doliendo la cabeza. En cambio, el ardor del brazo habia desaparecido y tambien habian cesado las nauseas…
– ?Donde estoy? -pregunto la joven mirando a su alrededor. Para su sorpresa, se encontraba tendida en una cama estrecha, dentro de una habitacion minuscula con paredes de madera barnizada. La unica ventana que habia era redonda y tenia un marco de laton remachado, y Sarah creyo notar que el lecho se mecia suavemente-. Un barco -concluyo desconcertada-. Estoy en un barco…
– Exacto -asintio el hombre de cabellos canos, que Sarah calculo que tendria unos cincuenta anos.
La joven se dio cuenta entonces de que llevaba un uniforme azul oscuro con insignias en las mangas que lo identificaban como oficial de la Marina-. Se encuentra a bordo del
– ?Atenas? ?Venecia?
Uniendo los fragmentos de los recuerdos que comenzaban a regresar a su mente, Sarah intento comprender que habia ocurrido. Recordo que se habia salvado milagrosamente, asi como la lucha cruenta que se habia desatado en Meteora, y recordo el globo que habia desaparecido en la vastedad del cielo con su amado a bordo. Habia sido una simple ilusion pensar que volveria a verlo cuando abriera los ojos…
– ?Como he…?
– ?Como ha llegado a bordo?
Sarah asintio.
– Un signore que se llama Hingis la trajo a bordo. Usted habia perdido mucha sangre a causa de una herida de bala y, al principio, me negue a aceptarla. Pero acredito la importancia que tenia sacarla del pais, y la embajada britanica de Atenas intervino tambien a traves de un tal Jeffrey Hull. ?Le suena?
– Por supuesto -afirmo Sarah.
– Asi pues, no me quedo mas remedio que tratarla con los modestos recursos de que dispongo a bordo.
– Comprendo. -Sarah se miro y vio un vendaje en su brazo izquierdo. Casi habia olvidado que le habian disparado, puesto que le causaba mucho mayor pesar la perdida de Kamal.
– Puede considerarse afortunada de que la bala le hiciera una herida limpia y no le tocara el hueso -prosiguio Garibaldi-. De no ser asi, tal vez no podria haber hecho mucho por usted. Pero solo fue necesario curarle la herida y procurar que recuperara las fuerzas. Y, por lo que parece -anadio sonriendo-, he cumplido con exito mi tarea.
– Efectivamente. -Sarah forzo una sonrisa cansada-. Gracias, doctor.
– No hay de que. -Garibaldi le devolvio la sonrisa-. ?Quiere hablar con el senor Hingis? Hace dos dias que no se mueve de la puerta de su camarote y no deja de atosigarme preguntandome por su estado. Se alegrara mucho de saber que se encuentra mejor.
– Si, por favor -dijo Sarah.
– Gracias, doctor.
– Y otra cosa…
– ?Si?
– No se preocupe -dijo el doctor con una sonrisa de animo-. Podra tener hijos.
– ?Que? -Sarah creyo que no habia oido bien.
– Bueno, yo pensaba…
– ?Que quiere decir, doctor? -pregunto la joven con cautela.
– ?No lo sabia? -pregunto el medico, perplejo.
– ?Que es lo que no sabia?
– Que estaba embarazada, claro.
– ?Embarazada?
– Pero, Sarah, es imposible que no se diera cuenta de su estado.