irrumpieron en la sinagoga y robaron el agua de la vida por encargo de Laydon, quien se presento de inmediato como tu salvador ante Gardiner Kincaid y se gano su confianza. El resto de la historia ya lo conoces, ?verdad?

Sarah asintio ensimismada. Todo parecia estar conectado y adquiria sentido de un modo pasmoso. Ella habia sido la que habia consumido el ultimo resto de elixir… Aun asi, Sarah tenia la sensacion de que algo no encajaba. No paraba de buscar incoherencias en las afirmaciones de su enemiga y las encontro…

– No me esta explicando toda la verdad -insistio-. Mi curacion no pudo consumir toda el agua. Tuvo que quedar un pequeno resto para que su gente envenenara a Kamal…

– ?Y?

– … si aun quedaba un poco, ?para que todo este plan disparatado? ?Por que me enviaron en busca del agua si ya tenian un poco en sus manos?

– Por un lado -contesto impasible la condesa-, solo eran un par de gotas, suficiente para tu querido Kamal, pero demasiado poco para nuestros fines.

– ?Y por otro? -insistio Sarah.

La condesa titubeo un momento.

– No necesitas saberlo -contesto finalmente.

– Entonces hay algo mas, ?no? -pregunto Sarah-. Se trata de mucho mas, ?verdad? Y supongo que tiene algo que ver con Kamal. ?Que se proponen hacer con el? ?Que me oculta?

– Ya te he dicho que no necesitas saberlo. En todo caso, ya no. Si te hubieras puesto de nuestra parte, se te habria revelado la verdad… y muchas cosas mas.

– ?Que? -pregunto Sarah.

– Poder, fama… Inmortalidad.

– ?Inmortalidad? -repitio Sarah con voz temblorosa-. ?Es eso lo que tanto les interesa? ?Quieren utilizar la Creacion en su provecho y engaitar a la muerte?

– ?Por que no?

– Senora mia -dijo Sarah quedamente y con una sonrisa en la que se condenso toda su pena y su amargura-, creo que sobrestima el valor de su presencia en este mundo.

– Igual que tu -replico la condesa. Dio una palmada y, acto seguido, sus esbirros se quitaron el fusil del hombro y apuntaron a Sarah.

– ?Van a fusilarme?

– No, por favor -intervino Cranston-. Eso lo dejamos a su eleccion. O salta voluntariamente al abismo o prueba suerte con el plomo. Desde un punto de vista medico, debo decirle que si salta al vacio desde esta altura apenas quedara nada de usted para…

– Gracias -dijo Sarah, y se subio al murete.

Al otro lado habia una roca que descendia escarpada unos tres o cuatro metros. Luego caia en vertical hacia el mas profundo abismo. El viento frio de la manana la azoto y de nuevo sintio nauseas.

Se dio la vuelta una vez mas.

– ?Y Kamal?

– Confia en mi -aseguro la condesa sonriendo con malicia-, esta en buenas manos.

A Sarah le temblaban los labios, le temblaba todo el cuerpo a causa del frio y el miedo.

– ?Puedo… verlo? -pregunto en voz baja y llena de resignacion, puesto que suponia cual seria la respuesta.

– Tal vez algun dia -le dijo Ludmilla, burlona-, en otro mundo. Adios, hermana.

Sarah asintio con un movimiento de cabeza y se volvio de nuevo hacia el precipicio. No queria darles el gusto a sus enemigos de que vieran las lagrimas que le corrian por las mejillas ni que otra persona decidiera el momento de su final.

Queria ser libre para determinar ella misma ese momento. Se santiguo y rezo una oracion en silencio, luego cerro los ojos y su cuerpo se tenso para dar el paso decisivo hacia el vacio…

Capitulo 14

El instante en que Sarah Kincaid estaba a punto de saltar al vacio fue el mismo en el que un restallido rompio el silencio que reinaba en la montana, seguido por un grito ronco.

Todavia en el murete, Sarah abrio rapidamente los ojos y vio a un grupo de combatientes ataviados con ropas claras y chalecos rojos, que habian trepado a la montana por la cara suroeste y saltaban por encima del murete, blandiendo punales o fusiles Martini Henry de fabricacion britanica.

?Soldados griegos!

De nuevo retrono un disparo y Sarah vio que uno de sus guardianes se desplomaba con el pecho perforado y caia junto a uno de sus companeros, que yacia herido en el suelo.

Luego se precipitaron los acontecimientos.

Mientras los guerreros de la Hermandad empunaban sus armas para responder al fuego y librarse a una enconada lucha contra los asaltantes, de los cuales Sarah conto una docena, Cranston se puso a cubierto detras de una roca. La condesa de Czerny, en cambio, profirio un aullido de furia y se volvio hacia su enemiga para lanzarla al vacio.

Sarah fue mas rapida. Se alejo de alli al instante, manteniendo el equilibrio sobre el murete hacia el lugar de donde venian los combatientes desconocidos y haciendo caso omiso de la tormenta de plomo que llenaba el aire.

– ?Sarah, aqui! -la llamo alguien.

Salto del muro, huyo en zigzag con la cabeza hundida entre los hombros y se refugio detras de un gran matorral que, si bien no la protegia de las balas, al menos la escondia de las miradas de sus verdugos. Y en ese refugio tuvo un encuentro inesperado.

Con alguien al que creia muerto…

– ?Friedrich? -pregunto incredula.

Ver el rostro del suizo, enmarcado entre cabellos revueltos y mirando a traves de unas gafas de metal medio rotas, asomar por el cuello de un uniforme griego no era una estampa habitual. Sin embargo, no cabia duda de que tenia delante, sano y salvo, al amigo que creia haber perdido.

– Asi es -confirmo el suizo sonriendo ampliamente mientras le desataba las manos.

– Pero yo pensaba que… te habias ahogado.

– Evidentemente, no. -Hingis rio con sorna-. Alejandria me hizo comprender lo importante que puede llegar a ser defenderse en el liquido elemento. Y me apunte al equipo de natacion de la universidad. Una sola mano no basta para un campeonato, pero es suficiente para no ahogarse.

– Eso esta claro -dijo Sarah asombrada-. Y fuiste a buscar ayuda…

– Despues de vagar desorientado durante dos dias me tope con una patrulla de soldados griegos. Nunca pense que mis conocimientos de griego antiguo podrian salvarme la vida algun dia.

– Y a mi -anadio Sarah sonriendo ampliamente.

– Lamento el retraso. Habria preferido…

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