Que sirva de advertencia a quien lo encuentre para que no se perturben los enigmas del pasado, porque algunos alcanzan hasta el presente…
Cuando, despues de horas interminables de temor y espera, despunto el nuevo dia, Sarah lo saludo casi con alivio. Los haces de luz mortecina que entraban por las rendijas de las ventanas cerradas la deslumbraban, y la joven supo que habia llegado el dia decisivo.
Esta vez, cuando se oyeron pasos acercandose, Sarah permanecio mas tranquila que la noche anterior. Hacia mucho que el manantial de sus lagrimas se habia secado y afrontaba con serenidad lo que la esperaba.
Pero no estaba preparada.
Habia intentado conseguir el perdon con sus oraciones y habia buscado respuestas a traves de razonamientos interminables. Sin embargo, no habia encontrado ni lo uno ni lo otro, y tenia la sensacion de que su vida era una obra incompleta y chapucera. Lo que ella habia sido, o mas bien creia ser, se habia disuelto como un azucarillo, no habia quedado nada. Excepto el diario, que contenia su alma y le brindaba la tranquilizadora sensacion de que todo aquello habia ocurrido realmente y habia luchado hasta el final. Aunque al final la hubieran vencido…
Descorrieron ruidosamente el cerrojo y la puerta se abrio. Una luz deslumbrante inundo la capilla y cego a Sarah. Sus ojos tardaron un momento en acostumbrarse a la claridad. Entonces vio que su mas acerrima enemiga no se habia privado de ir a buscarla en persona.
– Sal -dijo.
– ?Ha llegado la hora?
La condesa asintio con un movimiento de cabeza.
– Que gran triunfo debe de ser para usted -dijo Sarah amargamente.
– Despues de todo lo que te he hecho, preferiria dejarte con vida, creeme -respondio indiferente-. Porque vivir seria para ti mayor castigo que la muerte. Pero tengo ordenes estrictas que…
– No se esfuerce -replico Sarah gelidamente, y salio del calabozo sin dignarse mirar de nuevo a la condesa.
Fuera la esperaban cuatro hombres armados que la flanquearon.
Cruzaron el patio interior y el refectorio, y pasaron por debajo de una arcada que conducia a un segundo patio mas grande. A la izquierda se encontraban el
Hacia alli condujeron a Sarah.
Al pasar por el patio, la joven se dio cuenta de que habian cambiado algunas cosas respecto al dia de su llegada. Habia cajas y sacos por todas partes y los sirvientes vestidos de negro de la Hermandad pululaban por alli en plena actividad frenetica. Se gritaban ordenes y en el extremo este de la plataforma de roca se oia chirriar las poleas que transportaban hombres y material al valle.
Estaba claro que la condesa y sus esbirros planeaban dejar su escondrijo justo despues de haberse librado de su mas tenaz enemiga…
Desde el muro circular interior, una escalera empinada conducia hacia el patio exterior, un terreno rocoso y con apenas unos cuantos matorrales que descendia en picado hacia el sur. El muro exterior solo llegaba a la altura de las caderas y suponia la ultima barrera ante el profundo abismo. Mas alla se extendia la vasta llanura de Tesalia, cubierta de bruma por debajo de un cielo anaranjado y nublado que prometia nieve y lluvia.
Sarah siempre se habia preguntado como se sentirian los que eran conducidos al amanecer al lugar de ejecucion: ahora ya lo sabia.
Ya la esperaban delante del muro.
El doctor Cranston, con semblante inexpresivo, estaba flanqueado por cuatro guardias que llevaban fusiles Remington al hombro. Se habian enrollado los turbantes negros en la cabeza de manera que solo les quedaba al descubierto la parte de los ojos.
Los verdugos, penso Sarah inconscientemente.
– Lady Kincaid -la saludo Cranston.
El dia en que se lo presentaron en Londres parecia increiblemente lejano. Pero ya entonces, en aquel primer momento, su intuicion le habia senalado la doblez de aquel hombre.
Prescindio de devolverle el saludo y se volvio hacia Ludmilla de Czerny.
– ?Aqui? -pregunto sin mas.
– Efectivamente.
Sarah asintio.
– ?Te extrana?
– En absoluto -nego Sarah-. Vuestro plan ha funcionado, habeis conseguido lo que queriais. Lo unico que os falta para alcanzar la victoria absoluta es acabar conmigo.
– En efecto, pero no habria sido necesario. Supiste desde el principio que intentabamos manipularte. Si en vez de oponerte hubieras cooperado, ahora no estariamos aqui. Pero has preferido enganarte a ti misma creyendo y haciendo creer a otros que podias medirte con el poder de la Hermandad. De hecho, en ningun momento tuviste eleccion.
– ?Que intenta decirme?
La condesa se echo a reir arrogante.
– Dicen que los que han probado una vez el agua de la fuente de la vida siempre regresan a ella. Por lo tanto, sabiamos que tarde o temprano nos indicarias el camino.
– Miente -dijo convencida Sarah-. Como en tantas otras cosas.
– ?Eso crees?
– Si de nina sufri realmente la fiebre y me cure con el agua, pero la fuente de la vida ha estado oculta todo este tiempo…
– ?Si?
– … ?de donde salio el elixir que supuestamente me intoxico? ?Y el que me sano? -acabo de preguntar Sarah-. Sus palabras se contradicen, condesa.
– En absoluto, pero lo que tu sabes es demasiado limitado para comprenderlo todo. Existia un resto de elixir y lo utilizaron para borrar tus recuerdos.
– ?Quien?
– ?Quien va a ser? -La condesa solto una carcajada-. El hombre al que durante todos estos anos consideraste tu padre, simplemente porque no tenias ni idea.
– Eso no es verdad.
– Lo es, creeme.
– ?Y como me curaron si Gardiner habia utilizado el ultimo resto del elixir?
– Un medico tan brillante como ambicioso, llamado Mortimer Laydon, que tenia acceso a los mejores circulos de Londres y hacia anos que pertenecia a la Hermandad, consiguio hacerse con otro resto que habian traido antiguamente de Grecia y se habia conservado en un lugar desconocido, donde habia originado la creacion de un mito. Tal vez ya supones a que lugar me refiero…
– Praga -dijo Sarah quedamente, y recordo estremecida lo que le habia contado el rabino, que el ultimo resto de agua de la vida habia sido robado unos diecinueve anos atras.
Justo en la epoca en que a ella la curaron de la fiebre oscura…
– Exacto -asintio Ludmilla de Czerny-. Los agentes de la Hermandad