– ?Mi estado? -pregunto Sarah, desconcertada-. ?De que diantre me esta hablando…?
– ?Cuando tuvo la ultima menstruacion? -pregunto el medico con una franqueza que desarmaba-. ?Lo recuerda?
Sarah penso en ello, aun cuando le resulto dificil porque se le acelero el pulso y se le hizo un nudo en la garganta que no se aflojaba. Era verdad que hacia tiempo que no le venia, pero ella lo habia atribuido al cambio de clima, a la falta de sueno y a las fatigas que habia padecido durante las ultimas semanas. Nunca habria supuesto que…
?Pero claro que era posible!
?Habria llevado, sin saberlo, un hijo de Kamal en su vientre todo ese tiempo?
– Y… ?dice que he perdido al nino?
– De eso no hay duda. Mientras estaba inconsciente, ha sufrido una hemorragia muy fuerte. Y contenia trazas de tejido que yo…
Se callo al ver que Sarah levantaba la mano pidiendole que no siguiera. No le hacia falta saber nada mas y tampoco queria oir nada mas. Habia estado embarazada, habia estado esperando un hijo del hombre al que amaba, ?y lo habia perdido!
La terrible idea invadio poco a poco su mente, y una profunda tristeza se apodero de ella. Sarah nunca habia pensado que seria capaz de sentir tanta pena por algo de cuya existencia no habia sabido nada hasta unos momentos antes.
– ?Por que, doctor? -pregunto con lagrimas en los ojos.
– Es dificil decirlo. A veces se dan esas reacciones. En la mayoria de los casos, no puede achacarse un aborto a una causa concreta.
– ?Y en el resto de los casos?
– La madre se ha entregado a la ginebra o al vicio del opio, y ni lo uno ni lo otro tienen nada que ver en su caso, ?verdad?
Sarah asintio.
– Entonces, Sarah, tomeselo como lo que ha sido: una lamentable casualidad.
– Pero no ha sido una casualidad, doctor -murmuro Sarah, venida por la pena y las lagrimas-. Nada ocurre simplemente por casualidad…
– Como usted quiera.
– ?Ha dicho «opio»?
Sarah empezaba a atar cabos.
– Asi es.
– ?Podria darse el caso de que tambien lo provocara la inhalacion de vapores sulfurosos toxicos?
– Sin duda -confirmo Garibaldi-. Si en las ultimas semanas ha estado sometida a vapores de ese estilo, diria que esa es la causa principal. En los dias posteriores ?se sintio debil y abatida?
Sarah asintio.
– ?Tenia nauseas? ?Notaba la sensacion de tener algo ajeno en el cuerpo?
Sarah volvio a asentir: justamente asi podia describirse lo que habia sentido al cabalgar por Tesalia y tambien despues, en Meteora…
– Entonces no hay duda -afirmo el medico-. Pero no se haga mala sangre. Como ya le he dicho, aun puede tener hijos, y eso es lo que cuenta.
Sarah asintio ensimismada. ?Que podia replicar? ?Que podia contestarle a un desconocido que no sabia por lo que habia pasado ni la perdida que habia sufrido?
– ?Lo sabe Hingis? -pregunto.
– Si, Sarah. ?Quiere verlo ahora?
– Por favor.
El doctor hizo un gesto afirmativo con la cabeza y salio del camarote cruzando la estrecha puerta, que volvio a abrirse al instante. Era Hingis, con las gafas arregladas y vestido como de costumbre. El cabello, revuelto como siempre.
– Sarah. -El suizo entro en el camarote con una dulce sonrisa en el semblante-. Me alegro de verte.
– Yo tambien -replico la joven, que incluso intento devolverle la sonrisa, aunque, con todas las lagrimas que le cubrian el rostro, no acabo de conseguirlo.
– ?Te… lo ha dicho el medico?
Sarah asintio.
– Lo siento, Sarah. Lo siento mucho.
– Estaba embarazada -murmuro de manera casi inaudible-. Llevaba en mis entranas un hijo de Kamal, y yo misma lo he matado al intentar salvar a su padre…
– Y lo has salvado -puntualizo Hingis-. Has actuado de buena fe, Sarah.
– ?Lo he hecho? -pregunto la joven mirandolo desvalida.
– Por supuesto.
– ?Y de que ha servido? Me lo han quitado todo, Friedrich. Todo…
– Lo se. Y por eso no deberias culparte a ti misma, sino a los responsables de tu desdicha. Ludmilla de Czerny sigue ahi fuera, Sarah. Ha huido y seguira intentando llevar a cabo los planes de la Hermandad.
– ?Y?
– Tenemos que encontrarla -anuncio el suizo, y las gafas comenzaron a temblarle encima de la nariz-. Tenemos que hacer todo lo posible por desbaratar sus planes… Y tenemos que encontrar a Kamal y liberarlo de los brazos de esa horrible mujer.
– Mi buen amigo Friedrich. -A pesar de la pena y de la conmocion que la abrumaba, Sarah logro esbozar una debil sonrisa-. ?Y como vamos a hacerlo? La Czerny y Kamal han desaparecido sin dejar rastro. Ni sabemos hacia donde volaba el globo ni tenemos ninguna pista sobre donde se encuentran.
– Puede que no -admitio tranquilamente Hingis, a la par que introducia la mano en la casaca y sacaba un objeto metalico en forma de cubo-. Pero tenemos esto.
– ?El codicubus! -exclamo Sarah, que rapidamente se tapo la boca con la mano.
– En efecto.
– ?Aun… lo tienes?
– Lo he tenido todo el tiempo. Nunca me preguntaron por el, y yo no dije nada -explico Hingis con una logica aplastante-. Fue una buena jugada por tu parte convertirme en el depositario del artefacto… Esta claro que nadie lo esperaba, ni siquiera nuestros enemigos.
– Pero pensaba que lo habrias perdido por el camino…
– Los suizos somos muy cuidadosos -senalo el erudito-. No perdemos las cosas tan facilmente.
– Eso parece.
Sarah contemplaba llena de asombro tanto a el como el objeto que sostenia en la mano.
– Asi pues, si queremos hallar pistas, tenemos que abrir el codicubus y examinar su contenido -propuso Hingis, que estaba irreconocible. La rata de biblioteca intrigante y dubitativa de antano se habia convertido en un valeroso aventurero.
– Cierto -se mostro de acuerdo Sarah.