– ?Que…, que haces aqui? -pregunto Kamal, que salto del catre y se acerco a la puerta-. Todavia es muy pronto…
– Ya lo se -dijo Sarah-. Tenia que verte.
– ?Por que? -pregunto con una leve sonrisa-. ?Has vuelto a tener uno de tus suenos? ?Hay que consolarte?
– No, claro que no -se apresuro a asegurar mientras volvia a asombrarse de lo bien que Kamal habia llegado a conocerla en tan pocos meses.
– Da igual -comento-, me alegro de que hayas venido.
Cuando apareces delante de mi celda, es como si la luz clara del sol penetrara en estos miserables muros.
– Vaya, veo que conservas tu encanto -constato Sarah esbozando tambien una sonrisa que, sin embargo, se borro enseguida-. ?Has pensado en lo que te dije? -pregunto.
– Por supuesto.
– ?Y? -Sarah abrigo una subita esperanza-. ?Tienes alguna sospecha sobre quien pudo enviar la nota a Scotland Yard?
– No -reconocio Kamal con sinceridad, para decepcion de Sarah-. Pero he llegado a una conclusion.
– ?Cual?
– Quiero que eximas a sir Jeffrey de su tarea.
– ?Que?
– Le agradezco la ayuda -se ratifico Kamal-, pero no voy a requerirla mas. Dale saludos de mi parte. Dile que le estoy muy agradecido por sus servicios, pero que ya no los necesito.
– ?No? ?Y quien va a defenderte?
– Nadie -contesto, y su respuesta fue tan simple como escalofriante.
– ?Nadie? -Sarah abrio mucho los ojos, sin comprender-. Pero si no te defiende nadie no tendras ninguna posibilidad en el juicio. Has confesado los hechos. El fiscal hara todo lo posible por enviarte a la horca.
– Lo se, Sarah.
– Entonces, tambien sabras que sin una defensa experta no tienes perspectivas de eludir al verdugo -dijo Sarah con una franqueza brutal.
– Eso tambien lo tengo claro.
– Pe… pero… entonces… -balbuceo Sarah antes de enmudecer. Tenia muy claro que significaba la decision de Kamal, pero no tuvo el valor de expresarlo.
– Como tu bien has dicho, Sarah -prosiguio Kamal en su lugar-, soy un asesino confeso. Y, puesto que el delito se cometio contra dos miembros del ejercito, el fiscal pedira la pena capital. Si renuncio a la defensa, el tribunal aceptara la peticion. Pero si sir Jeffrey me representa como abogado, tal vez solo me condenaran por homicidio y pasare los proximos veinte anos entre estos muros. ?Te imaginas lo que eso significaria?
Sarah lo miraba fijamente, sin decir nada, incapaz de asentir o de llevarle la contraria.
– Soy un hijo del desierto, Sarah. Amo el mar infinito de las dunas, el viento en mis cabellos y la arena entre los dientes. Y aqui no hay nada de todo eso, solo penumbra y suciedad, y una muerte lenta.
– Quieres decir que…
– Prefiero que la soga del verdugo ponga fin rapidamente a mi existencia a seguir encerrado aqui. No lo soportaria, Sarah, y moriria de una manera atroz.
Ella seguia mirandolo fijamente, y sus miradas se encontraron de nuevo durante una breve eternidad. Solo fue capaz de asentir convulsivamente mientras reprimia con todas sus fuerzas las lagrimas… Kamal no tenia que verla llorar. Cuando la pena estaba a punto de vencerla, Sarah se dio la vuelta.
– Sarah -susurro Kamal, que malinterpreto su reaccion-. Intenta comprenderme…
– Te comprendo -dijo ella, mientras las lagrimas le rodaban por las mejillas-. Te comprendo perfectamente. Es solo que… -dijo meneando la cabeza.
Mentalmente podia comprender que Kamal prefiriera la muerte a largos anos de presidio, pero su corazon hablaba otro idioma. Sarah no queria perder a su amado y se aferraba a el con todas sus fuerzas. Pero ?que sentido tenia luchar por la vida de Kamal si el no queria? ?Que sentido tenia todo aquello?
De nuevo aparecia la cuestion del destino, de una fuerza que ponia orden en medio del caos, y Sarah, en su desesperacion, no podia mas que negarlo. ?Por que, se pregunto, una y otra vez solo le quedaban instantes fugaces de felicidad? ?Por que su destino era perder siempre a quien amaba de todo corazon? La obstinacion se apodero de ella, la voluntad irrefrenable de no permitir que volvieran a arrebatarle la felicidad.
De pronto sopeso la opcion de un plan tan audaz como desesperado, que hasta entonces habia descartado por peligroso y desatinado, y decidio hacer todo lo que estuviera en su mano para llevarlo a la practica.
– Acompaneme fuera -le indico al guardia-, pero por el mismo camino que ayer. ?Puede ser?
– Pues claro -contesto el carcelero, ensenando unos dientes amarillos y descuidados-. Hay un monton de caminos para entrar en Newgate, y otro monton para salir…, a no ser que hayas hecho algo malo.
Solto una carcajada estruendosa al reirse de su propio chiste y se puso lentamente en camino. Sarah lo siguio sin volverse de nuevo hacia Kamal. Por un lado, no queria que viera sus lagrimas; por otro, temia que sospechara lo que se proponia hacer. Era muy importante que Kamal no conociera los planes de Sarah. Era mejor que no supiera nada de ellos por si su liberacion fracasaba.
– ?Sarah! -le grito Kamal-. ?No te vayas, por favor! ?Quedate…!
Pero ella no vacilo y siguio sin pestanear al carcelero. Los gritos desesperados de Kamal resonaron a sus espaldas:
– Me lo prometiste, ?recuerdas? Prometiste que no me abandonarias.
Aunque todo en ella la empujaba a dar media vuelta, Sarah se mantuvo firme y continuo sin reaccionar. Por supuesto que recordaba la promesa que habia hecho y, precisamente porque se proponia cumplirla, no podia ceder.
Si Sarah hubiera sospechado que con ello desperdiciaba un tiempo precioso, su decision habria sido otra.
Sarah fue haciendo inventario mentalmente. Cada celda, cada recoveco, cada escalera y cada cruce quedaron anotados en el plan que esbozaba en su mente. Tenia a su favor su experiencia como arqueologa, puesto que en mas de una ocasion su padre y ella se habian adentrado en camaras funerarias profundas y en catacumbas subterraneas, y recordar el camino exacto habia sido imprescindible para sobrevivir. En los recorridos anteriores a traves de las entranas lugubres y malolientes de la prision, Sarah iba distraida y, por lo tanto, se habia desorientado, pero esta vez se concentraba en grabar el camino en su memoria.
El camino hacia la libertad…
Pasaron por delante de algunas celdas cuyos internos le dedicaron comentarios indecentes que el guardia castigo al instante con su porra. Poco despues encontraron compania: cuatro carceleros se cruzaron con ellos en el pasillo escasamente iluminado. Aquellos hombres pasaron en silencio por su lado y Sarah, concentrada como estaba, probablemente no se habria percatado de nada si no la hubiera