Igual que antes…
– ?Quien me garantiza que realmente puedes ayudar a Kamal? - inquirio.
– Nadie; tendras que confiar en mi. Pero piensalo bien, Sarah: una sola respuesta a cambio de salvar la vida de tu amado. El precio es minimo, ?no crees?
– En efecto.
– Entonces, ?que? ?Hacemos un trato?
Sarah respiraba entrecortadamente mientras se esforzaba por dominar la ira. En vez de cantarle las cuarenta a Laydon y mandarlo al diablo, tenia que aceptar su juego, no habia eleccion. Ella era la que queria algo de el; por lo tanto, el fijaba las reglas y, por mucho que le repugnara, a ella no le quedaba mas remedio que ceder y conformarse.
– De acuerdo -dijo Sarah, y volvio a sentir un nudo en el estomago, que parecia querer advertirla de que estaba a punto de cometer un error fatal.
– ?Llegamos a un acuerdo?
– Si. Haz la pregunta.
– ?Estas segura?
– Absolutamente -insistio Sarah, que tenia la sensacion de que el muy canalla intentaba ganar tiempo, un tiempo del que Kamal no disponia…-… Vamos, hazme la maldita pregunta.
– De acuerdo. Ya veras que es muy sencilla. Reza asi: ?quien eres tu?
– ?A que viene eso?
– Hemos hecho un trato -le recordo Laydon-, ?lo has olvidado? Contesta la pregunta conforme a la verdad y te ayudare.
Sarah respiro hondo y noto el olor a moho y putrefaccion. No tenia ni idea de que perseguia Laydon con esa pregunta, y la considero un intento mas de jugar con ella. Asi pues, quiso rematarla lo antes posible.
– Soy Sarah Kincaid -contesto-, la hija de Gardiner Kincaid, a quien tu asesinaste.
– Respuesta incorrecta -se limito a replicar Laydon-. Pero hoy me siento generoso y te concedo otra oportunidad.
– ?Para decirte quien soy?
– Exactamente.
– Acabo de decirtelo, soy la hija del hombre al que mataste.
– ?Y esa respuesta es incorrecta! -bramo Laydon en un ataque de furia que sobresalto a Sarah, subitamente mas que consciente de que estaba delante de un peligroso criminal, de un monstruo con forma humana cuya alma habia revelado verdaderos bajos instintos-. Esa no es la respuesta que busco.
– Lamento que no te guste la verdad -manifesto Sarah, impasible-, pero es lo que hay.
– Pequena -susurro el en un repentino cambio animico, cuyo origen solo podia atribuirse a una mente enferma-. ?Nunca se te ha ocurrido pensar que lo que tu has considerado que era verdad durante todos estos anos no tiene por que serlo?
– ?No! -contesto Sarah energicamente, y levanto exigente el indice de la mano derecha-. ?No lo haras! ?No sembraras la duda en mi corazon! ?Me has oido?
– Una semilla solo fructifica si encuentra suelo fertil -replico Laydon serenamente-, y la tierra abonada para la duda es la incertidumbre. ?Hay algo que no tengas claro, Sarah Kincaid?
– No -aseguro.
– Veo tu obstinacion. La obstinacion de una nina pequena. ?Estas segura de que siempre has sido asi, Sarah?
A Sarah le costaba respirar, el pulso se le acelero. Ya sabia adonde queria ir a parar Laydon, y no le gusto nada…
– No lo sabes -constato Laydon, implacable-. Simplemente porque no puedes recordar tu infancia, ?verdad? Porque no sabes nada de lo que te paso antes de los ocho anos, ?cierto?
– ?Y eso que tiene que ver ahora? -pregunto Sarah mientras soportaba las miradas penetrantes de aquel hombre y se sentia desnuda ante el.
– Todo -dijo el-. La epoca oscura oculta mas de un enigma.
– ?Que sabes tu? -mascullo Sarah-. ?Vamos, dimelo!
– ?No querias saber como podias ayudar a tu querido Kamal? -Laydon chasqueo la lengua en senal de desaprobacion-. Que deprisa cambian tus intereses…
– Tergiversas mis palabras.
– Y tu no quieres escuchar lo que te digo. Aun me debes una respuesta, Sarah: ?quien eres?
– Ya te lo he dicho, y te lo repito -contesto con voz temblorosa, casi rota-. Soy Sarah Kincaid, la hija de lord…
– Ciega es lo que eres, Sarah Kincaid -la interrumpio Laydon bruscamente-. Demasiado ciega y temerosa para reconocer lo evidente.
– ?A que te refieres?
– ?Quien es tu madre? ?La conociste?
– Murio al nacer yo, ya lo sabes.
– ?Te hablo tu padre de ella? ?Te dijo alguna vez que eras su vivo retrato?
– ?Y eso que tiene que ver?
– ?Te lo dijo alguna vez? -bramo Laydon tan fuerte que la puerta de la sala de interrogatorios se abrio y aparecieron en ella los rostros preocupados de los dos guardias.
Sarah les hizo un gesto con la mano para darles a entender que todo iba bien, aunque no era eso lo que sentia. Le sudaban las manos, pero las tenia heladas, y el color se habia borrado de su rostro. Tenia nauseas, que le subian por el estomago como un reptil venenoso…
– No -contesto, esforzandose por que su voz sonara lo mas digna posible-, no lo hizo. Pero eso no cambia nada.
– ?En que?
– En el hecho de que soy la hija de Gardiner Kincaid.
– ?Y si te dijera que no es asi?
– No te creeria.
– ?Y si te revelara algo? Algo que Gardiner supo toda la vida, pero que jamas tuvo el valor de confesarte.
– No existe algo asi.
– ?Estas segura? ?La busqueda de tu padre no te revelo muchas cosas sobre el que no sabias? ?Secretos que guardaba en lo mas hondo de su ser sin haberte hablado jamas de ellos?
Sarah trago saliva, tenia la garganta seca. De hecho, el viaje a Alejandria habia sacado a la luz cosas sobre su padre de las que ella no habia sospechado nada antes. Informaciones que habia ocultado a su hija adrede, para protegerla, segun dijo.
?Quien podia asegurar con certeza que no habian existido aun mas secretos…?
– ?De que me estas hablando exactamente? -pregunto Sarah con cautela, y se mordio los labios al ver la sonrisa triunfal con que Mortimer Laydon recibia la pregunta.