preso.

– Si, senor.

El uniformado salio y, mientras Sarah tomaba asiento a un lado de la mesa de interrogatorios, sus tres acompanantes se dieron la vuelta para irse, no sin antes dedicarle una mirada elocuente que contenia una mezcla de incomprension, admiracion y pena. Sir Jeffrey fue el ultimo en salir de la sala. Se detuvo en el umbral y se volvio.

– ?Esta realmente segura…?

– Por supuesto. -Sarah se esforzo por sonreir-. Puede irse, mi viejo amigo.

– Tenga cuidado, Sarah. Incluso una mente muy sana puede soportar la locura unicamente por un tiempo limitado sin resultar danada.

– Lo se -dijo Sarah con voz velada.

Era muy consciente de los riesgos a que se exponia. Pero no habia otro camino.

Eso parecio convencer a Jeffrey Hull, puesto que asintio con un movimiento de cabeza y salio de la sala, cuyas paredes de ladrillo rojizas se sumergieron en la luz mortecina de un farol de gas. Durante un instante angustiosamente largo, Sarah se quedo sola con sus miedos y sus temores. Tenia las palmas de las manos humedas y notaba un doloroso nudo en el estomago. Luego se oyeron pasos que se acercaban, acompanados por el tintineo estridente de unos grilletes de hierro. La puerta de acero pintada de gris se abrio y aparecieron dos guardias de uniforme. Arrastraban a un hombre que a Sarah le parecio mas que nunca su Nemesis particular, su pesadilla hecha carne.

Mortimer Laydon no parecia sorprendido de verla. Esbozando una sonrisa malevola y repugnante, se sento en la silla que estaba libre. Mantuvo su mirada penetrante clavada en Sarah mientras los guardias fijaban los grilletes de manos y pies a las argollas previstas para ello que habia en el suelo. De ese modo se excluian posibles agresiones por parte del preso. Sarah sabia que aquellos esfuerzos rayaban lo ridiculo: el peligro que emanaba de Mortimer Laydon no era de caracter fisico. Lo que heria eran sus palabras y lo que envenenaba eran sus pensamientos…

Le costo horrores sostenerle la mirada. Habia tanta ira y agresividad en ella, tanta locura apenas contenida, que Sarah se estremecio. La ola de maldad que la embestia desde el otro lado de la mesa, y eso sin que aun se hubiera pronunciado una sola palabra, la martirizaba, pero mantuvo el coraje.

Finalmente, los guardias tambien salieron de la sala y cerraron la puerta. Sarah se quedo a solas con Laydon.

– Bravo -dijo el hombre, y su voz estaba tan impregnada de burla y escarnio que Sarah casi sintio dolor fisico.

La joven escruto el semblante demacrado y deformado por el odio de aquel hombre, y se pregunto como habia podido ver en el en otras epocas a un amigo. A pesar del acto sanguinario que habia cometido en Alejandria, a pesar de los atroces asesinatos con que habia sembrado el miedo y el terror en el barrio londinense de East End, Mortimer Laydon habia seguido presentandose ante ella como un amigo, como un benefactor paternal y como su padrino. No fue hasta que se encontraron en La Sombra de Thot cuando se desvelo que no solo habia asesinado a su padre, sino mucho mas…

– ?Un elogio en tu boca? -pregunto Sarah con frialdad y apenas capaz de reprimir su asco-. Me honra bien poco.

– ?En serio? -replico Laydon, y solto de nuevo una de sus risitas roncas y marcadas por la locura-. ?Como se puede ser tan desagradecido? Al fin y al cabo, no he sido yo quien ha solicitado esta entrevista, sino tu… Y, la verdad, considerando este lugar, te suponia mejor gusto. La ultima vez me invitaste a un buen clarete.

– La ultima vez -contesto Sarah esforzandose por mantener la serenidad-, aun no sabia que eras un monstruo.

– ?Y ahora lo sabes?

– Por supuesto.

– Entonces me pregunto por que estamos aqui. ?Que te ha llevado a cambiar de opinion sobre mi?

– No he cambiado en absoluto de opinion -puntualizo Sarah-. Sigo considerandote un monstruo con figura humana, y me repugna lo que has hecho…

– ?Pero? -la interrumpio.

– Nada de peros -se apresuro a asegurar Sarah. La joven notaba que se estaba moviendo en un terreno resbaladizo. Sarah no habria sabido decir como habia sucedido, pero Laydon la estaba manipulando de nuevo, y una vez mas le dio la impresion de que el la calaba hasta el alma-. El ultimo dia que hablamos me dijiste que volveriamos a vernos.

– Y tenia razon, ?verdad?

– En efecto -asintio Sarah-. ?Por que estabas tan seguro?

– ?Tu que crees? -De nuevo solto una risita gutural y desalmada-. Mis conocimientos.

– ?Que conocimientos?

– Los que tengo desde hace mucho tiempo. Los que tambien podria haber adquirido tu padre si no hubiera sido tan necio. Y que tu tambien podrias hacer tuyos, pequena.

– No me llames asi. Eso se acabo.

– Sigo siendo tu padrino, ?no?

– Dejaste de serlo hace tiempo.

Sarah meneo la cabeza. La idea de que su padre hubiera considerado a Laydon digno de ser el padrino de su unica hija le repugnaba.

– Esos lazos no se rompen nunca -objeto el.

– Tu los cortaste con tus propias manos.

– Vaya si lo hice. -En su semblante demacrado y ceniciento se dibujo una sonrisa diabolica-. Con un punal afilado.

– Eres repulsivo.

– ?Sabes que dijo tu padre cuando le clave el punal por la espalda?

– Me da lo mismo -replico Sarah, aunque no pudo evitar que su voz sonara ronca y delatara que se sentia agredida. Le habria gustado anadir que no queria saberlo, pero no podia mostrar debilidad delante de Laydon. Tenia que mostrarse serena e indiferente, como si las palabras de Laydon no la afectaran. Solo asi tendria la oportunidad de salir indemne de aquella entrevista.

– Te lo contare de todos modos -contesto el, gozoso, y bajo la voz como si fuera a revelarle un secreto de Estado-. No dijo nada. De su garganta no salio ni un sonido. Antes pensaba que fue porque el dolor le habia sellado los labios, pero ahora lo se mejor. He tenido mucho tiempo para reflexionar… -De nuevo solto una risita, y en sus ojos brillo la chispa de la locura-. Ahora se que no fue el dolor lo que hizo enmudecer a Gardiner Kincaid, sino el terror… Porque en aquel preciso instante, su mente limitada comprendio con quien se habia mezclado. ?Captas la ironia, Sarah? ?Comprendes lo que intento decirte? Hasta el final de sus dias, cuando el reluciente acero penetro en sus entranas, el viejo tonto no comprendio el error funesto que habia cometido.

– ?Por que me cuentas todo esto? -inquirio Sarah, que luchaba con todas sus fuerzas contra las lagrimas. El hecho de que precisamente el asesino de Gardiner le recordara aquellos dolorosos momentos era un suplicio para su alma.

– ?Tu que crees? -pregunto Laydon poniendo cara de inocente, y se las arreglo para sonreir de un modo que desperto un recuerdo melancolico del antiguo Mortimer Laydon, al que Sarah habia querido y respetado. Pero solo fue una ilusion.

– Para atormentarme -gruno Sarah con voz queda.

– ?Por supuesto que no! ?Confundes mis intenciones! Yo siempre he

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