tocante a la siniestra organizacion que ansia poder y dominio y pretende servirse del pasado para conseguir sus objetivos? ?Me tope con ella antes y no lo recuerdo?

Me vienen a la memoria ciertas cosas que me dijo el ciclope cuando estabamos en la biblioteca de Alejandria y que en aquel entonces tache de mentiras descaradas. Me llamo estupida y me reprocho que no hubiera entendido nada. ?Puede deducirse de esas palabras que el me conocia desde mucho antes que yo a el? Y el gigante de un solo ojo ?no se llamaba Caronte en honor al barquero de los muertos de la mitologia griega?

En cierto modo, que no acabo de comprender, hay cosas que parecen encajar, pero ni se me revela su sentido ni intuyo el fin. Con una unica vela de llama tremula, intento explorar un enorme laberinto sumido en la oscuridad. No conozco el camino ni el destino, pero se que debo hallar ambas cosas si no quiero que Kamal muera.

Puesto que Laydon es la unica conexion con los que le han hecho esto a mi amado, no me queda mas remedio que seguir sus indicaciones. Quiza, eso espero y temo, tras la palabreria del perturbado asesino se esconde una chispa de verdad. Buscar esa verdad debe ser mi tarea prioritaria, sin importar lo que suponga para mi ni que lugubres secretos pueda descubrir. Laydon hablo de un viaje a las tinieblas; en eso, al menos, parece tener razon…

Mayfair, Londres, 27 de septiembre de 1884

– ?Como se encuentra?

Sarah se sobresalto. Sentada en el amplio sillon de piel que ocupaba el centro de la pequena biblioteca de Jeffrey Hull, dedicada basicamente a obras de Derecho, Sarah estaba profundamente absorta en la lectura.

– ?Sir Jeffrey! -exclamo-. No lo he oido llegar…

– No me extrana -comento el consejero real sonriendo con dulzura-. Cuando he entrado, tenia usted los ojos cerrados.

– ?Los ojos cerrados? ?No me diga? -La sorpresa de Sarah era sincera. Si realmente habia echado una cabezada durante unos minutos, no se habia dado cuenta…

– ?Cuanto ha dormido esta noche?

– Ni siquiera una hora -reconocio Sarah, cansada.

– Comprendo -asintio sir Jeffrey-. Pero se alegrara de oir que hay buenas noticias.

– ?De verdad?

– Acabo de llegar de la Corte Suprema -informo el consejero real-. Con motivo de los recientes acontecimientos he conseguido la suspension temporal del juicio. Luego presentare en Newgate una solicitud de puesta en libertad transitoria. Seguramente se empenaran en continuar controlando a Kamal, pero entonces les propondre albergarlo aqui, en mi casa, y la palabra de un barrister [2]tiene cierto peso. De ese modo, Kamal estaria con nosotros y usted podria tenerlo a su lado.

– Eso seria maravilloso -contesto Sarah-. Le agradezco sus esfuerzos, sir Jeffrey.

– ?Eso es todo?

– ?Que quiere decir?

– ?Me permite que le sea sincero, amiga mia?

– Por favor -asintio Sarah.

– Francamente, esperaba que se alegraria un poco mas -admitio sir Jeffrey-. Y, en vez de eso, la encuentro agotada en mi biblioteca. ?A que se debe, Sarah? ?Que lectura puede ser tan importante que le impida irse a la cama y disfrutar de las horas de sueno que tanto necesi…?

Se interrumpio cuando Sarah levanto el libro encuadernado en piel para que pudiera leer el titulo escrito en letras doradas.

– El Antiguo Testamento. Los libros de Moises -leyo sir Jeffrey con cierta perplejidad.

– ?Le sorprende?

– Un poco -reconocio el consejero real-. ?Ha llegado usted a la conclusion de que solo el Todopoderoso puede salvar a Kamal?

– A esa conclusion, mi querido amigo, he llegado hace rato -contesto Sarah con una sonrisa apagada-. Sin embargo, en este caso se trata de un posible indicio que podria hallarse oculto entre estas lineas.

– ?Un indicio? ?De parte de quien? -pregunto el consejero real, y por el tono de desconfianza de su voz podia deducirse que intuia la respuesta.

– De Laydon -respondio Sarah.

– Laydon -repitio sir Jeffrey sin el menor entusiasmo-. Sarah, a pesar de todo lo que ese hombre le ha hecho, ?aun no ha comprendido lo peligroso que es? ?Y que ha perdido por completo la razon? ?Que no dejara pasar la mas minima oportunidad para vengarse de usted y causarle dano?

– Soy plenamente consciente de ello -aseguro Sarah-. La cuestion es que durante gran parte de nuestra entrevista no tuve la sensacion de estar frente a un hombre perturbado. La mayor parte del tiempo, Laydon tuvo la mente clara.

– ?Y le recomendo estudiar la Biblia?

– Efectivamente.

– ?Para que?

– Para buscar una cura para Kamal -contesto simplemente Sarah.

– ?Habla en serio? -La perplejidad de sir Jeffrey se habia transformado en indignacion-. Despues de haber consultado con algunos de los medicos mas versados del imperio, ?va a confiar precisamente en el dictamen de un asesino que ha sido declarado culpable?

– Se que le sonara extrano, pero…

– No, Sarah -senalo Hull con severidad-, «extrano» no es ni de lejos la expresion adecuada. Laydon mato a su padre y asesino brutalmente a varias mujeres, lo cual seguramente no lo capacita como galeno milagroso. Sin embargo, usted parece otorgar mayor importancia a su opinion que a la de los medicos que le lleve y que, por su amistad conmigo, no dudaron un momento en ayudarnos.

– Lo se, sir Jeffrey, y creame si le digo que se lo agradezco de todo corazon -afirmo Sarah-. Pero se trata de algo que me es imposible explicar con palabras. Es una sensacion, ?comprende?

– Me resulta muy dificil, querida, me resulta muy dificil -musito sir Jeffrey, a quien unicamente su conciencia de caballero impedia reprender a gritos a Sarah-. La previne expresamente contra esa entrevista, puesto que tenia muy claro que Laydon aprovecharia la ocasion para contaminarle la mente.

– Aprecio su preocupacion -aseguro Sarah-. Pero no tenia alternativa, debia entrevistarme con el.

– ?Fue ese el motivo por el que ayer por la noche se fue de Newgate sin pronunciar palabra, sin despedirse del director Sykes, del doctor Cranston ni tampoco de mi? -En la voz del consejero real se hacia patente el agravio.

– Le ruego que acepte mis disculpas, sir Jeffrey. No quise parecer maleducada ni cuestionar su valia ni la de los demas caballeros. Pero tenia que poner en claro algunas cosas antes de poder hablar de ello con otras personas.

– ?De verdad? Y, si me permite la pregunta, ?de que cosas se trataba?

Sarah sostuvo la mirada escrutadora de sir Jeffrey. Sabia que el solo

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