momento aparecio una mano que la cogio del brazo y la sostuvo.
Las piernas de Sarah se balanceaban en el vacio cuando noto un tiron y comprendio que estaba salvada. Volvio la cabeza y vio un rostro de piel enrojecida y surcado por terribles duricias: el ojo que habia en el miraba con una ternura inexplicable.
– Sujetese -grito el ciclope-. ?Voy a subirla…!
No hizo falta que se lo dijera dos veces. Sarah se agarro con todas sus fuerzas a la mano de su benefactor, que le acababa de salvar la vida por segunda vez en muy poco tiempo a pesar de que ella lo hubiera lastimado tanto…
Respiro de nuevo cuando alcanzo la cumbre del techo curvo y pudo sujetarse a una de las pequenas chimeneas que prometian algo de seguridad. Confusa, quiso preguntarle a su salvador que significaba todo aquello, pero entonces, detras de el se irguio una segunda figura gigantesca que tambien habia trepado al techo y se mantenia erguido mientras el viento lo azotaba.
– ?Cuidado! -grito Sarah con todas sus fuerzas y, aunque en el ultimo instante, su salvador reacciono.
El punal del otro ya asestaba un golpe mortal. El salvador de Sarah se dio rapidamente la vuelta y paro el golpe con su propia hoja y, mientras Sarah se deslizaba a cuatro patas hacia el siguiente asidero, dirigiendose al final del tren, de nuevo se desencadeno un duelo a muerte.
La vision de los dos gigantes moviendose con sus armas y alumbrados por la luz azulada de la luna era tan irreal como impresionante. Sarah presenciaba con una mezcla de fascinacion y espanto la lucha, que no solo decidiria el destino de su salvador, sino tambien el suyo…
De nuevo saltaron chispas cada vez que las arcaicas armas entrechocaban; los golpes se propinaban con tal impetu que habrian lanzado al suelo a cualquier criatura normal. Sin embargo, ninguno de los dos ciclopes le iba a la zaga al otro ni en fuerza fisica ni en habilidades combativas. Si uno de ellos conseguia arrancarle al otro alguna ventaja, al instante siguiente la suerte de la lucha cambiaba por completo. Los contrincantes, que se habian quitado la capa para ofrecer menor resistencia al viento, se asestaban mutuamente potentes golpes. Sarah vio entonces por primera vez lo que llevaban debajo de los habitos: una armadura unida con tiras de cuero, cuyo aspecto no era menos arcaico que el de las armas con las que combatian.
Dos sombras titanicas, envueltas por una profunda negrura y un humo acre que hacia brillar fantasmagoricamente la luz azulada de la luna, disputaban una contienda que debia de haberse iniciado miles de anos atras y que amenazo con encontrar un final dramatico ante los ojos de Sarah cuando su protector perdio el equilibrio al esquivar un golpe.
Un grito de espanto broto de la garganta de Sarah cuando vio que el otro avanzaba para aprovechar sin piedad la debilidad de su contrincante y clavarle el punal en el flanco que le habia quedado desprotegido por un momento. Sarah quiso ponerse en pie para acudir en ayuda de su salvador, pero los acontecimientos se precipitaron.
Mientras el atacante tomaba impulso para perpetrar el ultimo ataque mortal, el otro combatiente giro como un torbellino en contra de todas las leyes de la gravedad. Habia fingido la perdida del equilibrio para obligar a su contrincante a atacar y entonces paso al contraataque.
Descargo el primer golpe contra la muneca del ciclope y se la sego aparentemente sin esfuerzo. El viento se llevo el arma mientras el titan miraba fijamente el munon ensangrentado de su brazo. Sin embargo, no tuvo ni tiempo de horrorizarse, ya que la hoz de su rival lo alcanzo por segunda vez sin compasion.
Sacudida por el horror, Sarah vio como la cabeza del ciclope salia volando y su cuerpo decapitado se desplomaba a un lado, resbalaba del techo y desaparecia en la oscuridad. El vencedor del duelo se quedo quieto un instante, dejando el acero ensangrentado en la posicion en que habia asestado el golpe mortal a su enemigo. Luego lo guardo en la vaina corva que colgaba de su cinto y se acerco a Sarah.
– ?Se encuentra bien? -le pregunto.
Sarah asintio con un movimiento de cabeza. ?Que podia responder? Estaba viva, pero la cena frugal que habia tomado habia decidido desandar lo andado desde el esofago. Agachada en el techo del vagon, no pudo sino vomitar de tanto como la habia afectado lo que acababa de ver. Luego cogio la mano que le tendian y siguio a su titanico salvador hacia la escalerilla, por la que bajo con un temblor en las rodillas.
– ?Me… me ha salvado la vida! -exclamo, haciendo frente al traqueteo de las ruedas, cuando por fin fue capaz de volver a hablar.
– Ya le dije que estaba de su parte, ?no?
– Pero yo le hice eso -replico ella senalando las terribles cicatrices que tenia en el rostro.
– ?Y reconoce que fue un error? -pregunto el gigante respirando con dificultad.
– Naturalmente…
– Con eso me basta -se limito a replicar el.
– ?Y el otro ciclope…?
– Un cegado -dijo el titan-. Pero no todos servimos a las tinieblas. Algunos respetan las antiguas leyes, pero tienen que andarse con mucho cuidado.
– ?Las antiguas leyes? No lo comprendo…
– Ya lo comprendera, puesto que lo sabe todo. Tan solo lo ha olvidado.
– ?Olvidado? ?Que…?
Sarah no consiguio acabar de formular la frase, puesto que en ese momento se oyo un chasquido y algo caliente y pesado paso silbando junto a ella, choco echando chispas contra la pared del vagon contiguo y acabo rebotando ruidosamente.
?Una bala!
Sarah se volvio, espantada, porque el disparo provenia del interior del vagon.
– ?No disparen! -grito en el frio gelido y el viento y, protectora, abrio los brazos delante de su salvador, que se esfumo al instante.
Sarah percibio un movimiento por el rabillo del ojo, una silueta oscura que saltaba al vacio desde la plataforma del vagon y desaparecia en la oscuridad. Atras solo quedo la capa del gigante. Sarah levanto la vista y, a traves de los restos del cristal hecho anicos que quedaban en la puerta, vio a una mujer vestida de color beige claro empunando una pistola Derringer todavia humeante en la mano derecha.
La condesa de Czerny…
Capitulo 10
Sarah regreso al vagon cruzando la maltrecha puerta. Le temblaba todo el cuerpo, y no solo por culpa del frio, sino tambien por la impresion que le habian causado los dramaticos acontecimientos.
El semblante de la condesa, que seguia en el pasillo empunando el arma, no revelaba ninguna emocion. Sin embargo, Sarah vio un brillo en sus ojos verdes que no le gusto en absoluto.
– ?Esta bien? -pregunto Ludmilla.
– Creo… que si -afirmo Sarah, mirando sorprendida la pistola de bolsillo que empunaba la condesa-. No sabia que…
– ?Que llevaba un arma conmigo? ?Que soy capaz de defenderme? -La