– ?Por que todo esto? -pregunto Sarah, poniendose de pie y temblando interiormente de rabia impotente-. ?Y por que precisamente yo?

La respuesta de Ludmilla de Czerny fue un nuevo enigma.

– Que poco sabes -dijo en voz baja- y cuanto te sobreestimas…

Libro Tercero La Helade

Capitulo 1

Diario de viaje de Sarah Kincaid, anotacion posterior

La decision esta tomada. El juego del escondite, que tan dificil se me hacia, ha acabado. Tal vez deberia sentirme aliviada, pero no es asi. Porque, aunque he planeado cuidadosamente todos los pasos y, como en una partida de ajedrez, he intentado prever el siguiente movimiento de mi contrincante, tengo la sensacion de que han vuelto a aprovecharse de mi. No porque mis reflexiones fueran en principio erroneas, sino porque, partiendo de mis propias facultades y posibilidades, no he sido capaz de calibrar ni por asomo la maldad y la determinacion de mi contrincante.

A diferencia de la epoca en que Mortimer Laydon movia los hilos en la sombra y yo no sospechaba lo mas minimo, esta vez estaba preparada para la traicion. Al menos intuia que mi supuesta hermana de espiritu no era la aliada que simulaba ser, y aproveche las oportunidades que derivaban de esa suposicion. Al seguir los indicios que habian puesto para mi, siendo al mismo tiempo consciente de que algunos podian ser un senuelo para atraerme y obligarme a hacer lo que mis enemigos querian, me crei ilusamente segura, un autoengano del que he despertado subitamente y que no puedo sino reprocharme.

?Realmente creia que podria plantar cara a una organizacion que lleva miles de anos cometiendo excesos? ?En cuyas redes han caido hombres como Alejandro, Cesar, Napoleon y, no lo olvidemos, tambien Gardiner Kincaid? ?Como he podido suponer que mi astucia y mi refinamiento podrian medirse ni por asomo con los de esa gente?

Mi plan de utilizar las pistas de la Hermandad para encontrar el remedio para Kamal y luego, tal era mi esperanza, liberarlo de las garras de sus verdugos con la ayuda de Cranston, se ha truncado. Aun mas, con Friedrich Hingis, que sigue conmigo como unico aliado, me veo expuesta a un poder inconmensurable e invencible. Comienzo a imaginar como se sintieron el rey Leonidas y sus hombres en el paso de las Termopilas, en aquel fatidico ano 480, la vispera de aquella batalla cuyo desenlace es harto conocido…

16 de octubre de 1884

Hemos dejado atras Budapest, donde una vez mas han desenganchado el vagon de la condesa y lo han acoplado al tren que se dirige al sur; de este modo, el cuerpo mortificado de Kamal tiene un dia de prorroga. No obstante, la parte confortable de nuestro viaje finalizara en Semlin, puesto que la falta de un puente eme cruce el Danubio obligara a todos los viajeros a apearse del tren y a cruzar el rio en trasbordador para subir luego a otro tren en Belgrado.

El ambiente a bordo es tenso. La condesa y yo nos evitamos, y con Cranston solo hablo lo necesario sobre cuestiones medicas. Solo Friedrich sigue fiel a mi lado, pero debemos ser precavidos porque las paredes oyen…

17 de octubre de 1884

Belgrado ha quedado atras, y ante nosotros se extienden los inhospitos Balcanes, con precipicios y barrancos cubiertos parcialmente de nieve. Si habia criticado el estado de las vias hungaras, ahora se lo que es bueno: aqui, los railes son viejos y algunos estan en un estado tan lamentable que el tren avanza con suma lentitud. Circulan rumores de asaltos armados, que en esta region estan a la orden del dia, pero curiosamente estoy segura de que por ese lado no nos amenaza ningun peligro.

El vagon en que viajamos es un coche cama de primera generacion, de dos ejes y en nada comparable a los del Orient-Express. Debido al poco espacio de que disponemos, he tenido que instalarme en el mismo compartimiento que la doncella de Ludmilla de Czerny, que no parece saber nada de las maquinaciones de su senora. De todos modos, me mantengo alerta y llevo dia y noche conmigo el revolver.

Despues de pasar por Nis y Vanja, cruzaremos la frontera del Imperio otomano. Los funcionarios turcos tienen la mala fama de trabajar lo justo para cubrir el expediente y de hacerlo con una lentitud mortificante, y temo que no nos dejen pasar. Con dinero se puede resolver todo, pero una mujer no puede acometer el intento de sobornar a un efendi [5].

Asi pues, mucho me temo que esa tarea poco agradecida recaera en mi valeroso Friedrich…

20 de octubre de 1884

Hemos cruzado la frontera…

Una vez mas me he visto obligada a presenciar conmocionada como el Imperio otomano cruje por todos los resquicios, afligido por el lastre de una Administracion corrupta, y una vez mas no me extrana que la prensa occidental se refiera a el con la expresion «el hombre enfermo de Europa».

En Uskub desengancharon de nuevo nuestro vagon, y ahora nos encontramos en la recta final hacia Salonica. En esta estacion tardia del ano, el paisaje pedregoso y escabroso se muestra arido y desolador. Apenas hay poblaciones y, si las hay, tan solo son aldeas pequenas o granjas cuyos habitantes tienen el mismo aspecto arido y misero que el paraje. Me cuesta creer que nos acercamos a Grecia, la cuna de la cultura europea, pero al final de este trayecto nos espera la extensa superficie azul del Egeo como un premio lejano que hay que conseguir.

24 de octubre de 1884, anotacion posterior

A ultima hora de la tarde hemos llegado a Salonica, una ciudad portuaria con todas las de la ley. Son incontables las casas que parecen crecer en las laderas situadas alrededor del muelle, superadas en altura por las torres de las iglesias y los minaretes que se elevan a partes iguales en el frio cielo azul y atestiguan el pasado lleno de vicisitudes de la ciudad bajo el dominio de sus distintos gobernantes. En el puerto hay barcos anclados de todos los paises: cargueros del Pireo, de Alejandria, de Venecia y de lugares aun mas lejanos; barcos de pasajeros que navegan hacia Constantinopla y que pasan por el Bosforo hacia el Mar Negro para llegar a la lejana Crimea; y tambien fragatas de acero con las que el hombre enfermo del Bosforo intenta mantener su imperio, a punto de caer en el ocaso.

Aunque todavia nos encontramos dentro de las fronteras otomanas, noto la agitacion que se ha aduenado de esta zona. La llama de la revuelta, que prendio en Atenas y desde entonces ha sido llevada cada vez mas al norte, tambien parece hallar aqui un terreno abonado, y el domino de los invasores turcos parece tan quebradizo como la muralla que se levanto hace mas de cuatrocientos anos

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