en el semblante y la mirada vacia dirigida hacia Sarah. El arma con la que la habia vejado momentos antes fue a parar al suelo, a menos de un metro de distancia de la joven. Y Sarah comprendio que aquello podia ser su salvacion.

Mientras a su alrededor gritaban y disparaban a diestro y siniestro, mientras el plomo letal colmaba el aire y se expandia un olor penetrante a polvora, Sarah intento alcanzar el sable sin dueno. Aunque tenia las articulaciones entumecidas por el frio y le dolian todos los musculos del cuerpo, se estiro tanto como pudo y logro tocar el puno del arma.

Mientras intentaba acercarse el sable, se oyo un griterio ensordecedor. La espesura que rodeaba el claro del bosque se abrio y aparecieron varios hombres vestidos con tunicas y que llevaban panuelos sobre el rostro para ocultar su identidad. Iban armados con sables de mameluco, punales y pistolas antiguas con los que se abalanzaban contra los soldados.

A Sarah le daba igual si eran kleftes griegos o vulgares salteadores. A pesar de la sangrienta refriega que se habia desencadenado en el claro, intento volver a concentrarse en el sable y, finalmente, consiguio asir la empunadora y acercarse el arma. Sin perder tiempo corto las cuerdas de Pericles, que le habia tendido las munecas. Luego todo fue muy rapido. El macedonio se quito tambien las cuerdas de los pies y la mordaza, y libero a Sarah, que luego se ocupo de Hingis y Alexis, mientras Pericles desataba a los muleros. En el caos que habia estallado, nadie les hizo caso: los turcos tenian otros problemas.

Sarah vio que uno de ellos, un muchacho muy joven y casi imberbe, se desplomaba con la garganta rebanada. Otro atraveso con la bayoneta a uno de los atacantes antes de que un sablazo lo hiciera caer de espaldas banado en sangre. Al lado, otro turco fue abatido de un disparo; otro emprendio la huida y fue alcanzado por un cuchillo que le habian lanzado. Los encapuchados atacaban a los soldados con un odio encarnizado y saltaba a la vista que no pensaban dejar a ninguno con vida.

– ?Vamos! ?Vamos! ?Vamos! -grito Pericles, y Sarah y los demas pusieron rapidamente los pies en polvorosa.

Alexis y dos de los muleros corrieron directamente hacia la perdicion. Presas del panico, escogieron la direccion de donde habian salido los primeros disparos y donde, por lo visto, aun acechaban los tiradores enemigos. Pericles lanzo un grito a sus hombres apara avisarlos, pero fue en vano. Viendolos a contraluz a causa del fuego, los tomaron por turcos que huian. Sonaron unos disparos y los tres hombres se derrumbaron. Mientras que para los valacos toda ayuda llegaria tarde, el cocinero se retorcia en el suelo profiriendo terribles alaridos.

Sarah quiso acudir en su ayuda, pero Pericles la detuvo.

– Hayir!-musito-. ?Huya!

– Pero Alexis…

– Yo me ocupo -aseguro el guia, y apremiada por Hingis, Sarah echo a correr hacia unos matorrales cercanos.

El resto de los muleros tambien emprendieron la huida y salieron corriendo entre gritos mientras la carniceria proseguia en el claro del bosque.

Sarah corrio tan deprisa como le permitieron las piernas, entumecidas por el frio. Dando grandes zancadas, avanzo a traves del bosque oyendo crujir la hojarasca debajo de sus pies mientras corria y corria sin parar. Solto un grito ahogado al tropezar con una raiz y caer de bruces, pero enseguida se levanto como pudo y continuo corriendo. Estremecida por el miedo y el horror, queria poner la maxima distancia posible entre ella y el escenario de la matanza.

El fragor de la lucha y los gritos de los heridos quedaron atras y, finalmente, no pudo oir nada mas que su propia respiracion entrecortada con la que exhalaba un vaho blanco. Entonces se dio cuenta de que los pulmones le ardian por culpa del aire frio y se permitio un descanso.

Era dificil decir cuanto habia corrido, quiza quinientos metros, quiza mas. Estaba en medio de un bosque, en el que no era del todo oscuro porque la palida luz de la luna se filtraba entre las copas de los arboles que ya habian perdido algunas hojas. El murmullo del rio ya no se oia. La respiracion de Sarah se calmo y regreso el silencio. Y en ese momento fue consciente de que estaba sola.

– ?Friedrich…?

Solo se atrevio a susurrar por miedo a llamar la atencion de algun tirador o de algun turco huido. No obtuvo respuesta.

– ?Friedrich? ?Esta ahi? -repitio, intentandolo de nuevo, con el mismo resultado desalentador.

Sarah estaba en libertad, pero habia perdido el contacto con sus companeros. A pesar de las perlas de sudor que se le habian formado en la frente, empezo a sentirse helada.

?Que podia hacer?

?Regresar y buscar a Hingis, y lanzarse asi probablemente en brazos del enemigo? En la oscuridad no habia posibilidad alguna de encontrar el rastro de los demas. Aunque le costara, lo mas sensato era quedarse alli y esperar hasta que los otros la encontraran o se hiciera de dia.

Cinendose bien la pelliza por los hombros, se acurruco al pie de un gran castano y se tapo con hojarasca para protegerse del frio.

Se quedo alli sentada.

Y espero.

Espero.

Espero…

Capitulo 5

Diario de viaje de Sarah Kincaid

Estoy sola.

Desde nuestra dramatica huida despues de haber sido apresados por los soldados turcos, he perdido el contacto con Friedrich y los demas. Regresar a buscarlos seria absurdo con esta oscuridad y sumamente peligroso, por eso he decidido quedarme aqui.

Tapada con hojarasca, bien acurrucada y, aun asi, helada, paso la noche mas larga de mi vida. El diario que llevo conmigo es mi unico consuelo y mi unico companero, aunque mis manos entumecidas por el frio apenas pueden sostener el carboncillo. A el le confio mis miedos y mis apuros mientras ansio que llegue la manana y empiece un nuevo dia para iniciar la busqueda de mis companeros…

Gargantas del Aqueronte, 5 de noviembre de 1884

Volvia a oirse el murmullo del rio a su izquierda, lo cual significaba que estaba de nuevo cerca del claro donde la expedicion habia montado el campamento.

Sarah se habia puesto en marcha con las primeras luces del dia, despues de quitarse de encima las capas de hojarasca con que se habia tapado. Estaba helada y le temblaba todo el cuerpo, pero habia sobrevivido tanto al cautiverio y al asalto como al frio de la noche.

Un trecho mas alla, el bosque parecia aclararse. Sarah noto que se le aceleraba el pulso y aminoro la marcha. ?Con que se encontraria? ?Seguirian con vida sus companeros? ?Habrian regresado tambien al campamento?

Eso esperaba…

Las hojas secas crujieron bajo sus pies mientras recorria los ultimos pasos que la separaban del claro. Unos instantes despues se encontraba en el descampado que ella y sus companeros habian escogido la noche anterior para acampar y que ofrecia una imagen de terror.

El fuego habia alcanzado una de las tiendas y la habia calcinado; las demas estaban rajadas y ondeaban en el viento frio de la manana. El trebode que habia estado sobre la lumbre se habia tumbado y el perol con el guiso se habia desparramado al lado. Por todas partes

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