Capitulo 6
Seguimos el curso del Aqueronte. Al otro lado de los profundos despenaderos que se abren a los pies del Tomaros, el rio se ensancha y se dirige hacia terrenos mas apacibles y hacia el sector que recibe el nombre de «fuentes del Aqueronte». Si bien, segun la leyenda, alli no hay ninguna entrada a los infiernos, el agua que mana procede de afluentes subterraneos del Hades y tiene una composicion peculiar.
Que no daria por disponer todavia de mi laboratorio en miniatura: ?con su ayuda podria comprobar facilmente el contenido de verdad que entranan esas afirmaciones! Sin embargo, puesto que me han despojado de tal posibilidad, no nos queda mas remedio que seguir el curso el rio y mantener los ojos bien abiertos con todo lo que nos llame en cierto modo la atencion. Avanzamos en direccion suroeste y nos acercamos a la llanura que se extiende hasta el mar y donde esta situada la laguna Aquerusia…
Llevados por la corriente, avanzamos muy deprisa. Ya puedo ver en la lejania, entre las copas rojizas y anaranjadas de los arboles, la superficie brillante y azul de la laguna, a la que llegaremos antes de que caiga la noche. En su extremo oeste se encuentra el pueblo de Mesopotamos, cerca del cual se supone que se hallan las ruinas de la antigua ciudad de Efira. Nuestro objetivo es buscar y encontrar el oraculo de los muertos, que quiza nos dara las respuestas que hemos buscado en vano hasta ahora…
Al alba, la quilla de la barca llego a la orilla oeste de la laguna y toco fondo entre crujidos.
Sarah y Pericles habian subido a la embarcacion con las primeras luces del dia y habian cruzado la gran superficie de agua que se extendia en medio de la llanura y parecia un gran espejo reluciente. El tono gris de las nubes y el azul gelido del cielo se reflejaban en la laguna, rodeados por el color marron salpicado de rojo de los arboles y el blanco lejano de las montanas. Sobre el agua se levantaba la bruma, que avanzaba formando retazos de un blanco lechoso y caia sobre la orilla como un manto lugubre. Ademas, reinaba un silencio fantasmagorico; ni siquiera se oia el gorjeo de los pajaros. Sarah penso que asi habia imaginado siempre la entrada del Hades…
Recordaba muy bien las historias que su padre le habia contado cuando aun era una nina: leyendas de grandes heroes que se habian enfrentado a los horrores de los infiernos para liberar a sus amadas o pedir consejo a las sombras del mas alla. Sarah era incapaz de explicar por que esas historias siempre la habian fascinado tanto. Habia algo en ellas que la cautivaba misteriosamente.
Un campo de ruinas, inabarcable con la vista y cubierto de hierbas y maleza, se extendia un buen trecho tierra adentro: los restos de una poblacion antigua. Pocas piedras se mantenian en su sitio; alla se alzaban los miserables escombros de unos muros antano orgullosos, aqui despuntaba una torre cuadrada con robustas almenas que habia sido remozada en la Edad Media y probablemente habia servido de atalaya. Aparte de eso, de aquella poblacion antano admirable solo quedaban sillares y fragmentos de columnas desmoronados y entremezclados.
«Asi pues, estas son las ruinas de Efira», penso Sarah.
Habia leido que en la epoca clasica la ciudad estaba justo en la orilla. La creciente desecacion habia provocado que la laguna fuera cada vez mas y mas pequena. Probablemente, algun dia ni siquiera existiria. Efira no se contaba entre las ciudades Estado grandes e importantes de la antigua Grecia. Lo que la habia dado a conocer a todo el mundo helenico era el oraculo de la muerte, que supuestamente habia sido construido por un arquitecto llamado Fidipos, artifice tambien de la ciudad. Asimismo, se afirmaba que este era descendiente del gran Heracles, el heroe que segun la mitologia habia sido envenenado con agua del Aqueronte.
Esas aparentes casualidades habian despertado el interes de Sarah y la habian llevado a tomar la decision de buscar en el mundo real lo que otros consideraban una simple leyenda…
– ?Esta segura que este lugar? -pregunto Pericles poco convencido.
Habian dejado la barca en la orilla y subian por la colina a cuyos pies habia estado situada la antigua poblacion. La voz del guia se oyo extrana y sorda en la niebla; se notaba que aquel lugar no le agradaba.
– Creo que si -asintio Sarah. Pero si prefieres dar la vuelta…
– Como quieras -acepto Sarah.
– ?Donde esta antes oraculo de muertos?
– No lo se.
– ?No sabe?
El guia se detuvo, atonito.
– No -contesto Sarah meneando la cabeza-. Nunca se han realizado excavaciones por aqui.
– ?Entonces no sabe donde usted busca! -Hizo un gesto con la mano que abarco la inmensa zona cubierta de hierbas, un autentico laberinto de piedras caidas y disgregadas-. Busca durara siempre.
– No creo -replico Sarah.
– Pero si no pistas…
– Hay pistas, pero no proceden de los investigadores de nuestra epoca, sino de los geografos clasicos, desde las obras de Eratostenes, de Hiparco o de Posidonio, de Claudio Ptolomeo o de Marino de Tiro, hasta la
– ?Todos esos libros leido? -pregunto Pericles con asombro.
– Muy pocos, la mayoria no se han conservado.
– Porque algunos poderes han hecho todo lo posible por impedir que aquel saber perdurara en el tiempo.
– Entonces ?como sabe?
– Gracias a traducciones y resumenes -explico Sarah mientras proseguia la ascension-. Estuve investigando en Praga y encontre manuscritos medievales que contenian fragmentos de esas obras y tambien datos sobre Efira. No daban mucho de si, pero halle algunas pistas.
– ?Cuales?
– Por un lado, averigue que la entrada del oraculo de la muerte estaba antiguamente en una isla situada a unos quinientos metros al este de la ciudad.
– ?Una isla? -Pericles la miro plagado de dudas-. ?Y por que vamos en tierra?