– Porque en aquella epoca la laguna era mucho mas grande que ahora -contesto simplemente Sarah-. Lo que antes fue una isla, actualmente es una colina.
– Comprendo -asintio el macedonio-. Pero muchas colinas…
– Por otro lado -prosiguio Sarah-, hay que saber que, en sus inicios, el cristianismo se apropio con frecuencia de antiguas costumbres paganas, adoptando las fechas de las fiestas o construyendo iglesias en los antiguos lugares de culto.
– ?Y? -pregunto el guia.
– Mira -dijo Sarah senalando la cima de la colina que estaban a punto de coronar.
Pericles lanzo un leve silbido al ver los restos de una iglesia construida en estilo bizantino.
– ?Quiere decir…? -pregunto con los ojos abiertos como platos debido al asombro.
– Exacto -se limito a contestar Sarah mientras se acercaba a la iglesia.
El atrio, que miraba al oeste como era habitual en los templos bizantinos, se habia hundido, pero el presbiterio de cupula octogonal parecia haberse conservado en gran parte. Los muros en ruinas que lo circundaban permitian deducir que aquella iglesia habia sido anteriormente el
Sarah ya se habia fijado durante la ascension en la caracteristica cupula. Le habia parecido raro que los monjes se hubieran instalado precisamente alli y por eso habia dirigido sus pasos hacia aquel lugar. Si sus suposiciones eran correctas o no, aun estaba por demostrar.
Le hizo una senal a Pericles indicandole que se quedara mientras ella entraba en el nartex [7] desmoronado y lo cruzaba. Era un milagro que la iglesia aun tuviera puertas, aunque estuvieran resquebrajadas y medio podridas y colgaran torcidas en los goznes. Sarah empujo una y consiguio entreabrirla lo suficiente para poder deslizarse por ella. Un instante despues, se encontro en el interior crepuscular de la iglesia, que todavia imponia respeto despues de tanto tiempo.
Dentro de aquellos muros consagrados reinaba un silencio absoluto. El sanctasanctorum habia sido trasladado hacia muchos anos a otro lugar y las velas se habian apagado mucho tiempo atras. Los frescos de las altas paredes y del techo, sostenido por cuatro columnas, estaban destrozados en gran parte y apenas podia reconocerse nada en ellos. La iglesia solo estaba iluminada por la luz mortecina que caia a traves de las ventanas redondas y atravesaba la penumbra en diagonal. Con todo, la dignidad y la majestuosidad de aquel sitio deslumbraron a Sarah. En un gesto de respeto, se santiguo y tuvo de repente la sensacion de que no estaba sola.
– ?Quien anda ahi? -pregunto una voz quebradiza a sus espaldas.
La joven se dio la vuelta, espantada.
En el presbiterio semicircular habia un hombre en el que o bien no se habia fijado antes o bien acababa de entrar sin hacer ruido. Llevaba un habito marron de monje, anudado a las caderas con una cuerda. Tenia los cabellos tan canos como la barba, que le llegaba hasta el pecho. La mirada de sus ojos era extranamente turbia y lechosa.
– Disculpe, padre, no queria molestar -contesto Sarah.
– ?Quien eres, hija? -pregunto el viejo monje sin desviar la mirada. Al parecer, hacia mucho que habia perdido la vista.
– Me llamo Sarah Kincaid.
– Tu no eres de por aqui…
– No, padre -admitio Sarah-. Vengo de muy lejos…
– ?A que has venido?
– Busco algo, padre. Un vestigio de tiempos pasados: el oraculo de los muertos.
El anciano se estremecio.
– ?Por que motivo? -pregunto con voz ajada.
– Para salvar una vida -contesto la joven.
– Entonces, ?eres tu de quien habla la profecia?
Sarah no supo como reaccionar a la pregunta. Recordo que el rabino de Praga le habia dicho algo similar, pero jamas se le habria ocurrido darse tanta importancia como para creer que ella desempenaba algun papel en antiguos vaticinios…
– No lo se, padre -respondio entonces evasivamente.
– Hum -murmuro el anciano, que volvio la cabeza y dio la impresion de que la miraba profundamente desde sus ojos blanquecinos-. ?Que buscas exactamente, hija mia? ?Que es lo que mas ansias?
Sarah no tuvo que pensarlo mucho.
– El perdon, padre -respondio.
– Y encontraras el perdon -replico el monje senalando hacia el altar de piedra. Su rostro demacrado y surcado por profundas arrugas se ilumino con una sonrisa y de repente parecio tener algo familiar.
– ?Maestro Amon…? -Sarah pronuncio un pensamiento que habia acudido de manera espontanea a la mente.
Justo en aquel momento, la puerta de entrada crujio a sus espaldas. Se volvio y vio a Pericles, que la habia seguido para comprobar que todo iba bien. Cuando la joven se volvio de nuevo, el monje habia desaparecido.
– ?Padre?
Lo busco por todas partes con la mirada y accedio al abside, despojado de cancel seguramente desde hacia mucho tiempo. Sin embargo, no quedaba ni rastro del monje.
– Padre, ?donde esta…?
– ?Todo bien? -pregunto Pericles, que se le habia acercado con cara de preocupado.
– Por supuesto -aseguro Sarah-. Es solo que estaba hablando con un monje y…
Se interrumpio al ver que en la mirada de Pericles asomaba aun mayor confusion. ?Podia ser que la aparicion del monje hubiera sido fruto de su imaginacion? ?Que en realidad le hubiera hablado una voz interior? Por mucho que pensara en ello, era incapaz de decir en que idioma habia hablado con el anciano. Simplemente, lo habia entendido…
No le agrado la idea, pero decidio llegar al fondo del asunto. Recordo que el anciano habia senalado el altar y le pidio a Pericles que la ayudara. Juntos pusieron manos a la obra, ?y consiguieron empujar el bloque de piedra!
El altar se movio palmo a palmo rechinando y dejo libre la entrada a un pozo que bajaba en vertical y donde imperaba la mas absoluta negrura.
Mientras Pericles retrocedia por cautela, en el rostro de Sarah se dibujaba una sonrisa de satisfaccion. Estaba segura de que habia hallado lo que buscaba.
La entrada al oraculo…
Capitulo 7