que…

Un sonido sordo le llego de repente desde la oscuridad incierta que reinaba mas alla de la luz de la antorcha.

Sonaba como los grunidos de los chuchos que rondaban por el barrio londinense de East End y que, hambrientos como estaban, incluso atacaban a la gente: mendigos, borrachos o ninos, a los que consideraban presas faciles. Un instante despues, Sarah creyo ver realmente un par de ojos amarillentos y brillantes en la oscuridad.

?Era posible? ?Pues claro que no! Solo podia ser una ilusion optica, un reflejo de la luz de la antorcha, un…

?Los ojos se movian!

Oscilaban a un lado y a otro, se abrian como platos por un momento y, al momento siguiente, se entornaban hasta casi cerrarse. Subitamente se les anadio otro par de ojos, acompanado por un nuevo grunido hostil y, luego, ?un tercero!

Sarah ralentizo el paso. La vision de aquellos ojos brillantes y los sonidos amenazadores desataron en ella el miedo y, aunque no estaba dispuesta a dejarse vencer por el temor, no pudo evitar que la impresionaran. Fuera lo que fuera lo que la acechaba en la galeria, parecia realmente tener vida…

Se oyo un bufido y le llego un olor penetrante a azufre, que despertaba horrendas asociaciones. Se apodero de ella un miedo irracional, al que no cabia enfrentarse con argumentos, y Sarah vio con horror que los pares de ojos que no paraban de escudrinarla no eran de tamano normal, ?sino enormes!

Sarah siguio caminando como si estuviera en trance y se obligo a avanzar. La galeria se ampliaba y se transformaba en una cueva de cuyo techo colgaban numerosas estalactitas, cual puntas de lanza funestas. Y justo debajo se agazapaba la criatura mas terrorifica y peligrosa con la que jamas en la vida se habia topado.

Un cuerpo enorme y cubierto de pelaje negro, apoyado sobre cuatro patas gruesas como pilares y con una cola de escamas negra que restallaba de un lado a otro. El pescuezo, fuerte como una columna, se dividia en el medio y sostenia no una cabeza, sino tres: unos craneos de aspecto espeluznante, cubiertos por un pelaje oscuro y del diametro de una rueda de carro. De sus hocicos salia un halito sulfuroso, ensenaban los dientes y sus ojos amarillos miraban fijamente con un odio desmedido e insondable.

Aunque Sarah jamas se habia topado con una criatura como aquella, sabia perfectamente a que se enfrentaba.

Era la bestia que vigilaba la entrada del Hades.

Cerbero…

Capitulo 8

– ?Donde esta?

Una vez y otra la misma pregunta, que resonaba como un eco en la mente de Pericles, pero el continuaba negandose con todas sus fuerzas a contestar.

– No… se -replico con voz ronca mientras el olor acre a carne quemada le subia por la nariz.

Su carne…

Habian clavado cuatro estacas en el suelo, donde le habian atado los pies y las manos. Al principio se habian contentado con torturarlo a patadas y punetazos, y habia oido como sus costillas se rompian una tras otra con los brutales golpes, pero no habia rebelado nada.

Luego le habian arrancado la camisa y habian empezado a cortarle la piel con un cuchillo y a echarle sal en las heridas abiertas. Y aunque el dolor habia sido terrible y casi lo habia vuelto loco, habia continuado sin romper su silencio. A continuacion, los torturadores habian cambiado de metodo y le habian ensenado lo que era el autentico martirio…

– Te lo preguntare por ultima vez. -El macedonio oyo planear sobre el como un mal augurio la voz del coronel, y mantuvo los ojos cerrados para no tener que ver las malvadas sonrisas que se dibujaban en los rostros de sus verdugos-. ?Donde esta Sarah Kincaid?

– No… lo… se -repitio por enesima vez, y tuvo la sensacion de que estallaba de dolor cuando el acero al rojo vivo volvio a devorarle una vez mas la piel del rostro. El macedonio lanzo un alarido y el horror desmesurado que sintio lo obligo a abrir los ojos.

– No dejes que pruebe con tu vista -le insistio el coronel-. ?O quieres saber que se siente cuando el acero candente penetra en el ojo? ?Como lentamente…?

– No -murmuro Pericles de manera casi inaudible.

– ?Que has dicho?

– No -repitio el macedonio, esta vez en voz mas alta, seguido de un nuevo alarido cuando el acero candente le hirio la oreja derecha.

– Entonces contesta de una vez a mi pregunta -exigio el coronel sin compasion, y Pericles rompio su silencio.

Cerbero le lanzaba aullidos ensordecedores desde sus multiples fauces.

Sarah estaba paralizada de terror, el miedo mas oscuro le habia invadido el alma. Quieta y con los ojos muy abiertos, miraba a aquella criatura gigantesca cuyo aliento sulfuroso casi la privaba de los sentidos. El can exhalaba vaho por la nariz, tenia espuma en el hocico y ensenaba sus dientes amarillos.

– No -fue lo unico que consiguio decir la joven-. No, por favor…

Su ruego no se dirigia tanto a la bestia como a la realidad, a las verdades a las que hasta entonces se habia aferrado Sarah y que afirmaban que no podia existir una criatura como aquella. Sin embargo, tenia delante a Cerbero, que era como lo habia descrito Friedrich Hingis, ?y tan real como ella misma!

Las terrorificas cabezas oscilaban a un lado y a otro delante de ella, mientras los ojos amarillos seguian mirandola fijamente. Algo en su interior la impelia a apartarse y emprender la huida, pero no estaba en condiciones ni siquiera de eso: lo que veia era demasiado aterrador y fascinante a un tiempo. Cerbero, un monstruo de la mitologia, existia en verdad, aunque solo fuera alli, en aquella cueva antiquisima…

Esa idea le llamo la atencion, pues planteaba algunas preguntas: ?Como habia conseguido aquella criatura sobrevivir durante tanto tiempo? ?De que se habia alimentado a lo largo de los milenios? Bien tendria que haber salido de su escondrijo subterraneo para buscar presas. ?Como era posible que el mundo no supiera nada de ella?

En la mente de Sarah comenzaron a germinar las dudas, que instantaneamente se condensaron en los ojos de la criatura, en los que ya no ardian el odio ciego y la sed de sangre. El brillo de maldad parecia haberse apagado y, como si la razon fuera un arma que la bestia temia, ?el can retrocedio!

Sarah levanto la antorcha, que habia mantenido inmovil en la mano, y la ondeo, pero el monstruo no reacciono. Con cada nueva duda, con cada nueva reflexion que a Sarah se le ocurria y que la acercaba un paso hacia la conclusion de que una criatura como aquella contravenia todas las leyes de la naturaleza y del Cielo y, por lo tanto, no podia existir, Cerbero parecia perder tamano y fuerza.

– Me tienes miedo -afirmo con una mezcla de alivio y desconcierto mientras observaba como el monstruo se volvia traslucido delante de sus ojos y empezaba a desvanecerse. Y Sarah comprendio finalmente.

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