a otro.

– ?A quien?

– Fui yo.

La respuesta llego desde el otro lado del farol. Una silueta oscura y robusta se acerco al lecho de Sarah, que de improviso vio el rostro desfigurado por las quemaduras de su misterioso aliado con un solo ojo.

– Esta vivo -constato aliviada-. Ha sobrevivido al salto del tren.

– Asi es -asintio el ciclope, que tenia que agachar la cabeza para poder estar de pie en la cabana-. Sin embargo, no es facil seguirle el rastro, lady Kincaid. Mas de una vez pense que le habia perdido la pista. Pero finalmente he llegado hasta usted.

– Gracias -dijo Sarah sonriendo.

– No se precipite en darmelas. No la seguia unicamente para salvarla, sino tambien para hacer algo que usted no hubiera querido o no hubiera podido hacer.

– ?A que se refiere?

– Me he encargado de secar para siempre la fuente de la vida, lady Kincaid -contesto el ciclope quedamente-. He volado el pozo.

– ?Que? -Sarah lo miro aterrorizada-. ?Pero si acababa de descubrirla! Escondia una gran fuerza, grandes secretos…

– … que el otro bando podia usar en su provecho -anadio Hingis, que parecia aliviado con aquel desenlace-. ?Recuerda la conversacion que tuvimos en el tren?

– Pues claro que la recuerdo -aseguro Sarah-. Pero si destruimos todos los logros del pasado, no seremos mejores que la condesa y sus compinches.

– La Hermandad trata de apoderarse del saber de tiempos antiguos para su propio beneficio -explico el ciclope-. Nosotros, en cambio, nos encargamos de que no caiga en las manos equivocadas.

– Pero Kamal…

– Hay suficiente para que Kamal se restablezca -aseguro Hingis senalando la cantimplora que estaba junto al lecho de Sarah-. Nunca quisimos mas, ?o ya lo ha olvidado? ?Se ha apoderado de usted tambien la ambicion?

Sarah nego con la cabeza.

Sus companeros tenian razon. Era mejor cerrar para siempre el acceso a la fuente de la vida que arriesgarse a que se convirtiera en un medio de destruccion en manos de la Hermandad…

– Entonces -dijo dirigiendose de nuevo a su misterioso protector- me ha salvado la vida por segunda vez. Y ni siquiera se como se llama.

– Polifemo.

– ?Bromea?

– Yo nunca bromeo, lady Kincaid -respondio el ciclope.

Sarah pudo examinar por primera vez detalladamente el rostro del titan. En su semblante creyo vislumbrar cierta tristeza, la mirada de su unico ojo revelaba un dolor muy profundo…

– Entonces, Polifemo, le doy las gracias de todo corazon -dijo Sarah quedamente-. Y tambien le pido perdon por lo que le hice.

– No importa.

– ?Como puede decir eso? Yo soy la responsable de esas cicatrices y, en vez de guardarme rencor, me salva varias veces la vida y me protege.

– Es mi mision -se limito a contestar el ciclope-. Naci para eso.

– ?Para protegerme? -Sarah fruncio el ceno.

– A usted y a los suyos -confirmo Polifemo.

– Pero… ?quien le ha encargado esa mision? -pregunto Sarah con asombro.

– ?De verdad no lo sabe?

– ?Lo preguntaria si lo supiera?

– Lady Kincaid -contesto el ciclope, acercandose mas a ella para que solo le hiciera falta susurrar la respuesta-. Fue usted misma.

– ?Yo?

– Asi es.

– Pero ?como…? Quiero decir…

Las miradas de Sarah oscilaban confusas entre el ciclope y Friedrich Hingis, que parecia tan sorprendido como ella por aquella revelacion. ?Decia la verdad el titan? Al fin y al cabo le habia salvado la vida dos veces, con lo que no habia motivo para dudar de sus palabras. Pero, si era como el decia, ?por que ella no sabia nada?

Solo existia una respuesta posible.

La epoca oscura…

– ?Cuantos anos tenia entonces? -pregunto Sarah con cautela.

– No muchos -contesto Polifemo, confirmando con ello su suposicion-. Aun era una nina.

– Pero, entonces… ?Como…?

Sarah no sabia que decir. Millones de preguntas se agolparon en su mente. Toda la vida habia intentado descorrer la cortina del olvido y averiguar que habia ocurrido en su pasado. Ahora estaba por primera vez ante alguien que habia sido testigo de aquellos primeros anos.

Aunque el viejo Gardiner le habia hablado de su ninez, ella siempre habia tenido la sensacion de que le ocultaba algo. Ahora le surgia la oportunidad de obtener respuestas a algunas preguntas que, en su fuero interno, siempre se habia hecho, sobre todo la que Mortimer Laydon tambien le habia planteado en Newgate. Incluso arrastrado por la locura, Laydon habia sabido que esa era la cuestion que mas conmocionaba a Sarah.

La cuestion de su identidad…

– ?De verdad no lo recuerda? -pregunto Polifemo, y en su voz se percibia el desencanto, como si se acabara de frustrar una esperanza que habia albergado hasta el final.

– No -admitio Sarah en un susurro.

– Entonces es cierto lo que dicen.

– ?Quien dice que? -pregunto Sarah-. ?De quien habla? ?Que significa todo esto?

– Descanse un poco mas -dijo el ciclope cambiando de tema-. Partiremos tan pronto como se haga de noche. ?Se siente con fuerzas para proseguir el viaje?

– Por supuesto -aseguro Sarah, que se incorporo en su lecho provisional, que consistia en una manta de lana y un jergon de paja. Silencio a proposito el hecho de que se sentia completamente agotada y que le daba la impresion de que la cabeza le estallaria-. Pero no ha contestado a mi pregunta. ?Por que estoy aqui? ?Por que esta usted aqui? ?Que significa todo esto?

– ?Usted que cree?

Sarah solto un resoplido.

– Como si importara algo lo que yo crea o deje de creer…

– Las creencias siempre importan, lady Kincaid. Junto con el amor, forman el poder mas fuerte sobre la Tierra. Sus enemigos lo saben y han sacado partido de ese conocimiento. Se ha orquestado una conspiracion cuyas raices se remontan a milenios atras y, sin quererlo o incluso sin saberlo, usted se ha convertido en el centro de interes.

– ?Yo? -pregunto Sarah, que habia dejado de poner en duda las palabras del ciclope. No obtendria respuestas si no estaba dispuesta a darles credito-. ?Por que yo precisamente?

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