ahora la naturaleza reclamaba sus derechos irrevocables.

Cranston se rio untuosamente. Luego ordeno a dos de sus hombres que hicieran lo que Sarah pedia.

Cuando soltaron las cuerdas con que la habian atado, Sarah estuvo a punto de caer del caballo, pues tenia el cuerpo entumecido y helado, y estaba agotadisima despues de tantas horas cabalgando. Se deslizo con cuidado a un lado para bajar de la silla y se vio rodeada por un peloton de hombres medio desnudos que se cambiaban los uniformes azules otomanos por ropas de civil: pantalones y tunicas de lino suave, capas anchas o jubones de piel de oveja. La mayoria conservaron el indispensable fez o lo envolvieron con ropa clara para convertirlo en un turbante. Tambien conservaron las armas. Mientras no hablaran, cualquiera podria tomarlos por un grupo de guerrilleros griegos, lo cual, en opinion de Sarah, ilustraba una vez mas la absurdidad de aquel conflicto.

Cranston, que se habia quitado la barba postiza y se habia borrado el color de la tez, se ocupo personalmente de alejarla un trecho de los demas empunando un revolver.

– ?Tanto me teme? -pregunto Sarah burlandose abiertamente.

– Nada de miedo, querida. Pero me han avisado de que le gusta dar sorpresas. Y, despues de lo que he visto, no puedo sino confirmarlo.

Sarah se detuvo en un pequeno claro que estaba rodeado de espesos matorrales.

– Dese la vuelta -exigio.

– Soy medico, querida. No tiene nada que no haya visto antes.

Sarah lo fulmino con la mirada. No obstante, al ver que Cranston no daba muestras de comportase como un caballero, se dio la vuelta ella e hizo lo que la naturaleza le exigia. Notar la mirada de Cranston en la nuca y oir sus risitas maliciosas fue humillante.

– ?Recuerda el juramento que le hice? -pregunto la joven despues de volver a vestirse.

– Por supuesto: que me pediria cuentas si a Kamal le ocurria algo malo.

– Erroneo. -Sarah meneo la cabeza-. Se las pedire de todos modos. Es usted un cerdo y un vulgar asesino, y pagara por ello.

– ?Otro juramento? -pregunto el medico, en absoluto impresionado.

– Llamelo promesa -dijo Sarah, lo dejo alli plantado y volvio a la zona de descanso sin darse la vuelta en ningun momento.

La transformacion de los hombres se habia completado entretanto. A una orden de Cranston, montaron a caballo. Condujeron a los prisioneros terraplen abajo a traves del bosque y llegaron a un pedregal que flanqueaba el cauce de rio en ambas riberas y que habia formado un vado.

Los primeros ya hacian avanzar a sus caballos por el agua helada, en la que los animales se hundieron hasta el abdomen. Sin embargo, el fondo del rio no era tan profundo mas adelante y llegaron sin esfuerzo al otro lado. Un soldado tras otro cruzaron el vado y tambien la montura negra de Sarah fue conducida por las riendas hasta el rio. La joven estaba de nuevo atada a la silla y a los estribos, con lo cual se habria ahogado miserablemente si el caballo se caia o el agua lo arrastraba, pero renuncio a protestar. Solo habria conseguido que Cranston y sus esbirros se rieran de ella.

Sarah noto el agua fria que le entro en las botas y le subio por las perneras, y sintio la presion de la corriente en las pantorrillas. El semental echo la cabeza atras con nerviosismo y, puesto que la joven no podia guiarlo con las riendas ni tranquilizarlo con caricias, le hablo en voz baja e intento gobernarlo lo mejor posible haciendo presion con los muslos. Un trecho a su derecha, los soldados obligaron a Polifemo a entrar en el rio. El ciclope descollaba como una estatua en medio de las aguas de color turquesa, resistiendo la corriente.

El caballo de Sarah llego por fin a la otra orilla y la joven volvio la cabeza para buscar a Hingis con la mirada. Descubrio a su amigo en medio del rio, todavia inconsciente y colgando de traves sobre la grupa del caballo de carga. Los soldados que tiraban del animal se encargaron de que Hingis sumergiera la cabeza y los pies en el agua helada. El suizo se desperto al instante y lanzo un alarido ronco y pataleo como un loco, y recibio por respuesta las estentoreas carcajadas que soltaron los hombres a ambas orillas.

– ?Quereis parar de una vez, brutos? -Sarah salio en defensa de su amigo, que continuaba agitandose torpemente.

Los soldados se limitaron a reir aun mas fuerte, y todavia se carcajearon mas cuando Hingis resbalo del caballo y se precipito de cabeza al agua. La corriente lo arrastro y lo alejo de alli.

– ?Auxilio! -rugio el suizo con todas sus fuerzas-. ?Me ahogo…! -Las ultimas silabas no se oyeron a causa del terrible gorgoteo que produjo al hundirse.

– ?Cranston! -grito enfurecida Sarah-. ?A que espera? ?Haga el favor de sacarlo de una vez, no sabe nadar!

– Mala suerte -contesto Cranston indiferente mientras Hingis seguia siendo arrastrado por la corriente entre gimoteos, alaridos de pavor y agitando los brazos torpemente.

Sarah intento en vano deshacer los nudos de las ataduras con que la habian maniatado. El resultado fue que las cuerdas le constrineron aun mas las munecas.

– Haga algo, maldita sea -exigio furiosa-. Se va a ahogar…

– Eso parece -confirmo Cranston sonriendo burlon.

El medico espero todavia unos segundos, durante los cuales les llegaban los gritos y los gorgoteos de Friedrich Hingis. Luego ordeno a sus hombres que cogieran una cuerda y sacaran del agua al quejumbroso erudito.

Sarah respiro hondo y se dispuso a gritarle a Hingis que la ayuda estaba en camino, pero no consiguio ver a su companero por ningun lado. Unos segundos antes, aun se divisaba claramente su cabellera mojada, pero ahora habia desaparecido. Y peor aun: los gritos de Hingis habian enmudecido subitamente.

– No -murmuro Sarah suplicante, y obligo al caballo a girarse ejerciendo presion con los muslos. Sin embargo, mirara donde mirara, no descubrio ni rastro de Friedrich Hingis. Sarah busco en vano burbujas o cualquier otra senal de vida. La conclusion que se imponia era tan simple como tremenda: la corriente habia arrastrado a Hingis y se lo habia tragado.

Se habia ahogado…

– Montad -ordeno Cranston-. ?Reemprendemos la marcha!

– ?Quiere reemprender la marcha? -pregunto Sarah-. ?No piensa buscarlo?

– ?Para que? -Cranston se encogio de hombros-. Si hasta ahora no ha conseguido salir a la superficie es que esta muerto. Y no voy a pescar su cadaver en el rio para luego sepultarlo en la tierra. No tenemos tiempo para esas tonterias.

– ?Tonterias? -pregunto Sarah-. ?Llama tonteria a enterrar a una persona que usted ha empujado a la muerte?

– Cuando se quiere llegar a ser algo, hay que establecer prioridades, lady Kincaid. La condesa de Czerny nos espera lo antes posible.

– Y usted hace todo lo que ella dice, ?verdad? -mascullo enfurecida Sarah, que intentaba disimular su consternacion y su pena por Friedrich Hingis con un arranque de ira-. Como un buen perrito faldero.

– En absoluto -nego el medico meneando la cabeza-. Pero he comprendido algo de lo que usted no parece ser consciente a pesar de su celebre sagacidad.

– ?Y que es? -pregunto Sarah resollando.

– Que esa gente tiene mucho mas poder del que podamos imaginar. Muy pronto dominaran el orbe entero, Sarah, y no se puede regatear con los futuros amos del mundo.

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