– Porque era la unica capaz de encontrar la fuente de la vida y conseguir el elixir.
– Tonterias -descarto Sarah-. Tampoco ha sido tan dificil.
– Porque la intuicion le ha senalado el camino -afirmo convencido Polifemo-. Hubo otros que buscaron la fuente de la vida y no la encontraron nunca porque no tenian sus conocimientos ni su experiencia.
Sarah medito. ?Habia sabido realmente en su fuero interno donde se encontraba el pozo oculto? Al menos, eso explicaria la aparicion de aquel enigmatico monje que le habia senalado el camino.
– Pero eso significaria que… que yo ya habia estado en la fuente de la vida -concluyo.
– ?Conoce la historia de Inanna y Tammuz? -pregunto el ciclope.
– No mucho -admitio Sarah-. Se que eran dioses del panteon sumerio, pero…
– Tammuz era el amante de Inanna -intervino Hingis, a ojos vista mas experto que ella en mitologia oriental-. Inanna era la diosa de la fertilidad y de la guerra, y Tammuz, dios de la tierra y de la naturaleza, velaba los bosques y los campos. Por motivos que no recuerdo, Inanna emprendio un viaje a los infiernos del que estuvo a punto de no regresar. Tammuz ocupo su lugar para salvarla.
– Cierto -confirmo Polifemo. Mientras Hingis hablaba, habia mantenido el ojo cerrado como si pudiera verlo todo mentalmente-. Para salvar a Inanna, Tammuz le dio el agua de la vida y la diosa pudo regresar a su mundo.
– Una bonita historia -afirmo Sarah-. ?Y que tiene que ver conmigo?
– Esa historia -contesto el ciclope- es la respuesta a su pregunta. El raciocinio y sus conocimientos le han indicado el camino hacia la fuente de la vida. Pero el ultimo paso, el decisivo, lo han dado por usted sus recuerdos.
– ?Y eso significa…? -pregunto Sarah, aunque intuia que la respuesta la aterraria.
– Hace mucho que lo sabe -dijo el ciclope quedamente, y le dirigio una mirada penetrante desde su unico ojo-. Usted es Inanna.
Sarah no tuvo tiempo de alterarse por esa revelacion, irracional a mas no poder, ni siquiera de sorprenderse, porque, cuando Polifemo acababa de pronunciarla, los acontecimientos se precipitaron.
La tranca carcomida que cerraba la cabana se partio estrepitosamente y la puerta se abrio con violencia. Irrumpieron varios hombres que llevaban el fez rojo y el uniforme azul de las tropas otomanas y les apuntaron con sus fusiles Remington.
– ?Quietos!
A pesar de la advertencia, Sarah se incorporo, y Polifemo y Hingis se volvieron. El ciclope se llevo la mano a la capa, debajo de la cual guardaba el punal en forma de hoz, pero desistio al verse encanonado por los fusiles, que parecian ansiosos por escupir su plomo. Lo desarmaron rapidamente, prendieron a sus companeros y los empujaron fuera de la cabana, tambien a Sarah, a la que habian obligado a levantarse y a quien le costo lo suyo mantenerse en pie al dar los primeros pasos.
Fuera hacia un frio atroz. A juzgar por el rumor que se oia, estaban cerca del rio. Por lo visto, Polifemo habia cargado un buen trecho a Sarah mientras estaba inconsciente.
Aun no habia caido la noche, pero ya oscurecia. En el cielo se divisaban algunas franjas rojizas y violaceas que amenazaban lluvia inminente. Una espesa arboleda rodeaba la sencilla morada de pastores que habia hecho las veces de refugio a Sarah y sus companeros. Delante se habian apostado dos docenas de soldados turcos, todos a caballo. Su vision descorazono a la joven. No tenian la menor posibilidad frente a semejante superioridad numerica…
Les ordenaron alinearse delante de la cabana y Sarah temio que quisieran establecer ejemplo con ellos y los fusilaran aplicando la ley marcial. Sin embargo, los soldados se hicieron entonces a un lado y abrieron paso a su oficial, un coronel otomano que llevaba una casaca azul que no solo mostraba los tipicos arabescos, sino que tambien lucia unas charreteras doradas.
Sarah se quedo pasmada al oir aquella voz, que no hablaba en turco, sino en un ingles sin acento y que le resultaba muy familiar. Llena de incredulidad, levanto la vista y, detras de la barba postiza y del falso color de aquella tez, reconocio el conocidisimo rostro de…
– Cranston -mascullo.
– Muy bien -asintio el medico-. Me ha reconocido a pesar del disfraz.
– El hedor a podrido le ha delatado.
– Que encantadora -dijo el, sonriendo con ironia.
– ?Por que ha venido? -le pregunto Hingis, airado-. ?Que hace aqui? ?Por que no esta cuidando a su paciente en vez de montar estupidas mascaradas?
– Esta mascarada, como usted la llama, puede significar la diferencia entre un extranjero muerto o vivo en estos tiempos revueltos -respondio Cranston, imperterrito-. Y, por lo que respecta a mi paciente, yo puedo hacer poca cosa. ?No es cierto, lady Kincaid?
Sarah respiraba entrecortadamente, su pecho subia y bajaba a causa de la ira, pero no contesto.
– Venga, se que ha encontrado el agua de la vida. De lo contrario, ?como se explica que nosotros hayamos encontrado cerrada la entrada y el pozo cegado?
– No se de que me habla -afirmo Sarah.
– No mienta. Se que ha estado en la vieja iglesia. Me lo ha dicho su valeroso guia.
– ?Pericles? -pregunto Sarah prestando toda su atencion.
– Al principio se nego a hablar, pero luego lo hizo a borbotones. Demasiado tarde, por desgracia. No pudo salvarse.
– ?Mentiroso! -se sublevo Sarah-. ?Usted le pego un tiro!
– En el estado en que estaba, era lo unico que podia hacer por el - explico Cranston esbozando una cruel sonrisa-. Lamentablemente, su cabezoneria duro demasiado y no hemos llegado a tiempo para evitar que usted cometiera el cobarde atentado.
– Asi es la vida -senalo Hingis, impasible-. Donde las dan las toman.
– No exactamente. A la condesa no le hara ninguna gracia que se haya destruido la fuente de la vida. Pero, puesto que tenemos la muestra que recogio lady Kincaid y podemos someterla a un analisis quimico…
– Se equivoca -dijo Sarah.
– ?En que?
– No tenemos ninguna muestra.
– ?Pretende hacerme creer que no ha conseguido el elixir de la vida? ?Despues del largo y peligroso viaje que ha acometido? ?Despues de estar tan cerca de salvar a su querido Kamal?
– No habia ningun elixir -afirmo Sarah-, y el derrumbe de la galeria fue accidental.
– Una bonita historia -afirmo Cranston-. Y ahora, la verdad: usted bajo al pozo y se aprovisiono de agua de la vida. Despues bloqueo la entrada con la ayuda de sus companeros.
– Imaginaciones suyas -dijo simplemente Sarah.
– Tal vez si. Tal vez no.