Un examen mas atento le revelo que su primera impresion de la casa era falsa. No era simetrica. Un ala se extendia a los dos lados de la entrada coronada por un friso, pero la parte izquierda de la casa era mas grande y ocupaba mas espacio del patio. Encontro que aquella ilusion optica era mas agradable que el riguroso equilibrio de un edificio real.
Kincaid se estiro y salio de su abollado Midget MG. Los muelles del asiento del conductor llevaban anos hundidos, e impedian que rozara con la cabeza la mullida capota mientras conducia. Miro a su alrededor. Al oeste, una hilera de casitas bajas, construidas con la misma piedra dorada que la casa; al este, los cuidados jardines se extendian hacia la masa montanosa de Sutton Bank.
Sintio que la serenidad salia por todos sus poros, y cuando se dio cuenta de que estaba inspirando profundamente comprendio los nervios que habia pasado. Desterro de su mente las preocupaciones del trabajo, saco la bolsa de viaje del maletero y se encamino hacia la casa.
La pesada puerta de paneles de roble no estaba cerrada, y se abrio de par en par en cuanto Kincaid la toco, dandole paso a una entrada de casa tipicamente campestre, que contenia hasta botas y paragueros. En el vestibulo adyacente, un bol chino de crisantemos de bronce sobre una mesita auxiliar desentonaba con la alfombra carmesi. El aire estaba cargado de olor de cera para muebles.
Por una puerta entreabierta a la izquierda, oyo claramente una voz femenina que mordia las palabras con furiosa precision.
– Oyeme bien, sanguijuela, te tengo dicho que no te metas en mis cosas. Estoy harta de que espies y te entrometas cuando crees que no te ven -la mujer inspiro bruscamente-. Lo que haga o deje de hacer en mi tiempo libre no es asunto de nadie, y menos tuyo. Has llegado muy lejos, dada tu procedencia y tus cualidades -la ultima palabra sono caustica-, pero por estas que te vas a enterar. Te equivocas si crees que pasaras por encima de mi.
– ?No tengo ninguna intencion! -Kincaid no pudo evitar sonreir ante aquella respuesta de la segunda voz-. Vamos, Cassie, eres una arpia. Solo porque hayas hecho de todo por ascender hacia la direccion no significa que seas el Verdugo Mayor del Reino. Ademas -anadio, con una punta de malicia-, no te quejaras de mi: me importa un comino lo que hagas con los huespedes, pero no creo que encaje mucho con la idea corporativa de hospitalidad, a no ser que quieran recrear la fiesta de una casa eduardina. A ver como te las apanas esta semana… ?El juego de las camas? -Era una voz masculina, penso Kincaid, pero fina y un poco nasal, con un deje de Yorkshire en las vocales.
Kincaid retrocedio unos pasos hacia la puerta, la abrio con fuerza, volvio a cruzar el vestibulo rapidamente y llamo a la puerta entreabierta antes de asomarse al interior.
La mujer estaba delante de una bonita mesa estilo Reina Ana que parecia hacer las veces de recepcion, de espaldas a la ventana, con las manos inmoviles en el gesto de alinear un monton de papeles. Su companero, apoyado en el marco de otra puerta, tenia las manos en los bolsillos y una expresion de sorna.
– Buenos dias, ?que desea? -pregunto la mujer, sonriendo a Kincaid con una perfecta compostura, sin rastro de la rabia que acababa de oir.
– No se si he acertado con el lugar… -dijo Kincaid, tanteando.
– Si busca Followdale House, si. Soy Cassie Whitlake, directora de ventas. Y usted tiene que ser el senor Kincaid.
El le sonrio, entro y poso su bolsa:
– ?Como lo sabe?
– Por eliminacion, en realidad. El domingo por la tarde es el momento de entrega de llaves, y los demas huespedes han llegado ya o no coinciden con la descripcion que nos dio de usted su primo.
– No hay nada peor que te preceda una reputacion… Espero que no fuera muy mala… -Kincaid se sintio aliviado, pues la mujer no se habia dirigido a el por el rango. Tal vez su primo Jack hubiera sido discreto por una vez en su vida y el iba a poder disfrutar de sus vacaciones como un ciudadano britanico corriente y moliente.
– Al contrario. -Ella arqueo las cejas, dando un tono seductor a su cortes respuesta, y Kincaid se pregunto, incomodo, que seria lo que habia dicho Jack.
Observo con interes a Cassie Whitlake. A primera vista, le habia echado unos treinta anos, pero tenia una edad dificil de definir. Era alta, tan elegante como las lineas curvas de su escritorio, llamativa de una forma monocromatica. Tenia los ojos y el cabello del color de hoja seca de roble, la piel clara, el sencillo vestido de lana que llevaba era de un tono ligeramente mas oscuro que su cabello. Se le ocurrio que tenia que haber escogido los crisantemos del recibidor, pues combinaban con ella a la perfeccion.
A lo largo de la conversacion, su companero habia mantenido una postura desenfadada, moviendo la cabeza como un pajaro. Ahora se saco la mano derecha del bolsillo y se acerco a Kincaid.
– Yo soy Sebastian Wade, ayudante de direccion, o lacayo de nuestra Lady Di, segun como se vea -le dijo, tendiendole la mano. Miro de reojo a Cassie para medir el efecto de su broma, y sonrio a Kincaid mientras le estrechaba la mano. Su saludo resulto acogedor, y Kincaid se sintio mas en sintoma con la ironia compartida de Wade que con la fina cortesia de Cassie Whitlake. Wade no llegaba a los treinta anos, era un hombre de constitucion fragil, cabello rubio trigueno cortado a la moda y piel granulosa sobre rasgos delicados. Sorprendian sus ojos oscurisimos.
Cassie se apresuro a dar la vuelta a su escritorio para desviar la atencion de Kincaid tocandole el brazo con sus frios dedos.
– Le mostrare su suite. Luego, cuando se haya instalado, le ensenare todo y contestare a todas sus preguntas.
Sebastian Wade lo saludo con un gesto burlon cuando Cassie se lo llevo de la estancia.
Kincaid la siguio al vestibulo admirando como el suave tejido de su vestido marcaba su silueta. Le llego una vaharada de perfume acre, como de almizcle, inesperado en una mujer tan elegante. En cuanto a la altura, habia acertado: sus cabezas estaban casi a la misma altura.
Ella se volvio al empezar a subir las escaleras.
– Para mi, esta suite es la mejor de la casa. Es una lastima que su primo y su mujer tuvieran que cancelar las vacaciones en el ultimo momento. Ha tenido suerte -anadio, nuevamente con una punta de impertinencia.
– Si -respondio Kincaid, y por un momento se pregunto como su primo, sincero y bonachon como era, habia afrontado el sofisticado interrogatorio de Cassie Whitlake.
En lo alto de las escaleras, siguio a Cassie por un pasillo que corria por la parte trasera de la casa y acababa en una puerta decorada con un discreto numero cuatro de bronce. Cassi abrio la puerta con llave y lo guio al exiguo recibidor. Kincaid no pudo entrar con su bolsa por aquel espacio sin rozarla, y ella le sonrio de forma sugerente.
El recibidor daba a un saloncito donde era evidente la mano de decoradora de Cassie, al menos en la eleccion de los colores. Los mullidos sofas y butacas eran de un color dorado apagado, con brazos redondos, botones y flecos, las cortinas verde aceituna, y la alfombra estampada mezclaba las dos tonalidades en una excesiva asociacion geometrica. Toda la habitacion, que podia salir entera de cualquier tienda de muebles de clase media, exhalaba respetabilidad solida y anonima.
Lo mejor de la habitacion era la puerta cristalera del fondo; Cassie siguio a Kincaid cuando cruzo la estancia, dejo la bolsa y la abrio. Salieron juntos al estrecho balcon. Ante ellos, se extendian las tierras y jardines de Followdale hasta la loma de Sutton Bank, que se elevaba en la distancia.
– Alli hay una cancha de tenis. -Cassi senalo a la izquierda-. Y el invernadero. Tenemos campo de croquet y de badminton y bolera, aparte de los itinerarios para caminar y montar a caballo. Ah, y piscina cubierta, por supuesto. La piscina es uno de nuestros mayores atractivos. Creo que lo tendremos ocupado.
– Estoy impresionado -sonrio Kincaid-, me puede dar un ataque de nervios con tanto donde elegir.
– De momento, le dejo que se instale. Si quiere comprar algo, la tienda del pueblo esta a pocos pasos, por la carretera. A las seis ofrecemos un coctel en la sala, asi los huespedes tienen ocasion de conocerse.
– Tengo poca experiencia en multipropiedades. ?No se conocen ya los demas huespedes, puesto que poseen la misma semana?
– En realidad, no. Siempre hay gente nueva. Los propietarios se cambian las semanas, o se marchan a otro sitio, y nunca se sabe quien va a estar. Ademas, esta semana hay varios nuevos.