– Sargento James. -Le sonrio a Gemma y les hizo un gesto de bienvenida-. Espero tener un aspecto mas presentable que la otra vez que paso -dijo, senalando el jersey y la falda-, hasta me he maquillado. ?Que desean?

Kincaid se presento y le explico.

– Es solo una pregunta rapida, nos llevara un momento.

Echo un vistazo a las dos pulcras zonas, la de vivienda y la de despacho mientras pensaba que la ausencia de desorden encajaba con la actitud dinamica de Martha Trevellyan. Sin embargo, percibio que parte de ese dinamismo podia ser fingido, y que Martha Trevellyan era mas desconfiada hacia ellos de lo que daba a entender.

– Doy por sentado que tenia usted referencias de Felicity Howarth. ?No le habian advertido de ningun problema con enfermos terminales? ?Negligencia al suministrar medicamentos, algo por el estilo?

Ella miro fijamente a Kincaid con la boca abierta.

– ?Por supuesto que no! Nunca cogeria a nadie sin un historial limpio. Mi trabajo depende de la calidad de los cuidados. Y Felicity no solo tenia experiencia, sino una preparacion especial.

– ?Que tipo de preparacion? -pregunto Gemma mientras sacaba cuaderno y boligrafo-. No sabia que esto existiera.

– Hay un curso precisamente para el cuidado de enfermos terminales. Felicity estaba graduada. Es en Winchester o Exeter, algo asi. -Se dirigio a su escritorio, pero retiro la mano y cruzo los brazos fuertemente sobre el pecho-. Me gustaria que muchas de mis enfermeras estuvieran tan bien cualificadas, pero es dificil. La demanda es cada vez mayor.

– Has vuelto a dejar de fumar, ?verdad? -dijo Gemma, al tiempo que senalaba el reluciente cenicero del escritorio.

– Todavia los busco. La mano es mas rapida que el cerebro. -Martha sonrio, como disculpandose-. Pero mi decision no va a durar mucho, como la manana siga asi.

– ?Se acuerda exactamente de donde hizo Felicity ese curso? -pregunto Kincaid, satisfecho de que Gemma distendiera la tension que habia creado el. Era util para su proposito. La reaccion inicial de Martha a su pregunta habia sido demasiado espontanea para dudar de su sinceridad.

– No hace falta que me acuerde. Lo tengo aqui, en el archivo. -Tiro de un cajon y paso las carpetas de colores vivos con una facilidad dada por la practica-. Aqui esta. No en Winchester sino en Dorchester. Siempre me confundo. -Le paso un papel a Gemma-. Copia la direccion si la necesitais, pero yo se que es un curso de mucha fama. ?Necesitais tambien las referencias de los medicos?

– Si, por favor.

– Apostaria mi reputacion por la competencia de Felicity Howarth -dijo Martha despacio-. Tan segura me siento. De hecho -anadio, con cierto pesar-, creo que ya lo he hecho.

– No tiene por que preocuparse, senora Trevellyan. -Kincaid le sonrio, preparando el camino para una salida elegante-. Solo estamos comprobando algunos cabos sueltos.

***

Cuando llegaron a Richmond, la bruma se habia disipado y un palido sol se filtraba entre las hojas que pendian sobre la carretera. Kincaid miraba el mapa.

– Petersham esta un poco mas adelante, segun las indicaciones que me han dado por telefono. La escuela se encuentra justo al salir de la carretera.

– Eso me suena. Como copiloto dejas mucho que desear.

El miro el perfil de Gemma. Aunque tenia la vista fija en la carretera, las comisuras de sus labios se curvaron en un esbozo de sonrisa.

– Pero como tu no puedes conducir e indicar a la vez, tendras que convivir con mis deficiencias, ?no?

Poco despues de entrar en Petersham, encontraron a la derecha un alto muro de ladrillos.

– Aminora, Gemma. La entrada debe de estar cerca.

Un giro brusco a la derecha a traves de una verja abierta revelaba una extension de prados verdes, simetricamente dispuestos entre edificios de ladrillos, y detras de la escuela, reluciente bajo el sol, estaba el Tamesis.

– Vaya -dijo Gemma mientras aparcaba el coche-, nuestro Roger lo debio pasar fatal, ?eh?

Una secretaria les indico un despacho lleno de libros con grandes ventanas que daban al rio. Aguardaron en silencio. Gemma se quedo mirando los cisnes que nadaban por el agua, y Kincaid se fijo en que el jersey negro que llevaba acentuaba el contraste entre su cabello brillante y la piel clara.

La puerta se abrio y el director irrumpio en la sala, con la toga negra ondeando como las alas de un cuervo. Tendria la edad de Kincaid, con menos pelo, gafas y una barriga incipiente, e irradiaba una energia arrolladora.

– Soy Martin Farrow -Les dio a los dos un fuerte apreton de manos-. ?Que les trae por aqui?

Kincaid considero que aquel hombre no apreciaria un exceso de palabras.

– Uno de sus antiguos alumnos, Roger Leveson-Gower, ?lo recuerda? De hace al menos diez anos.

Martin Farrow no les pidio que se sentaran. Kincaid penso que aquella omision no se debia a una falta de cortesia, sino sencillamente a que a Farrow no se le ocurria que los demas prefirieran no estar de pie.

Farrow se balanceo sobre los talones mientras reflexionaba sobre la pregunta.

– ?Ah!, lo recuerdo, ya lo creo. Entonces yo era subdirector y los problemas de disciplina me solian llegar a mi. ?Que ha sido de Roger? ?Ha hecho carrera como falsificador? ?Seguros fraudulentos? ?Roba los ahorros a las viejecitas?

– Nada tan espectacular. Deduzco que Roger prometia como delincuente. ?Como no lo echaron?

– Si hubiera dependido de mi, lo habria hecho. -Farrow se puso a caminar por la habitacion mientras hablaba, arreglando los almohadones del sofa, ajustando las sillas al milimetro, de manera que Kincaid y Gemma tenian que dar vueltas como peonzas para seguirlo-. Esta es una buena escuela, progresista; nada de aquellas tonterias de golpetazos medievales ni de gachas para cenar; y expulsar a estudiantes como Roger Leveson-Gower no mejora su reputacion.

Kincaid, acostumbrado a su alternancia en las entrevistas, miro a Gemma con expectacion. El rostro de ella era inexpresivo, tenia la vista fija en algun punto tras la cabeza de Martin Farrow.

– Ya -dijo, antes de que el silencio se alargara-, ?y que triunfo guardaba en la manga?

Farrow se paro en seco, con las manos apoyadas en el respaldo de una mecedora, y Kincaid lo vio, de pronto, detras de un atril, su perpetuo movimiento congelado por un ancla fisica.

– Su padre contribuyo generosamente a la fundacion de nuestro edificio. -Se encogio de hombros-. Lo tipico. Ademas, por muy granuja que fuera Roger, era siempre lo bastante astuto para que no le pillaran en nada serio. De todas formas, me alegre mucho cuando acabo y se fue.

– Pues, o se han debido agotar los fondos o la generosidad de su padre, porque ahora Roger vive a costa de una mujer que no debe de ganar mucho mas del salario minimo.

Farrow sonrio.

– Me parece propio de el. Intimidaba a los pequenos, que le tenian un miedo terrible, y siempre disponia las cosas de forma que encajaran con sus confabulaciones.

– ?Alguna vez tuvo indicios de que pudiera ser violento?

– No. -Farrow sacudio la cabeza-. Demasiado calculador, demasiado preocupado por su pellejo. -Se quedo un momento pensativo-. Si Roger Leveson-Gower desato alguna vez su violencia, seguramente se cercioro de no ser descubierto.

***

– ?Satisfecha? -pregunto Kincaid, cuando Farrow los hubo conducido a la puerta y visto meterse en el coche mientras los despedia con un gesto alegre de la mano.

«Era un chico inteligente», fue el ultimo comentario de Farrow. «Siempre me sabe mal que una buena mente se desperdicie.»

– ?Te lo esperabas como el primero de la clase? -pregunto Gemma mientras ponia en marcha el Rover y salia

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