semana mientras dejaba caer cada uno de los dias sobre el siguiente como fichas de domino, pero no se sentia mas cerca de la resolucion del enigma de la muerte de Jasmine que hacia una semana. La frustracion lo llevo por fin a retirar las mantas, pero ni la ducha, ni las tostadas, ni el cafe lograron quitarle la persistente sensacion de fracaso.
Resultaria bastante facil nombrar a Roger Leveson-Gower como el candidato mas probable, pero no tenia ni una triste prueba. Y por mucho que Roger encajara a la perfeccion con el perfil emocional de un asesino, habia algo que no acababa de cuadrar. La idea de que Jasmine hubiera permitido que un desconocido, tan poco de fiar, le diera una dosis fatal de morfina era un obstaculo a la logica que Kincaid no podia pasar por alto.
Se entretuvo afeitandose y vistiendose, y cuando llego a la calle, el lechero estaba haciendo su silenciosa ronda y ningun ruido de puertas cerrandose de golpe, ni de motores de coche rompia el silencio de la madrugada en Carlingford Road. El cielo estaba claro, el aire quieto, y en un impulso, recogio la lona del Midget. Le encantaba conducir por Londres de noche o de madrugada, en el momento en que el trafico disminuia. Le daba la sensacion de estar en paz con la ciudad, de ser una parte en lugar de estar en guerra con ella.
Habia una hoja de fino papel de fax en su bandeja. Kincaid se apodero de su silla, pues habia llegado antes que Gemma, y se puso a leerlo.
El comandante Harley Keith habia sido destinado a la India justo despues de la guerra, en 1945, ostentando un nuevo cargo y recien casado. Habia permanecido en Calcuta durante la insurreccion de 1946 y habia perdido a su mujer y a su hija en la revuelta. Segun lo que Kincaid podia deducir de la poco familiar jerga militar, la promocion de Keith habia sido minima despues de aquello: una carrera que parecia prometedora se estanco en la mediocridad. Destinado de vuelta a Inglaterra en 1948, el comandante paso el resto de su carrera haciendo de secretario de oficiales superiores.
Kincaid suspiro y tomo la siguiente hoja del monton. Un breve informe de la policia de Dorset le comunicaba que un tal Timothy Franklin habia sido ingresado hacia veinticinco anos en el Farrington Center para la Salud Mental, antes conocido como Manicomio Farrington. Las hojas de ingreso estaban firmadas por Althea Franklin, la madre del paciente. La dolencia de Franklin habia sido clasificada en la hoja de admision como esquizofrenia, y nunca habia salido. Althea Franklin habia muerto en Bladen Valley en 1977.
Una nota manuscrita anadida por el oficial que mandaba el informe explicaba a Kincaid que el Farrington Center estaba a tres kilometros al norte de Dorchester y que era un poco dificil de encontrar.
Gemma entro cuando estaba acabando de leer el informe y de beber el segundo cafe. La decepcion asomo a su rostro antes de que sonriera y dijo:
– Jefe, esta manana tienes los ojos brillantes y un aire de triunfador.
– Me he adelantado, ?eh?
Un juego tonto de aventajar al adversario, pero que le divertia, y en el que preferia perder mas que ganar porque sabia que a Gemma le gustaba la sensacion de poder que le conferia estar a solas en su despacho por unos minutos.
– ?Algo interesante? -pregunto ella mientras se sentaba enfrente.
El le tendio los informes y aguardo en silencio a que los leyera. Gemma arrugo la frente mientras leia el del comandante Keith, y cuando acabo levanto la vista y sacudio la cabeza.
– Se diria que nunca se ha recuperado de la muerte de su esposa y de su hija. Da miedo pensar que una persona tan corriente y moliente como el comandante haya sufrido semejante tragedia.
Kincaid entendio lo que queria decir; en cierto sentido, hacia que la vida de uno pareciera menos inmune: «Si puede pasarle a alguien tan vulgar como el comandante, puede pasarme tambien a mi».
– Se lo tendre que preguntar. -Sin pretenderlo, se vio confesando su desasosiego a Gemma-. Es extrano, no puedo dejarlo todo asi, aunque tendre que seguir siendo vecino suyo despues de husmear en el episodio mas doloroso de su vida. Y encima es una persona profundamente reservada. -Se quedo pensativo-. Jasmine daba la misma impresion. Nunca se te ocurria preguntarle nada sobre su vida que no hubiera contado ella. El comandante y ella debieron establecer un vinculo muy especial.
– ?Hablaras hoy con el?
Kincaid vacilo, luego tomo otra decision repentina, aunque sabia que, en parte, estaba alimentada por la desgana de hacer frente al comandante.
– Me voy a Dorset.
– ?Otra vez? -el tono de Gemma era claramente critico-. Creo que estas perdiendo el tiempo. Hay suficientes cosas aqui, en Londres, en las que concentrarse sin perseguir fantasmas por los pueblecitos olvidados de la mano de Dios. ?Y que me dices de Roger?
El sonrio.
– Me alegro de verte de nuevo en perfecta salud argumentativa. Puesto que eres tan aficionada al encantador Roger, puedes encargarte de el tu misma. Intenta encontrar a alguien, aparte de su madre y Jimmy Dawson, que corrobore sus andanzas de la noche del jueves. A ver si Roger ha sabido ganarse mas lealtades que la de Meg.
La autopista lo llevo hasta New Forest. Aunque segun su mapa la autopista dejaba de ser tal justamente donde empezaba el bosque, sobre el papel una carretera de doble carril cruzaba una estrecha franja a traves del irregular terreno moteado de verde. Cruzo la teorica linea que demarcaba el bosque en el mapa y, cualquier idea que pudiera haber tenido de frondosidad virgen y tuneles verdes de hojas, se deshizo en el acto: un amplio paramo se extendia a ambos lados de la carretera, interrumpido solo por aulagas y unas formas que se agitaban en la distancia y que penso que podrian ser los potros salvajes de New Forest. Espero que se mantuvieran a distancia: no queria sufrir otra decepcion si descubria que eran solo vacas peludas.
A medio camino entre Wimbourne Minster y Dorchester dejo atras el desvio hacia Briantspuddle. El pueblo estaba oculto tras los pliegues de la colina, invisible desde la carretera, y el sendero que conducia hasta el quedaba hundido entre altos setos como un pasadizo secreto. En un momento de fantasias ociosas imagino que entraba en el pueblo y descubria que el tiempo retrocedia. Se veia conociendo a la Jasmine veinteanera en la puerta de su casa: ?Que le diria el, y como contestaria ella?
Sacudio la cabeza mientras se reia ante aquel absurdo, y penso que si no resolvia pronto aquel caso, se volveria loco.
«Un poco dificil de encontrar» resulto ser una buena descripcion del Farrington Center. Se detuvo a comer un bocadillo en Dorchester, en un desvencijado salon de te en la parte superior de High Street, luego tomo despreocupadamente la carretera del norte.
Tras media docena de desvios incorrectos y tres paradas para pedir indicaciones, avanzo lentamente por un camino de campo. El ultimo amable peaton, una anciana vestida con impermeable y zapatos gruesos, que paseaba su terrier, le aseguro que «estaba por alli», y el siguio el consejo de buena fe. Una alta valla de tela metalica aparecio en la parte superior de la loma, a su derecha, y al doblar la curva, vislumbro ladrillos rojos antes de que volvieran a quedar ocultos tras los arboles.
La valla proseguia hasta que se doblaba sobre si misma en un cruce sin indicacion. Un camino asfaltado subia por la colina en la direccion desde donde habia llegado el, y un gastado letrero le informo de que habia llegado a la puerta para visitantes del Farrington Center para la Salud Mental. Siguio el camino entre los arboles y detuvo el Midget en un pequeno aparcamiento vacio. Delante de el se extendia un enorme conjunto de edificios victorianos de mamposteria roja. El lugar tenia un aspecto casi tangible de descuido y decadencia. Las ventanas cubiertas con paneles de aglomerado daban a los edificios un aspecto de abandono, y los campos estaban invadidos por la vegetacion. Aparte del complejo de edificios, habia una capilla construida con el mismo ladrillo rojizo, pero con las ventanas rotas y la puerta colgaba de las bisagras.
Kincaid cerro el coche y se encamino hacia la unica senal de vida, en un pequeno anexo de madera y yeso