El recuerdo de la cara de asombro de su madre le hizo sonreir. Nadie de la familia esperaba que la pequena Margaret dijera que no o tuviera planes propios.
Cruzo la calle despacio y se detuvo de nuevo frente a la tienda. A traves del cristal del escaparate se veia luz, pero no habia ningun movimiento en el interior. El corazon le latia con fuerza en el pecho y le temblaban los dedos cuando toco el picaporte. Al entrar, una campanita tintineo en el fondo de la tienda. Al principio, cuando vio el revoltijo de desechos que estaban alli expuestos, se desanimo: viejas herramientas de granja, porcelana, un caballito mecedor, libros mohosos, todo dispuesto sin orden ni concierto, y sobre todo, con un aspecto de abandono.
Sin embargo, a medida que avanzaba por el corredor abarrotado, mirando y tocando, las posibilidades empezaron a aflorar. Se habia agachado para meter las manos en un cesto con viejos botones cuando la puerta se abrio y oyo la voz de Theo.
– ?Que dese…? ?Margaret!
Ella se levanto con un boton plateado entre los dedos.
– Hola, Theo. Llamame Meg, como me llamaba Jasmine.
– ?Que haces…? Bueno, me alegro de verte. Es que no te esperaba…
– He venido a hacerte una propuesta. -Aunque la voz le temblaba, sono bien, asi que tomo aliento y prosiguio-. ?Podemos hablar en algun sitio?
Theo se recompuso.
– Claro. Subamos. Me temo que no es gran cosa -dijo mientras la guiaba-. Supongo que con los anos me he acostumbrado a vivir entre cajas. Las necesidades minimas.
Meg observo el sillon y la cama plegable, las cajas de carton y la placa de cocina.
– Lo se -dijo mientras pensaba en su estudio-, pero tu lo has hecho bastante acogedor.
– Aqui hay un sitio -la dirigio hacia el sillon-. Voy a hacer te.
Lo vio llenar una tetera electrica en el pequeno hueco que servia de cocina, y, de pronto, se noto la lengua paralizada, incluso para hacer comentarios. Dios mio, ?que le habia pasado para concebir semejante disparate? En el mejor de los casos se iba a reir de ella; en el peor, la rechazaria con desden bien merecido, y entonces ?que seria de ella? Bueno, no estaria peor de lo que habia estado, se dijo con firmeza, y tenia los medios para iniciar una nueva vida.
Theo trajo el te en una bandeja lacada con tazas de porcelana y lechera y azucarero a juego.
– A veces me quedo con cosas bonitas -dijo, al ver su expresion-. Siempre me ha gustado este diseno, y es lo bastante corriente como para no ser carisimo.
La porcelana parecia atraer toda la luz de la desnuda estancia, y su color entre cobalto y teja con el dibujo entrelazado de hojas y dragones hizo que Meg pensara en Jasmine.
– Jasmine tampoco perdio nunca el gusto por lo exotico.
Theo no hablo hasta haber servido el te y haberse acercado una silla. Entonces dijo:
– No, y en parte era una afectacion, una vanidad. La hacia diferente. -Sonrio-. Yo en cambio nunca he querido ser diferente, pero supongo que algunas cosas de mi infancia me parecen reconfortantes.
– Tu no conociste a tu madre, ?verdad?
– No. Solo a Jasmine. -Con la taza en el aire, se quedo mirando fijamente algun punto detras de la espalda de Meg-. Es raro mirar hacia atras, a nuestra infancia desde una perspectiva adulta. Jasmine solo tenia cinco anos cuando mama murio al tenerme. Ahora veo en ese modo de responsabilizarse completamente de mi su manera infantil de superar su propio dolor y desorientacion, pero para mi era lo mas natural del mundo. Yo creia que todas las familias eran como la nuestra.
Dio un sorbo al te y volvio a dejar la taza en el platito.
Meg reunio el valor necesario.
– Theo, he venido por Jasmine. -Al ver que sus labios se torcian para formular una pregunta, se apresuro-. O mejor, por el dinero de Jasmine. Me gustaria ayudarte en el negocio.
El empezo a negar con la cabeza antes de que acabara.
– No te lo permitire. No estaria bien. Jasmine hizo lo que creyo mejor para los dos…
– Theo, no hablo de un prestamo. Quiero participar como socia. Tendre capital por invertir de la venta del piso, y soy buena con la contabilidad. Creo que podriamos… -Se interrumpio cuando se sintio una idiota. La boca de Theo formaba ahora una perfecta «o» de asombro, y se parecia mas que nunca a un osito-. Perdona, ?que estupida soy!
Termino el te y se puso en pie, contenta de no haberse quitado el abrigo. El apuro de tener que volver a ponerselo habria retrasado su salida.
– Gracias por el…
– Espera, Meg -dijo Theo y se levanto tan rapidamente que derramo el te en el platito cuando quiso poner la taza. Le toco el brazo-. Lo dices en serio, ?verdad?
Ella asintio, sin atreverse a hablar.
– Al principio he creido que me tomabas el pelo. ?De verdad estarias interesada en este lugar? -Su tono expresaba incredulidad, y cuando ella volvio a asentir, dijo-. ?Por que? ?Que hay de tu trabajo? ?Y de tu vida en Londres?
Se referia a Roger, penso ella, pero tenia tanto tacto que no lo nombraba.
– He dejado el trabajo. Y Jasmine era lo unico en mi vida que me importaba de verdad. -Se esforzo por buscar las palabras que le hicieran entender lo que ni siquiera estaba segura de entender ella misma. Se volvieron a sentar sin casi darse cuenta, Meg en el borde de la silla, Theo inclinado hacia delante en su asiento.
– Yo nunca he contado para nada, Theo. Cualquiera podia hacer mi trabajo, alquilar mi habitacion… Y Roger no tardara en encontrar unas perspectivas mejores. Mi familia se quejo cuando me marche porque les deje mas trabajo a ellos, pero no me han echado de menos.
– Quiero… -Bajo la vista a sus manos, tendidas hacia el, luego cerro los punos y volvio a llevarselas al regazo-. No puedo…
– No tienes que explicar nada. -Theo sonrio y ella percibio su comprension, pero no piedad-. Voy a preparar mas te. Antes se me han olvidado las pastas.
Recogio la bandeja y mientras caminaba hacia el rincon de la cocina se detuvo como asaltado por un pensamiento. Se detuvo y se volvio hacia ella.
– Meg, ?te gustan las peliculas antiguas?
Habia hecho todas las tareas del sabado: limpiar el piso, bajar la ropa a la lavanderia de East Heath Road, hacer algunas compras, incluso bajar un cubo y esponjas para lavar el Midget aparcado en la acera. No podia imaginarse un dia mas bonito de primavera; un dia para paseos en coche por el campo, para tomar una bebida ante una partida de criquet, para hacer un picnic junto al Serpentine. Y, sin embargo, Kincaid permanecia en su limpio salon, mirando la caja de zapatos que seguia acusandolo desde la mesa baja. Detras del dolor que lo habia aturdido toda la manana como una resaca, era consciente de que el dia anterior se le habia pasado algo por alto. Existia una relacion, una palabra, un recuerdo enterrado en su cerebro, que aguardaba el momento justo que le permitiera dar el salto a la conciencia. Sabia que no podia forzarlo, pero no podia descansar.
Bajo, retiro la lona del Midget y se fue a Scotland Yard.
El pasillo estaba en silencio, a falta del murmullo de los dias laborables de voces y teclados. Saludo con la mano a los pocos despachos ocupados y abrio su puerta distraidamente. Una figura familiar estaba sentada junto a su escritorio, con la cabeza cobriza inclinada sobre un archivo.
– ?Gemma!
– Hola. No esperaba verte hoy.
Le sonrio. Se la veia cansada y un poco palida.
– ?Que haces aqui?
El se sento en la mesa y se fijo en sus tejanos y en sus zapatillas de deporte, asi como en el jersey azul