habian hecho dano, pero lo habia dejado atras con ese franco sentido de lo practico que el tanto admiraba.
Al cabo de un momento, Julia dijo:
– ?Que le pasara a mi madre?
– No lo se. Depende de las pruebas forenses. Pero incluso si aparece algo bastante concreto, dudo de que podamos probar nada mas que homicidio involuntario.
Julia asintio.
Al estar cerca de los aleros, el sonido de la lluvia golpeando el tejado era muy nitido. El viento hacia sonar las ventanas como si fuera un animal intentando entrar.
– Julia, lo siento.
– No debes sentirlo. Tan solo hiciste lo que debias, y lo que sabias que era justo. No podias violar tu integridad para protegerme a mi o a mi familia. Ya ha habido suficiente de esto en esta casa - dijo con firmeza-. ?Tambien lamentas lo que paso entre nosotros? -anadio, esbozando una sonrisa.
?Lo lamentaba? Durante diez anos habia mantenido sus emociones rigurosamente contenidas, a salvo, hasta que casi habia olvidado lo que se sentia cuando dabas acceso a otra persona a tus sentimientos. Julia lo habia forzado, le habia hecho mirarse en el espejo del aislamiento de ella, y lo que habia descubierto lo asusto. Pero al explorar mas alla del miedo, sintio una nueva e inesperada sensacion de libertad, incluso de esperanza.
Sonrio a Julia.
– No.
16
– Tendriamos que haber cogido el Midget -dijo Kincaid con irritacion cuando Gemma paro el Escort delante del piso de Carlingford Road.
– Sabes tan bien como yo que cuando llueve hay goteras -replico ella, mirandolo. Se sentia abatida y desalinada como un gato forzado a tomar un bano, y el no tenia mejor aspecto. Mientras lo miraba, vio que un hilo de agua le bajaba por la frente desde el cabello enmaranado.
El se lo seco con el dorso de la mano y luego empezo a reir.
– Gemma, miranos. ?Como puedes ser tan terca?
Tras lo que parecio una sesion interminable en High Wycombe, regresaron a Londres por la M40. Tuvieron un pinchazo antes de llegar a North Circular Road. Gemma paro en el arcen y se sumergio en la lluvia, rehusando la ayuda de Kincaid para cambiar la rueda. El habia permanecido bajo la lluvia, discutiendo con ella mientras trabajaba, de modo que al final los dos acabaron calados hasta los huesos.
– Es demasiado tarde para ir a recoger a Toby -dijo Kincaid-. Entra y ponte algo seco antes de que te resfries; y come algo, por favor.
Al cabo de un momento Gemma dijo:
– Esta bien -pero las palabras que ella queria que sonaran a conformidad, le salieron hoscas y a reganadientes. Parecia haber perdido el control de su mal humor, que se retroalimentaba. Gemma no sabia como romper el circulo vicioso.
No se molestaron en abrir los paraguas para cruzar la calle hasta el edificio de Kincaid. ?Como iban a mojarse mas de lo que ya estaban? Los perdigones de agua les aguijonearon la piel.
Cuando llegaron al piso, Kincaid fue directo a la cocina, dejando un rastro de agua en la moqueta. Saco de la nevera una botella de vino blanco ya abierta y sirvio dos copas. Le dio una a Gemma y le dijo:
– Empieza con esto. Entraras en calor. Siento no tener nada mas fuerte. Entre tanto voy a buscar algo de ropa seca para ponerte.
La dejo en la sala, con la copa en la mano, demasiado cansada para poner en orden sus propios sentimientos. ?Estaba enfadada con el por Julia? Habia notado una especie de comunion entre ellos, un entendimiento que la excluia a ella, y la fuerza de su propia reaccion la consternaba.
Probo el vino y luego bebio media copa. El vino sabia frio en la boca, pero parecia generar cierto calor por el area de la cintura.
?O estaba enfadada con Caroline Stowe por haberla enganado y Kincaid era el objeto de su ira simplemente porque lo tenia mas a mano?
Quizas era la perdida de tiempo que significaba todo esto, lo que hacia que le vinieran ganas de tirar un objeto contra algo.
Sid se levanto del nido que habia hecho en el sofa, estirandose, y se acerco a ella. Alargo su elegante cuerpo mientras se frotaba contra los tobillos y embestia las piernas de Gemma con la cabeza. Se agacho para acariciarlo en el punto suave que habia justo debajo de su barbilla y empezo a ronronear bajo sus dedos.
– Hola Sid. Veo que tienes un buen plan para esta noche: caliente y seco. Ojala los demas tuvieramos tanta suerte.
Echo una ojeada alrededor de la comoda y familiar sala. La luz de las lamparas que Kincaid habia encendido se derramaba calida por la habitacion e iluminaba su coleccion de coloridos posters de los transportes de Londres. La mesa de centro contenia libros apilados al azar y un tazon vacio. En el sofa habia una manta afgana arrugada. Gemma sintio una repentina anoranza. Queria sentirse aqui como en casa, queria sentirse a salvo.
– No he sabido que hacer en cuanto a ropa interior -dijo Kincaid al volver del dormitorio llevando una pila de ropa doblada con una toalla mullida encima-. Supongo que tendras que arreglartelas. -Deposito los tejanos y la camiseta en el sofa y le puso la toalla alrededor de los hombros-. Ah, y calcetines. He olvidado los calcetines.
Gemma se seco la cara con una punta de la toalla y empezo a deshacerse la trenza empapada. Tenia los dedos demasiado entumecidos para poder deshacersela y sintio lagrimas de frustracion escociendole tras los parpados.
– Dejame ayudarte -le dijo Kincaid dulcemente. Le dio la vuelta y deshizo con habilidad la trenza, luego le peino el pelo con los dedos-. Ya esta. -Le hizo dar la vuelta hasta tenerla de cara y empezo a secarle la cabeza con la toalla. El pelo de Kincaid estaba tieso alli donde se lo habia frotado y su piel olia a calor y humedad.
El peso de las manos de Kincaid en su cabeza hacia desmoronar sus defensas, y noto como las piernas se le ponian flaccidas y sin fuerzas, como si ya no pudieran soportar su peso. Gemma cerro los ojos al sentirse desfallecer, y penso, demasiado vino, demasiado rapido. Pero la sensacion no paso. Levanto la mano para coger la de Kincaid y un zumbido la recorrio como la corriente electrica cuando sus pieles entraron en contacto.
El paro de secarle el pelo, mirandola con preocupacion.
– Lo siento -dijo-. ?Se me ha ido un poco la mano?
Cuando Gemma pudo sacudir la cabeza, el dejo que la toalla cayera por sus hombros y empezo a frotarle con delicadeza el cuello y la nuca. Gemma penso de forma inconexa en Rob: el nunca la habia tratado asi. Nadie lo habia hecho. Y en sus calculos nunca habia tenido en cuenta la fuerza de la ternura, irresistible como la gravedad.
La presion de la mano de Kincaid en su nuca la llevo con un traspie un paso adelante, hacia el. Jadeo por la sorpresa de notar el peso de el presionando las frias ropas contra su piel. Ella miro hacia arriba, y su mano ahuecada fue a tocarle, por voluntad propia, la nuca humeda, que empujo para que su boca se encontrara con la de ella.
Gemma, adormilada, se alzo sobre un codo y miro a Kincaid. Se dio cuenta de que nunca lo habia visto dormido. Su cara relajada parecia mas joven, tersa, y las pestanas formaban una sombra