Amy Tan
El club De la buena Estrella
Titulo original:
Traduccion: Jordi Fibla
A mi madre
y a la memoria de su madre
Cierta vez me preguntaste que recordaria.
Esto, y mucho mas.
Agradecimientos
La autora agradece al grupo de escritores con el que se reune semanalmente, su amabilidad y sus criticas durante la redaccion de esta obra. Tambien desea dejar constancia de su agradecimiento a Louis DeMattei, Robert Foothorap, Gretchen Schields, Amy Hempel, Jennifer Barth y su familia en China y Norteamerica. Y un millar de flores para cada una de las tres personas a quienes ha tenido la alegria y la suerte de conocer: su editora, Faith Sale, por haber creido en este libro; su agente, Sandra Dijkstra, por salvarle la vida; y su profesora, Molly Gilles, quien le enseno a comenzar una y otra vez y luego, pacientemente, la guio hasta el final
El Club de la Buena Estrella
LAS MADRES LAS HIJAS
Suyuan Woo Ping-mei “June” Woo
An-mei Hsu Rose Hsu Jordan
Lindo Jong Waverly Jong
Ying-Ying St. Clair Lena St. Clair
Plumas desde mil
JING-MEI WOO
Mi padre me ha pedido que ocupe la cuarta esquina en el Club de la Buena Estrella, sustituyendo a mi madre, cuyo puesto ante la mesa de
– Tenia una nueva idea en su cabeza -dijo mi padre-, pero antes de que pudiera expresado, el pensamiento se hizo demasiado grande y revento. Debe de haber sido una idea muy mala.
Segun el medico, la causa de su muerte fue un aneurisma cerebral, y
Una semana antes de morir me llamo, llena de orgullo y de vida:
– Tia Lin ha hecho sopa de habichuelas rojas para el club. Yo vaya preparar sopa negra de semillas de sesamo. -No te pavonees -le dije.
– Claro que no.
Me explico que las dos sopas eran casi lo mismo,
En 1949, dos anos antes de que yo naciera, mi madre creo en San Francisco una version del Club de la Buena Estrella. Fue el ano en que mis padres abandonaron China con un baul de cuero rigido que solo contenia lujosos vestidos de seda. Una vez a bordo del barco, mi madre explico a mi padre que no habia tenido tiempo de recoger nada mas. Aun asi, el siguio hurgando entre la seda resbaladiza, en busca de sus camisas de algodon y sus pantalones de lana.
Cuando llegaron a San Francisco, mi padre la obligo a esconder aquellas ropas chillonas, y ella llevo el mismo