– Segun ciertos pensadores, los padres no deberian criticar a los hijos, sino estimularlos -le dije-. Mira, una persona se pone a la altura de lo que los demas esperan de ella, y si la criticas das a entender que estas esperando su fracaso.
– Ese es el problema -respondio mi madre-. Tu no te pones a la altura de nada. Eres demasiado perezosa para hacer ese esfuerzo.
– A cenar -anuncia tia An-mei alegremente, trayendo un cazo humeante con el wonton que acaba de preparar.
Sobre la mesa hay montones de comida, servida al estilo buffet, igual que en los banquetes de Kweilin. Mi padre hurga en el chow mein, que todavia esta en una sarten de aluminio demasiado grande, rodeado de paquetitos de plastico que contienen salsa de soja. Tia An-mei debe de haberlos comprado en Clement Street. La sopa de wonton, en la que flotan delicadas ramitas de cilantro, tiene un aroma delicioso. Lo primero que me atrae es una gran fuente de
Aqui no se come precisamente con elegancia. Parece como si todos tuvieran hambre atrasada. Con la boca demasiado llena, siguen clavando sus tenedores en mas trozos de cerdo, uno tras otro. No son como las senoras de Kweilin, a las que siempre imagine saboreando su comida con cierta delicada indiferencia.
Entonces, casi tan rapidamente como habian empezado a comer, los hombres se levantan de la mesa. Como si esto fuese una senal, las mujeres engullen los ultimos bocados, recogen platos y cuencas y los depositan en la pica de la cocina. Las mujeres se turnan para lavarse las manos, restregandolas vigorosamente. ?Quien inicio este ritual? Tambien yo dejo mi plato en la pica y me lavo las manos. Las mujeres hablan del viaje a China de los Jong y luego se dirigen a una habitacion en el fondo del piso. Pasamos ante Otra habitacion, que fue el dormitorio compartido por los cuatro hijos de los Hsu. Ahi siguen las literas con sus escalas llenas de rasgunos, astilladas. Los tios ya se han sentado alrededor de la mesa de juego. Tio George distribuye las cartas con rapidez, como si hubiera aprendido esta tecnica en un casino. Mi padre ofrece a los demas cigarrillos Pall Mall, con uno de ellos ya colgando de sus labios.
Llegamos a la habitacion del fondo, que en otro tiempo fue compartida por las tres hijas de los Hsu. Fuimos amigas en la infancia, y ahora todas estan casadas y yo he vuelto a su habitacion para jugar de nuevo. Todo parece igual que antes, salvo ese olor a alcanfor, como si Rase, Ruth y Janice pudieran entrar de un momento a otro con grandes latas de zumo de naranja en la cabeza, a modo de rulos, y desplomarse en sus identicas camas estrechas. Los cubrecamas de felpilla blanca estan tan desgastados que son casi translucidos. Rose y yo soliamos arrancar las nudosidades mientras hablabamos de nuestros problemas con los chicos. Todo es mismo, salvo esa mesa de
Nadie me dice: «Sientate aqui, donde lo hacia tu madre». Pero adivino donde es antes que ninguna tome asiento. Percibo un vacio especial en la silla mas cercana a la puerta, pero en realidad esa sensacion no tiene que ver con la silla. Ese es el lugar que ocupaba mi madre ante la mesa. Sin que nadie me lo haya dicho, se que su esquina de la mesa corresponde al Oriente.
Cierta vez mi madre me dijo que el Oriente es donde comienza todo, la direccion desde la que el sol se levanta, desde la que llega el viento.
Tia An-mei, que esta sentada a mi izquierda, arroja las fichas sobre la superficie de fieltro verde de la mesa y me dice:
– Ahora arrastramos las fichas.
Las hacemos girar con un movimiento circular de las manos. Las fichas producen un ruido crujiente al entrechocar.
– ?Ganas como lo hacia tu madre? -me pregunta tia Lin, a la que tengo delante. No sonrie.
– Solo he jugado un poco en la universidad, con unos amigos judios.
– ?Bah!
Eso era lo que mi madre solia decir, aunque nunca pudo explicarme con exactitud cual era la diferencia.
– Tal vez no deberia jugar esta noche, sino solo mirar -comento.
Tia Lin parece exasperada, como si fuese una chiquilla boba.
– ?Como vamos a jugar si solo somos tres? Seria como una mesa con tres patas, sin equilibrio. Cuando murio el marido de tia Ying, ella le pidio a su hermano que viniera. Tu padre te lo ha pedido a ti, asi que esta decidido.
Una vez le pregunte a mi madre cual era la diferencia entre el
– Es una forma de jugar completamente distinta -respondio con el peculiar tono que usaba cuando daba explicaciones en ingles-. En
Esta clase de explicaciones me daban la impresion de que mi madre y yo hablabamos lenguajes diferentes, cosa que, por lo demas, haciamos, pues yo le hablaba en ingles y ella me respondia en chino.
– Entonces, ?cual es la diferencia entre el
–
Tia Ying me da unas palmaditas en la mano.
– Eres una chica lista. Mira como jugamos y haz lo mismo. Ayudanos a apilar las fichas y a hacer cuatro paredes.
Sigo las indicaciones de tia Ying, pero mirando sobre todo a tia Lin, que es la mas rapida, por lo que fijandome primero en lo que ella hace casi puedo mantenerme al nivel de las demas. Tia Ying arroja los dados y me dice que tia Lin es el viento del Este. Yo soy el viento del Norte, la ultima en jugar, tia Ying, el Sur, y tia An-mei el Oeste. Entonces empezamos a coger fichas, arrojando los dados y contando de nuevo en la pared para dar con los lugares exactos donde estan nuestras fichas elegidas. Vuelvo a ordenar mis fichas, series de bambu y circulos, fichas dobles con numeros coloreados, fichas extranas que no encajan en ninguna parte.
– Tu madre era la mejor, como una profesional -dice tia An-mei mientras escoge lentamente las fichas, examinando cada una con atencion.
Ahora empezamos a jugar, mirandonos las manos, arrojando fichas y recogiendo otras a un comodo ritmo. Las tias del club empiezan a charlar de trivialidades, sin escucharse realmente unas a otras. Hablan en su lenguaje especial, la mitad en ingles chapurreado y la otra mitad en su propio dialecto chino. Tia Ying menciona que ha comprado lana a mitad de precio en alguna tienda del centro. Tia An-mei se jacta de un sueter que tejio para el ultimo bebe de su hija Ruth.
– Creyo que lo habia comprado en una tienda -dice con orgullo.
Tia Lin explica como se enfurecio con una dependienta que no aceptaba la devolucion de una falda con la cremallera rota.
– Que engano -dice, enojada todavia-. Estaba muerta de rabia.
– Pero Lindo, aun estas con nosotras, no te has muerto -bromea tia Ying, y todavia esta riendo cuando tia Lin exclama:
– Ah, tengo algo que contar -dice de pronto tia Ying, sobresaltandonos. Siempre ha sido la tia rara del grupo, una mujer perdida en su propio mundo. Mi madre solia decir: «No es que tia Ying sea dura de oido: es dura de escucha».
– El fin de semana pasado la policia detuvo al hijo de la senora Emerson -dice tia Ying, y por su tono parece