como si estuviera orgullosa de ser la primera en dar la gran noticia-. Me lo dijo la senora Chan en la iglesia. Encontraron muchos televisores en su coche.
–
Quiere decir que la senora Emerson no se merece un hijo tan terrible, pero me doy cuenta de que tambien lo dice en beneficio de tia An-mei, a cuyo hijo menor detuvieron hace dos anos por vender estereos de coche robados. Tia An-mei frota su ficha cuidadosamente antes de descartarla. Parece dolida.
– Ahora en China todo el mundo tiene televisor -dice tia Lin, cambiando de tema-. Todos nuestros familiares alli los tienen… ?no solo en blanco y negro, sino en color y con mando a distancia! Tienen de todo, asi que cuando les preguntamos que querian que les llevaramos, dijeron que nada, que les bastaba con nuestra visita. De todos modos les compramos otras cosas, un video y Sony Walkman para los chicos. No querian aceptarlos, pero creo que les gustaron.
La pobre tia An-mei frota sus fichas con mas fuerza todavia. Recuerdo que mi madre me hablo del viaje de los Hsu a China, hace tres anos. Tia An-mei habia ahorrado dos mil dolares para gastarlos con la familia de su hermano. Le enseno a mi madre el contenido de sus pesadas maletas. Una estaba llena de golosinas, anacardos recubiertos de caramelo, grajeas de chocolate y cosas por el estilo. La otra maleta contenia las prendas de vestir mas ridiculas, todas nuevas: chillonas camisas californianas de playa, gorras de beisbol, calzoncillos de algodon con cintura elastica, chaquetas de aviador, camisas de entrenamiento, calcetines deportivos.
– ?Quien quiere estas cosas inutiles? -le dijo mi madre-. Lo unico que desean es dinero.
Pero tia An-mei replico que su hermano era muy pobre y ellos, en comparacion, muy ricos. Asi pues, no hizo caso del consejo de mi madre y se fue con sus pesadas maletas y sus dos mil dolares a China. Por fin, cuando llego con su grupo turistico a Hangzhou, toda la familia de Ningbo estaba alli para recibirles, no solo el hermano menor de tia An-mei, sino tambien los hermanastros de su esposa, una prima lejana, el marido de la prima y el tio del marido. Todos ellos habian ido con sus suegras e hijos, e incluso amigos del pueblo que no podian pavonearse de tener parientes chinos en el extranjero.
– Tia An-mei habia llorado antes de viajar a China -me dijo mi madre- pensando que haria a su hermano feliz y muy rico, dado el nivel de vida de los comunistas. Pero cuando regreso, me dijo entre lagrimas que todos tendieron la mano y que la suya fue la unica que se quedo vacia.
Mi madre confirmo sus sospechas. Nadie queria las camisas de entrenamiento y toda aquella ropa inutil. Las golosinas desaparecieron en un instante, y cuando las maletas quedaron vacias, los parientes preguntaron a los Hsu que mas les habian llevado.
Tia An-mei y tio George se quedaron sin blanca, no solo por los dos mil dolares con los que compraron televisores y frigorificos, sino tambien por el coste del alojamiento de veintiseis personas por una noche en el Hotel Frente al Lago, tres mesas de banquete en un restaurante que servia a extranjeros ricos, tres regalos especiales para cada pariente y, finalmente, un prestamo de cinco mil
Tia Lin se jacta ahora de las virtudes de su familia en China, y me doy cuenta de que no le importa en absoluto el dolor de tia An-mei. ?Se trata de mezquindad por su parte o acaso mi madre no le conto a nadie, salvo a mi, esa historia vergonzosa que protagonizo la codiciosa familia de tia An-mei?
– Dime, Jing-mei, ?como te va en la escuela?
– Se llama June -puntualiza tia Ying-. Ahora todos tienen nombres americanos.
– Podeis llamarme asi -les digo, completamente en serio. De hecho, incluso se esta poniendo de moda entre los chinos nacidos en Estados Unidos utilizar sus nombres chinos-. Pero ya no voy a ninguna escuela. Hace mas de diez anos que deje los estudios.
Tia Lin enarca las cejas.
– Quiza te confundo con la hija de otra persona -me dice, pero se que miente, se que mi madre probablemente le dijo que yo volveria a estudiar para obtener el titulo, porque hace algun tiempo, quiza solo seis meses, discutimos de nuevo sobre mi fracaso, el abandono de mis estudios y la conveniencia de reanudarlos. Y una vez mas le respondi lo que ella deseaba oir: «Tienes razon, lo pensare».
Siempre supuse que nos entendiamos tacitamente en esa cuestion, que ella no me consideraba en realidad un fracaso
Tia Lin y mi madre fueron a la vez las mejores amigas y archienemigas que se pasaban la vida comparando a sus hijos. Yo era un mes mayor que Waverly Jong, la excelente hija de tia Lin. Cuando aun eramos bebes, nuestras madres comparaban las arrugas que cada una tenia en el ombligo, lo bien formados que estaban los lobulos de nuestras orejas, la rapidez con que se nos curaban los rasgunos de las rodillas, el espesor de nuestro cabello y la intensidad de su negrura, el numero de pares de zapatos que gastabamos en un ano y, mas tarde, lo experta que era Waverly jugando al ajedrez, los trofeos ganados el mes anterior, la cantidad de periodicos en los que salio su nombre, las ciudades que habia visitado.
Se que mi madre se irritaba cuando tia Lin le hablaba de Waverly sin que ella tuviera nada digno de mencion sobre mi. Al principio trato de cultivar alguna genialidad que yo podria tener latente. Hacia tareas domesticas para una profesora de piano jubilada que vivia en nuestro mismo edificio, y esta mujer le correspondia dandome lecciones. de piano gratuitas. Cuando se vio claramente que no seria concertista de piano, ni siquiera acompanante del coro juvenil de la iglesia, mi madre llego a la conclusion de que yo era un genio de florecimiento tardio, como Einstein, a quien todo el mundo consideraba un retrasado mental hasta que invento una bomba.
Ahora es tia Ying quien gana la partida de
Contamos los puntos y empezamos de nuevo.
– ?Sabiais que Lena se ha mudado a Woodside? -pregunta tia Ying con un orgullo evidente, mirando las fichas y sin dirigirse a nadie en particular. En seguida deja de sonreir y adopta una expresion de recato-. Claro que no es la mejor casa del barrio, no es una casa de un millon de dolares, todavia no, pero si una buena inversion, mejor que pagar un alquiler. Si, mejor eso que verte tachada de la lista de alguien por los motivos que sean.
Asi pues, ahora se que Lena, la hija de tia Ying, le conto que me desahuciaron de mi piso al pie de Russian Hill. Aunque Lena y yo seguimos siendo amigas, hemos ido adquiriendo una cautela natural con respecto a lo que nos contamos. Aun asi, lo poco que nos decimos suele aparecer mas tarde tergiversado. Es el viejo juego de siempre, en el que todo el mundo habla en circulos.
– Se esta haciendo tarde -comento cuando terminamos la partida. Empiezo a levantarme, pero tia Lin me obliga a sentarme de nuevo.
– Quedate, quedate -me dice-. Hablaremos un rato, tenemos que conocerte bien… Hacia mucho tiempo que no nos veiamos.
Se que es un gesto cortes por parte de las tias del club esta insistencia, cuando en realidad estan tan deseosas de perderme de vista como yo lo estoy de marcharme.
– No, de veras, he de irme. Os lo agradezco mucho, muchisimo -replico, satisfecha de recordar estas formalidades.
– ?Pero tienes que quedarte! -exclama tia Ying alzando demasiado la voz-. Tenemos algo importante que decirte, algo referente a tu madre.
Las demas parecen incomodas, como si no les gustara esa manera de darme alguna mala noticia. Me quedo sentada. Tia An-mei sale rapidamente de la sala, regresa con un cuenco de cacahuetes y cierra en silencio la puerta. Todas callan, como si ninguna supiera por donde empezar. Finalmente es tia Ying la que habla.
– Creo que cuando tu madre murio tenia una idea importante -dice en un ingles entrecortado, y entonces empieza a hablar en chino, suave, sosegadamente-. Era una mujer muy fuerte y una buena madre. Te queria mucho, mas que a su propia vida, y por eso puedes comprender por que una madre asi jamas podria olvidar a sus otras hijas. Sabia que estaban vivas, y antes de morir queria encontradas en China.