mi madre se extinguio. Mas tarde, aquella noche, oi la voz de Popo.
– An-mei, escuchame atentamente. -Su voz tenia el mismo tono reganon que usaba cuando yo correteaba de un lado a otro del pasillo-. An-mei, te hemos hecho tus ropas y zapatos de moribunda. Son de algodon blanco.
Yo la escuchaba, asustada.
– An-mei -murmuro, ahora suavemente-. Tus ropas de moribunda son muy sencillas. No son lujosas porque todavia eres una nina. Si mueres, tu vida habra sido corta y aun estaras en deuda con tu familia. Tu funeral sera reducido, el tiempo que dedicaremos a llorarte sera breve.
Y entonces Popo dijo algo que era peor que la quemazon en mi cuello.
– Incluso a tu madre se le han agotado las lagrimas y se ha ido. Si no te pones bien pronto, te olvidara.
Popo era muy lista. Regrese apresuradamente del otro mundo para encontrar a mi madre.
Cada noche lloraba tanto que no solo me ardia el cuello sino tambien los ojos. Popo se sentaba junto a mi cama y me vertia agua fria en el cuello, con la semiesfera ahuecada de un pomelo grande. Me humedecia una y otra vez hasta que mi respiracion se tranquilizaba y podia conciliar el sueno. Por la manana, Popo utilizaba sus unas afiladas como pinzas y retiraba las membranas muertas.
Dos anos despues mi cicatriz era palida y brillante, y ya no me acordaba de mi madre. Asi es como se cura una herida: empieza a cerrarse sobre si misma, a proteger lo que duele tanto y, una vez cerrada, ya no ves que hay debajo, eso que provocaba el dolor.
Adoraba a esa madre de mi sueno, pero la mujer que estaba junto a la cama de Popo no era la madre de mi recuerdo. No obstante, tambien llegue a amar a esa madre, no porque viniera a mi y me rogara que la perdonase, pues no hizo tal cosa. No tuvo necesidad de explicar que Popo la echo de casa cuando yo me estaba muriendo. Eso era algo que yo sabia. No tuvo que contarme que se caso con Wu Tsing para cambiar una infelicidad por otra. Eso tambien lo sabia.
He aqui como llegue a amar a mi madre, como vi en ella mi propia naturaleza verdadera, lo que habia bajo mi piel, en el meollo de mis huesos.
Era noche cerrada cuando fui a la habitacion de Popo. Mi tia dijo que a Popo le habia llegado la hora de su muerte y que yo debia mostrar respeto. Me puse un vestido limpio y permaneci entre mi tia y mi tio al pie de la cama de Popo. Llore un poco, no demasiado alto.
Veia a mi madre en el otro extremo de la habitacion, serena y triste. Estaba haciendo sopa, vertiendo hierbas y medicinas en la olla humeante. Y entonces vi que se arremangaba y sacaba un cuchillo bien afilado, que aplico a la parte mas blanda de su brazo. Intente cerrar los ojos, pero me fue imposible.
Mi madre corto un trozo de carne de su brazo. Las lagrimas brotaron de sus ojos y la sangre se derramo en el suelo.
Mi madre cogio su carne y la echo en la sopa. Hacia un cocido magico segun la tradicion antigua, tratando de curar a su madre por ultima vez. Abrio la boca de Popo, ya demasiado apretada por el intento de mantener su espiritu dentro. Le hizo tomar la sopa, pero aquella noche Popo huyo para siempre con su enfermedad.
Aunque yo era pequena, comprendi el dolor de la carne y el valor del dolor.
Asi es como una hija honra a su madre. Es un
LINDO JONG
Cierta vez sacrifique mi vida para cumplir la promesa que hice a mis padres. Esto no significa nada para ti, pues para ti las promesas no significan nada. Una hija puede prometerte que vendra a comer, pero si le duele la cabeza, si se encuentra con un atasco de trafico, si quiere ver una pelicula favorita por television, su promesa finalmente se queda en nada.
Cuando no viniste me quede mirando esta misma pelicula. El soldado norteamericano le promete a la chica que volvera y se casaran. Ella llora con un sentimiento autentico, y el le dice: «?Te lo prometo! Mi promesa es tan buena como el oro, carino mio». Entonces la empuja sobre la cama. Pero luego no regresa. Su oro es como el tuyo, es solo de catorce quilates.
Para los chinos, el oro de catorce quilates no es oro de verdad. Toca mis brazaletes. Deben ser de veinticuatro quilates, oro puro por dentro y por fuera.
Es demasiado tarde para que cambies, pero te digo esto porque me preocupa tu bebe, me preocupa que algun dia diga: «Gracias por el brazalete de oro, abuela. Nunca te olvidare». Pero mas adelante olvidara su promesa, olvidara que tuvo una abuela.
En esta misma pelicula de guerra, el soldado vuelve a su pais y le pide de rodillas a otra chica que se case con el. Y los ojos de la muchacha miran a un lado y a otro, llenos de timidez, como si nunca hubiera pensado hasta entonces en esa posibilidad. Y de repente… baja la vista para mirarle directamente y entonces sabe que le ama, le quiere tanto que siente deseos de llorar. «Si», le dice por fin, y se unen para siempre en matrimonio.
No fue ese mi caso. La casamentera del pueblo se entrevisto con mi familia cuando yo solo tenia dos anos. No, nadie me lo dijo, lo recuerdo todo perfectamente. Era verano, fuera hacia mucho calor y el aire estaba repleto de polvo. Llegaba desde el patio el chirriar de las cigarras. Nos encontrabamos en la huerta, bajo unos arboles. Los criados y mis hermanos estaban encaramados, por encima de mi, cogiendo peras, y mi madre me tenia en sus brazos calidos y pegajosos. Yo agitaba la mano a uno y otro lado, porque ante mi oscilaba un pajarillo con antenas y alas muy coloridas, delgadas como el papel. Entonces el pajarillo desaparecio y vi a las dos mujeres ante mi. Las recuerdo porque una de ellas producia unos sonidos acuosos, «shrrhh, shrrhh». Cuando creci pude reconocerlos como el acento de Pekin, que resulta siempre muy extrano al oido de las gentes de Taiyuan.
Las dos senoras me miraban sin hablar. La de la voz acuosa tenia la cara embadurnada de pintura que se licuaba con el sudor. La otra mujer tenia el rostro seco como un tronco viejo. Su mirada se poso primero en mi y luego en la senora pintada.
Por supuesto, ahora se que la senora parecida a un tronco de arbol era la vieja casamentera del pueblo, y la otra era Huang Taitai, la madre del muchacho con el que me obligarian a casarme. No, no es cierto eso que dicen algunos chinos de las ninas recien nacidas, que carecen de valor. Depende de la clase de nina que seas. En mi caso, la gente distinguia mi valor. Mi aspecto y mi olor eran los de un delicioso panecillo dulce, de color limpio y atractivo.
La casamentera ensalzaba mis gracias.
– Un caballo de tierra para una oveja de tierra. Esta es la mejor combinacion para un matrimonio. -Me dio unas palmaditas en el brazo y yo le aparte la mano. Huang Taitai susurro con aquel sonido shrrhh-ssrrhh que quiza tenia yo un
Entonces Huang Taitai me miro con el semblante sombrio, como si pudiera desvelar mis pensamientos y ver mis futuras intenciones. Nunca olvidare su aspecto. Con los ojos muy abiertos, escudrino mi rostro y luego sonrio. Pude ver un gran diente de oro al que el sol arrancaba destellos, y luego abrio la boca, mostrando los demas dientes, como si fuese a tragarme de un bocado. De este modo me prometieron al hijo de Huang Taitai, el cual, como descubri mas tarde, era solo un bebe, un ano menor que yo. Se llamaba Tyan-yu,