elegantes cojines con el apellido de los Huang bordado al estilo antiguo, y muchos objetos preciosos que daban una impresion de riqueza y prestigio anejo. El resto de la casa era sencillo, incomodo y ruidoso, como no podia ser menos con veinte parientes quejosos hacinados bajo un mismo techo. Creo que con cada generacion el interior de la casa se habia reducido. Llego un momento en que fue preciso dividir en dos cada habitacion.

No hubo ninguna fiesta con motivo de mi llegada.

Huang Taitai no colgo pendones rojos para saludarme en la lujosa sala de la planta baja. Tyan-yu no estaba presente para recibirme. Huang Taitai me hizo subir apresuradamente al primer piso, donde estaba la cocina, un lugar al que no solian ir los ninos de la familia, pues era el ambito de los cocineros y criados. Entonces supe cual era mi posicion en aquella casa.

Aquel primer dia, enfundada en mi mejor vestido acolchado, me puse a cortar verduras en la baja mesa de cocina. No podia evitar el temblor de mis manos. Echaba en falta a mi familia y tenia una sensacion extrana en el estomago, al saber que por fin me encontraba en el lugar al que pertenecia. Pero tambien estaba decidida a hacer honor a las palabras de mis padres, de modo que Huang Taitai jamas pudiera desprestigiar a mi madre. No le permitiria esa satisfaccion.

Mientras me entregaba a estos pensamientos, me fije en una vieja criada encorvada sobre la misma mesa, que estaba destripando un pescado. Me miraba por el rabillo del ojo y, como yo estaba llorando, temi que se lo dijera a Huang Taitai, por lo que sonrei y exclame:

– ?Soy una chica muy afortunada! Me voy a dar la gran vida.

No me di cuenta de que tenia el cuchillo en la mano, y debi de agitado muy cerca de su nariz, porque ella grito enojada:

– Shemma bende ren! (?Que clase de idiota eres?)

Comprendi en el acto que esto era una advertencia, porque cuando hice mi precipitada declaracion de felicidad, casi me engane a mi misma, pensando que podria ser verdad.

Vi a Tyan-yu a la hora de cenar. Todavia era unos centimetros mas alta que el muchacho, pero este actuaba como si fuera un importante senor de la guerra. Supe que clase de marido seria, porque se esforzaba al maximo para hacerme llorar. Se quejo de que la sopa no estaba lo bastante caliente y luego derramo el contenido del cuenco fingiendo que era por accidente. Espero hasta que estuve sentada para comer y entonces pidio otro cuenco de arroz. Me pregunto por que ponia una cara tan desagradable cuando le miraba.

En el transcurso de los anos siguientes, Huang Taitai dio instrucciones a los demas criados para que me ensenaran a coser los angulos de las fundas de las almohadas y a bordar mi futuro apellido. Cada vez que me ensenaba una nueva tarea, Huang Taitai me preguntaba como una esposa puede mantener en orden la casa de su marido si nunca se ha ensuciado sus propias manos. No creo que ella se ensuciara jamas las suyas, pero era muy diestra para dar ordenes y criticar.

– Ensenale a lavar adecuadamente el arroz, hasta que el agua corra clara -le decia a una criada-. Su marido no puede comer arroz turbio.

En otra ocasion le ordeno a una criada que me ensenara a limpiar el orinal:

– Que meta la nariz en el recipiente para asegurarse de que esta bien limpio.

Asi es como aprendi a ser una esposa obediente. Aprendi a cocinar tan bien que por el olor sabia si el relleno de carne era demasiado salado antes incluso de saboreado. Podia coser con unas puntadas tan minusculas que parecia como si el bordado hubiera sido pintado. E incluso Huang Taitai simulaba quejarse, diciendo que si tiraba una blusa sucia al suelo, antes de que cayera ya estaba limpia y volvia a ponersela, por lo que todos los dias llevaba la misma ropa.

Al cabo de un tiempo ya no pensaba que aquella clase de vida era terrible. No, en absoluto: al cabo de un tiempo, estaba tan dolida que ya no notaba ninguna diferencia. ?Que mayor felicidad que la de ver a todo el mundo engullir las setas relucientes y los brotes de bambu que yo habia ayudado a preparar aquel dia? ?Habia algo mas satisfactorio que el gesto de asentimiento y las palmaditas que Huang Taitai me daba en la cabeza despues de que le pasara el peine por la cabellera un centenar de veces? ?N o es el colmo de la felicidad ver que Tyan-yu comia un cuenco entero de fideos sin quejarse ni una sola vez de su sabor o de su aspecto? Es algo parecido a lo que sienten esas senoras que vemos en la television norteamericana, tan felices por haber quitado las manchas de la ropa, la cual ahora tiene mejor aspecto que si fuese nueva.

?Te das cuenta de como los Huang casi me inundaban con su manera de pensar? Llegue a considerar a Tyan-yu como un dios, alguien cuyas opiniones valian mucho mas que mi propia vida, y Huang Taitai llego a parecerme mi madre verdadera, alguien a quien queria complacer, alguien a quien debia seguir y obedecer sin rechistar.

Cuando llego el ano nuevo lunar y cumpli dieciseis anos, Huang Taitai me dijo que ya estaba preparada para recibir un nieto la proxima primavera. Aun cuando yo no hubiera querido casarme, ?donde podria vivir si no accedia? Aunque fuese fuerte como un caballo, ?como podria huir? Los japoneses estaban hasta en el ultimo rincon de China.

***

Los japoneses se presentaron como unos huespedes a los que nadie habia invitado -dijo la abuela de Tyan- yu- y por eso no vino nadie mas.

Huang Taitai habia trazado unos planes minuciosos, pero la ceremonia de nuestra boda fue muy reducida.

Habia invitado al pueblo entero, asi como amigos y familiares de otras ciudades. En aquella epoca no se pedia respuesta a la invitacion. No asistir se consideraba una descortesia, y Huang Taitai no creyo que la guerra pudiera cambiar los buenos modales de la gente. Asi pues, la cocinera y sus ayudantes prepararon centenares de platos. Los viejos muebles de mi familia habian sido pulimentados y estaban en la sala, formando una dote impresionante. Huang Taitai se habia encargado de eliminar todas las senales dejadas por el agua y el barro. Incluso habia encargado a alguien que escribiera mensajes de felicitacion en estandartes rojos, lo cual daba la sensacion de que mis propios padres habian confeccionado aquellos motivos decorativos para felicitarme por mi buena suerte. Tambien habia alquilado un palanquin rojo para transportarme desde la casa de su vecino al lugar de la boda.

El dia que nos casamos fue muy desafortunado, a pesar de que la casamentera habia elegido un dia de suerte, el decimoquinto de la octava luna, cuando esta es perfectamente redonda y mas grande que en cualquier otra epoca del ano. Pero los japoneses llegaron una semana antes que la luna, e invadieron la provincia de Shansi, asi como las provincias limitrofes con la nuestra. La gente estaba nerviosa, y la manana del dia quince, el de nuestra boda, empezo a llover, lo cual era un mal augurio. Al principio los truenos y relampagos confundieron a la gente, temerosa de un bombardeo japones, y no quisieron abandonar sus casas.

Mas tarde supe que la pobre Huang Taitai espero muchas horas a que llegaran mas invitados y, finalmente, al ver que no acudiria nadie mas, decidio dar comienzo a la ceremonia. ?Que otra cosa podia hacer? No estaba en sus manos cambiar el curso de la guerra.

Yo me encontraba en la casa vecina. Cuando me llamaron para que bajara y me acomodase en el palanquin rojo, estaba sentada ante un pequeno tocador, junto a una ventana abierta. Me eche a llorar y pense amargamente en la promesa que les hice a mis padres. Me pregunte por que habian decidido mi destino, por que mi vida habia de ser desdichada para que la de otra persona fuese feliz. Desde mi asiento junto a la ventana vi el rio Fen con sus turbias aguas marrones. Pense en arrojarme a aquel rio que habia destruido la felicidad de mi familia. A una se le ocurren pensamientos muy extranos cuando parece que su vida esta a punto de terminar.

Empezo a llover de nuevo, apenas una llovizna. Desde abajo volvieron a gritarme que me diera prisa, y mis pensamientos se volvieron mas imperiosos y extranos.

Me pregunte que era lo verdadero en una persona. ?Cambiaria de la misma manera que el rio cambia de color pero seguiria siendo la misma persona? Entonces vi que las cortinas se agitaban con violencia y afuera llovia con mas intensidad, por lo que todo el mundo se escabullia y gritaba. Sonrei, y me di cuenta por primera vez del poder que tiene el viento. No podia ver al viento, pero si como acarreaba el agua que llenaba los rios y moldeaba el campo, que hacia aullar y brincar a los hombres.

Me restregue los ojos y me mire en el espejo. Lo que vi reflejado en el me sorprendio. Llevaba un hermoso vestido rojo, pero lo que vi era incluso mas valioso. Yo era fuerte y pura, albergaba unos pensamientos originales

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