Pero aunque hubiera sabido que me habian destinado un marido tan malo, ni entonces ni mas adelante tuve otra alternativa. Asi eran las familias del pais que vivian sumidas en un atraso tradicional. Siempre eramos los ultimos en abandonar las estupidas costumbres antiguas. Ya entonces, en otras ciudades un hombre podia elegir a su esposa, con el permiso de sus padres, naturalmente. Pero esos aires n; novadores no llegaban a nosotros. Nunca oias hablar de las nuevas ideas en otra ciudad, a menos que fueran peores que las de la tuya. Nos contaban anecdotas de hijos tan influidos por sus malas esposas que echaban a la calle a sus padres ancianos y llorosos. Asi pues, las madres taiyuanesas seguian eligiendo a sus nueras, aquellas que criarian hijos como es debido, cuidarian de los ancianos y, pletoricas de sentimientos filiales, barrerian el cementerio familiar mucho despues de que las viejas damas hubieran descendido a sus tumbas.
Como me prometieron en matrimonio al hijo de los Huang, mi propia familia empezo a tratarme como si perteneciera a otra persona. Cuando me acercaba a los labios demasiadas veces el cuenco de arroz, mi madre me decia:
– Fijaos cuanto es capaz de comer la hija de Huang Taitai.
Mi madre no me trataba asi porque no me amara. Decia esto mordiendose luego la lengua, para no desear algo que ya no le pertenecia.
Yo era una nina muy obediente, pero a veces tenia una expresion desabrida, solo porque estaba acalorada o fatigada o muy enferma. Entonces mi madre decia:
– Que cara tan fea. Los Huang no te querran y seras un oprobio para nuestra familia.
Y yo lloraba mas o ponia una cara todavia mas fea.
– Es inutil -decia mi madre-. Tenemos un contrato y no se puede cancelar.
Y yo seguia llorando a lagrima viva.
No vi a mi futuro marido hasta los ocho o nueve anos.
Mi mundo conocido era el recinto de mi familia en el pueblo cercano a Taiyuan. Mi familia vivia en una modesta casa de dos plantas, con una vivienda mas pequena que solo tenia un par de habitaciones para la cocinera, la sirvienta y sus familias. Nuestra casa se levantaba en una pequena colina, a la que llamabamos Tres Escalones al Cielo, pero que en realidad estaba formada por capas de barro acarreadas por el rio Fen y endurecidas en el transcurso de los siglos. El rio discurria junto al muro oriental de nuestro recinto, un rio al que, segun decia mi padre, le gustaba engullir a los ninos. Contaba que en cierta ocasion se trago a toda la ciudad de Taiyuan. En verano las aguas del rio bajaban marrones y en invierno tenian un color azul verdoso en los tramos estrechos por donde fluia con rapidez, mientras que en los lugares mas anchos estaban inmoviles, congeladas, de un blanco glacial.
Recuerdo el dia de Ano Nuevo en que mis familiares capturaron muchos pescados, gigantescos y viscosos seres cogidos mientras aun dormian en el lecho helado del rio, tan frescos que incluso despues de destripados bailaban sobre sus colas cuando los echaban a la sarten caliente.
Aquel fue tambien el ano en que vi por vez primera al nino que seria mi marido. Cuando empezaron los fuegos artificiales se puso a berrear, aunque ya no era un bebe.
Mas adelante le veia en las ceremonias del huevo rojo, cuando imponian sus nombres verdaderos a los bebes de un mes. Estaba sentado sobre las viejas rodillas de su abuela, que casi crujian bajo su peso, y se negaba a comer todo lo que le ofrecian, apartando siempre la nariz como si le dieran un encurtido hediondo en vez de un dulce.
Como ves, no senti un amor instantaneo hacia mi futuro marido, como hoy vemos que ocurre en los seriales de television. Aquel chico me parecia mas bien un primo fastidioso. Aprendi a ser cortes con los Huang y especialmente con Huang Taitai. Mi madre me empujaba hacia ella, diciendome:
– ?Que le dices a tu madre?
Y yo me sentia confusa, sin saber a que madre se referia.
Entonces me volvia hacia mi madre verdadera y le decia: «Perdona, mama», para dirigirme luego a Huang Taitai y ofrecerle una golosina, diciendole: «Para ti, madre». Recuerdo que una vez le di un pedazo de
Mi vida cambio por completo cuando tenia doce anos, el verano en que llegaron las grandes lluvias. El rio Fen, que atravesaba el centro de las tierras de mi familia, inundo las llanuras, destruyo todo el trigo que habia plantado mi familia aquel ano e inutilizo la tierra por varios anos. Incluso nuestra casa en la cima de la pequena colina se hizo inhabitable. Al bajar del segundo piso, vimos que los suelos y los muebles estaban cubiertos de barro viscoso. En los patios se amontonaban arboles arrancados de cuajo, fragmentos de pared desmoronados y pollos muertos. Aquel estropicio nos redujo a una pobreza extrema.
En aquellos tiempos no podias ir a una compania de seguros, decir que alguien te habia causado tales danos y pedir un millon de dolares. No, en aquel entonces, si habias agotado tus posibilidades, mala suerte. Mi padre dijo que no teniamos mas alternativa que trasladamos a Wushi, hacia el sur, cerca de Shanghai, donde el hermano de mi madre tenia una pequena fabrica de harina. Mi padre nos explico que toda la familia, excepto yo, partiria de inmediato. Yo tenia doce anos y ya era lo bastante mayor para separarme de mi familia y vivir con los Huang.
Las carreteras estaban tan enfangadas y llenas de baches gigantescos que no habia ningun camionero dispuesto a venir a la casa. Tuvieron que dejar atras los muebles pesados y la ropa de cama, que ofrecieron a los Huang como mi dote. Mi familia fue, pues, muy practica. Segun mi padre, aquella dote era mas que suficiente, pero no pudo evitar que mi madre me diera su
– No nos deshonres -me dijo-. Cuando llegues, demuestra que te sientes muy feliz. Eres afortunada de veras.
La casa de los Huang tambien se levantaba junto al rio, pero mientras la nuestra sufrio la inundacion, la suya quedo indemne, debido a que estaba ubicada en un lugar del valle mas elevado. Esto me hizo ver por primera vez que la posicion de los Huang era superior a la de mi familia. Nos miraban con desprecio desde su altura, para lo cual tenian que bajar la vista, cosa que me hizo comprender por que Huang Taitai y Tyan-yu tenian la nariz tan larga.
Cuando pase bajo la arcada de piedra y madera que daba acceso a la finca de los Huang, vi un gran patio con tres o cuatro hileras de edificios pequenos y bajos. Algunos eran almacenes de viveres, y otros, habitaciones para los criados y sus familias. Detras de estos edificios modestos se alzaba la casa principal.
Segui avanzando y contemple la casa que seria mi hogar durante el resto de mi vida, habitada por aquella familia desde hacia muchas generaciones. No es que fuese muy antigua o notable, pero te percatabas de que habia crecido con la familia. Tenia planta baja y tres pisos, uno para cada generacion: bisabuelos, abuelos, padres e hijos. Su aspecto era enmaranado, pues la habian construido de prisa, anadiendole luego habitaciones, pisos, alas y decorados de muchos estilos, que reflejaban demasiadas opiniones. El primer nivel se construyo con piedras del rio, unidas con una mezcla de barro y paja. Los niveles segundo y tercero eran de ladrillo liso con una pasarela exterior que le daba el aspecto de una torre de palacio, y el nivel superior tenia muros de losas grises coronados con un tejado rojo. Dos columnas grandes y redondas, que sostenian una terraza sobre la puerta principal, daban a la casa un aire de importancia. Estas columnas estaban pintadas de rojo, al igual que los bordes de las ventanas de madera. Alguien, probablemente Huang Taitai, habia anadido cabezas de dragones imperiales en los angulos del tejado.
Las pretensiones del interior de la casa eran de distinto orden. La unica habitacion agradable era una sala en el primer piso, que los Huang utilizaban para recibir a sus invitados. Alli habia mesas y sillas de laca roja tallada,