– Echa un vistazo a esta -me dice, indicando otra fotografia sin nada especial.

La casa de los Hsu esta impregnada de olores pesados, grasientos. Demasiadas comidas chinas preparadas en una cocina minuscula, demasiados olores que fueron fragantes comprimidos en una capa delgada de grasa invisible. Recuerdo que cuando mi madre visitaba otras casas o iba a los restaurantes, arrugaba la nariz y luego decia en un susurro muy audible:

– Puedo ver y sentir la pegajosidad con la nariz.

Han pasado muchos anos desde la ultima vez que estuve en casa de los Hsu, pero la sala de estar es exactamente tal como la recordaba. Cuando tia An-mei y tio George se mudaron al distrito de Sunset desde Chinatown, veinticinco anos atras, compraron muebles nuevos. Estan todos ahi, y aun parecen casi nuevos bajo las cubiertas de plastico amarillento: el mismo sofa turquesa cuya forma semicircular contornean ahora mis tios cubiertos con gruesas chaquetas de tweed, las mesitas auxiliares de estilo colonial y pesada madera de arce, una lampara de falsa porcelana cuarteada. Solo el calendario, en forma de rollo de pergamino, regalo del Banco de Canton, cambia cada ano.

Recuerdo estos objetos porque, cuando eramos ninos, tia An-mei no nos dejaba tocar sus muebles nuevos excepto a traves de las cubiertas de plastico transparente. Las noches en que habia reunion del club, mis padres me llevaban a casa de los Hsu. Como yo era la invitada, tenia que cuidar de todos los ninos mas pequenos. Eran demasiados, y siempre habia un bebe que lloraba por haberse golpeado la cabeza contra una pata de la mesa.

Mi madre me decia que yo era responsable, lo cual significaba que me veria en un aprieto si algo si derramaba, quemaba, perdia, rompia o ensuciaba. Yo era la responsable, al margen de quien lo hiciera. Ella y tia An-mei se ponian unos curiosos vestidos chinos con rigidos cuellos alzados y ramas floridas de seda bordada y cosida sobre el pecho. Me parecia que esas ropas eran demasiado vistosas para que las usaran los chinos verdaderos, y demasiado extranas para las fiestas en Norteamerica. En aquella epoca, antes de que mi madre me contara su historia de Kweilin, imaginaba que las reuniones del club eran una vergonzosa costumbre china, como las reuniones secretas del Ku Klux Klan o las danzas al son del tamtam de los pieles rojas que se preparaban para la guerra, en las peliculas de la television.

Pero esta noche no hay ningun misterio. Todas las tias reunidas aqui visten pantalones, blusas con estampados de vivos colores y diferentes modelos de macizos zapatos de paseo. Todos estamos sentados alrededor de la mesa del comedor, bajo una lampara que parece un candelabro espanol. El tio George se pone sus gafas bifocales e inicia la reunion dando lectura al acta.

– Nuestro capital asciende a 24.825 dolares, o sea 6.026 por pareja o 3.103 por persona. Hemos vendido Subaru con perdida, a seis y tres cuartos, y comprado cien acciones de Smith International a siete. Damos las gracias a Lindo y Tin Jong por sus golosinas. La sopa de habichuelas rojas, sobre todo, estaba deliciosa. La reunion de marzo ha tenido que ser cancelada hasta nuevo aviso. Lamentamos profundamente la perdida de nuestra querida amiga Suyuan y extendemos nuestras condolencias a la familia Canning Woo. Respetuosamente presentado, George Hsu, presidente y secretario.

Eso es todo. Estoy segura de que los demas empezaran a hablar de mi madre, de la maravillosa amistad que les unia y del motivo por el que ahora ocupo su lugar: ser la cuarta jugadora de mah jong y llevar a cabo la idea que ella concibio un caluroso dia en Kweilin. Pero todo el mundo se limita a aprobar el acta con un movimiento de cabeza. Incluso la de mi padre oscila de arriba abajo con un gesto rutinario, y parece como si hubieran arrinconado la vida de mi madre a fin de hacer sitio para otras actividades.

Tia An-mei se levanta con esfuerzo de la mesa y se dirige lentamente a la cocina para preparar la comida, y tia Lin, la mejor amiga de mi madre, se sienta en el sofa turquesa, se cruza de brazos y observa a los hombres todavia sentados a la mesa. Tia Ying, que parece mas encogida cada vez que la veo, saca de su bolsa de hacer punto el inicio de un diminuto sueter azul.

Los tios del club empiezan a hablar de acciones que les interesa comprar. Tio Jack, que es el hermano menor de tia Ping, esta muy entusiasmado con una compania minera que extrae oro en Canada.

– Es un seguro contra la inflacion -dice con conocimiento de causa. Es el que habla mejor ingles, casi sin acento. Creo que el ingles de mi madre era el peor, pero ella siempre penso que su chino era el mejor. Hablaba mandarin algo enturbiado con un dialecto de Shanghai.

– ?No ibamos a jugar al mah jong esta noche? -pregunto alzando la voz a tia Ying, que es un poco sorda.

– Luego, pasada la medianoche.

– A ver, senoras -dice tio George-, ?participan ustedes en esta reunion o no?

Cuando todos hemos votado unanimemente por las acciones del oro canadiense, voy a la cocina para preguntarle a tia An-mei por que motivo el club empezo a invertir en acciones.

– Jugabamos al mah jong, donde quien gana se lo lleva todo, pero siempre ganaban y perdian los mismos. -Esta rellenando wonton: con un palillo extiende la carne sazonada con jengibre sobre la fina membrana y luego un unico y diestro giro de su mano cierra esa membrana y le da la forma de una minuscula cofia de enfermera-. No puedes tener suerte cuando otra persona tiene habilidad, y por eso hace tiempo que decidimos invertir en el mercado de valores. Ahi no sirve la habilidad. Incluso tu madre estuvo de acuerdo en eso.

Tia An-Mei cuenta las piezas en la bandeja que tiene delante. Ya ha hecho cinco hileras con ocho wonton en cada una.

– Cuarenta wonton, ocho personas, diez por cabeza, cinco hileras mas -se dice a si misma en voz alta, y sigue rellenando-. Ahora somos listos y todos podemos ganar y perder por igual. Podemos tener la suerte del jugador de bolsa y jugar al mah jong por diversion, solo por unos pocos dolares, que se lleva el ganador. ?Los perdedores se llevan a casa las sobras! Asi todo el mundo puede disfrutar un poco. Esta bien pensado, ?eh?

Observo como tia An-mei prepara mas wonton, con dedos rapidos y expertos. No tiene que pensar en lo que esta haciendo. De eso se quejaba mi madre, de que tia An-mei nunca pensaba en lo que estaba haciendo.

– No es estupida -me dijo mi madre en una ocasion-, pero no tiene temple. La semana pasada se me ocurrio una buena idea para ella. Le dije: «Vamos al consulado a pedir los papeles para tu hermano». Y ella casi quiso dejar su tarea e ir en aquel mismo momento, pero mas tarde hablo con alguien, vete a saber quien, y esa persona le dijo que podia causarle serios problemas a su hermano en China y que el FBI la pondria a ella en una lista y le causarian dificultades en Estados Unidos durante el resto de su vida. Esa persona le dijo: «Pides un prestamo para una casa y te lo niegan, porque tu hermano es comunista». «?Si ya tienes una casa!», le dije. Pero ella seguia asustada. Tia An-mei corre por aqui y por alla, pero no sabe por que.

Miro a tia An-mei y veo a una mujer baja y encorvada, de mas de setenta anos, el pecho abundante y las piernas delgadas e informes. Tiene las yemas de los dedos aplanadas y blandas de una anciana. Me pregunto que haria tia An-mei para que mi madre la criticara tanto durante toda su vida. Sin embargo, parece ser que mi madre estaba siempre descontenta de todas sus amigas, de mi e incluso de mi padre. Siempre fallaba algo, o necesitaba mejora, o no estaba equilibrado. Esto o aquello tenia una cantidad excesiva de un elemento y no la suficiente de otro.

Los elementos procedian de la version particular que tenia mi madre de la quimica organica. Segun ella, cada persona se compone de cinco elementos.

Demasiado fuego y tienes mal caracter, como le sucedia mi padre, a quien mi madre siempre criticaba por su habito de fumar, y el le replicaba invariablemente que se guardara sus pensamientos. Creo que ahora se siente culpable por no haberle dejado decir lo que pensaba.

Si tienes poca madera, estas demasiado presto a escuchar las ideas ajenas, incapaz de hacer valer las propias. Este era el caso de tia An-mei.

Demasiada agua y fluyes en muchas direcciones, como yo misma, por haber estudiado media carrera de biologia y otra media de arte sin terminar ninguna de las dos, para acabar trabajando como secretaria en una pequena agencia de publicidad, convirtiendome mas tarde en redactora de textos publicitarios.

Yo solia descartar sus criticas, a las que consideraba como parte de sus supersticiones chinas, creencias que se adaptaban convenientemente a las circunstancias. Alrededor de los veinte anos, cuando estudiaba Introduccion a la psicologia, intente explicarle los motivos por los que ese habito impedia un entorno saludable para el aprendizaje.

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