La historia finaliza aqui. No me culparon demasiado. Huang Taitai tuvo su nieto. Yo obtuve mis ropas, un billete de tren a Pekin y el dinero suficiente para emigrar a los Estados Unidos. Los Huang solo me pidieron que jamas contara a nadie de importancia la historia de mi aciago matrimonio.
Esta es la verdadera historia de como mantuve mi promesa y sacrifique mi vida. Mira el oro que ahora puedo llevar. Di a luz a tus hermanos y entonces tu padre me regalo estos dos brazaletes. Luego te tuve a ti. Y de vez en cuando, cuando me sobra algo de dinero, compro otro brazalete. Se lo que valgo. Siempre son de veinticuatro quilates, de oro puro.
Pero jamas olvidare. El dia del Festival de la Brillantez Pura, me quito todos mis brazaletes. Recuerdo el dia en que se me ocurrio aquel pensamiento y fui capaz de seguirlo hasta el final. Aquel dia yo era una chiquilla con el rostro cubierto por un panuelo rojo de desposada. Entonces prometi que no me olvidaria de mi misma.
?Que bonito es volver a ser aquella nina, quitarme el panuelo para ver lo que hay debajo y sentir que mi cuerpo vuelve a ser ligero!
YING-YING ST. CLAIR
Durante todos esos anos mantuve la boca cerrada, a fin de que no salieran de ella deseos egoistas, y, como permaneci silenciosa tanto tiempo, ahora mi hija no me oye. Se sienta junto a su lujosa piscina y solo presta oidos a su Sony Walkman, su telefono sin cable, su corpulento e importante marido que le pregunta por que usan carbon y no un fluido mas ligero.
Durante todos esos anos mantuve oculta mi naturaleza, deslizandome como una pequena sombra para que nadie pudiera atraparme. Y, como me movia con tanto sigilo, ahora mi hija no me ve. Solo ve una lista de compras, su cuenta corriente sin saldo, el cenicero torcido sobre una mesa recta.
Y quiero decirle que estamos perdidas, ella y yo, ni nos ven ni vemos, ni nos oyen ni oimos, los demas nos desconocen.
No me perdi a mi misma en seguida. Restregue el rostro a lo largo de los anos para eliminar mi dolor, de la misma manera en que el agua desgasta las tallas en piedra.
No obstante, hoy puedo recordar la epoca en que corria y gritaba, en que no podia quedarme quieta. Es mi recuerdo mas antiguo: contarle mi deseo secreto a la Dama de la Luna, y como olvide lo que deseaba, ese recuerdo ha permanecido oculto para mi durante muchos anos.
Pero ahora recuerdo el deseo y veo con nitidez los detalles de aquel dia, tan claramente como veo a mi hija y la estupidez de su vida.
En 1918, cuando tenia cuatro anos, el Festival de la Luna llego a Wushi durante un otono excepcionalmente caluroso. Cuando desperte aquella manana, el dia decimoquinto de la octava luna, la estera de paja que cubria mi cama ya estaba pegajosa. La habitacion olia a hierba humeda cociendose lentamente con el calor.
A principios del verano los criados pusieron cortinas de bambu en todas las ventanas, para mitigar los terribles rayos del sol. Las camas estaban cubiertas con una estera de paja tejida, lo unico que usabamos durante los largos meses de constante calor humedo. Sobre los ladrillos calientes del patio habia una cuadricula de senderos de bambu. Llego el otono, pero sin sus mananas y noches frescas, y el calor rancio continuaba en las sombras detras de las cortinas, caldeando los acres olores de mi orinal, filtrandose en mi almohada, despellejandome el cuello e hinchandome las mejillas, por lo que aquella manana me desperte inquieta y quejosa.
Me llego otro olor desde el exterior, de algo que se quemaba, una aspera fragancia agridulce.
– ?Que es ese olor tan fuerte? -pregunte a mi ama de cria, quien siempre se las ingeniaba para aparecer junto a mi cama en cuanto me despertaba. Dormia en un camastro, en una pequena habitacion junto a la mia.
– Es lo mismo que te explique ayer -respondio, al tiempo que me levantaba de la cama y me sentaba en sus rodillas, y mi mente adormilada intento recordar lo que me conto la manana anterior al despertar.
– Estamos quemando los Cinco Males -le dije sonolienta, y me revolvi para saltar de su calido regazo.
Subi a un pequeno taburete y mire a traves de la ventana, al patio que se extendia abajo. Vi un objeto verde, enrollado en espiral en forma de serpiente, con una cola de la que se alzaba un humo amarillo, El dia anterior, mi ama de cria me habia mostrado que la serpiente salia de una pintoresca caja, decorada con cinco criaturas malignas: una serpiente nadadora, un escorpion saltarin, un ciempies volador, una arana que se dejaba caer al suelo y un lagarto que se lanzaba como impulsado por un resorte, y me explico que la picadura de cualquiera de aquellos seres podia matar a un nino. Asi pues, senti alivio al pensar que habian capturado a los Cinco Males y estaban quemando sus cadaveres. No sabia que la serpiente verde era tan solo incienso utilizado para alejar mosquitos y moscas pequenas.
Aquel dia, en vez de vestirme con una chaqueta de algodon claro y unos pantalones holgados, el ama de cria me trajo una pesada chaqueta de seda amarilla y una falda bordeada de franjas negras.
– Hoy no hay tiempo para jugar -me dijo, abriendo la chaqueta forrada-. Tu madre te ha hecho nuevas ropas de tigre para el Festival de la Luna… -Me puso los pantalones-. El de hoy es un dia muy importante, y ahora eres una nina mayor, asi que puedes asistir sin problemas a la ceremonia.
– ?Que es una ceremonia? -pregunte al ama, que ahora me ponia la chaqueta sobre las prendas interiores de algodon.
– Es una manera apropiada de comportarse. Haces esto y aquello para que los dioses no te castiguen -me explico mientras me abrochaba las presillas.
– ?Que clase de castigo? -le pregunte audazmente.
– ?Haces demasiadas preguntas! -grito el ama-. No necesitas entenderlo. Comportate, simplemente, sigue el ejemplo de tu madre. Enciende el incienso, haz una ofrenda a la luna, inclina la cabeza. No me hagas quedar mal, Ying-ying.
Baje la cabeza, con los labios fruncidos. Repare en las franjas negras que rodeaban las mangas de la chaqueta y las diminutas peonias bordadas que emergian de unas volutas de hilo dorado. Recorde haber visto a mi madre coser con una aguja plateada y con suaves movimientos, haciendo que flores, hojas y zarcillos florecieran en el pano.
Entonces oi voces en el patio. Me puse de puntillas en el taburete para ver quien era. Alguien se quejaba del calor: «… tocame el brazo, esta tan ablandado por el calor que se nota el hueso». Muchos familiares del norte habian llegado para el Festival de la Luna, y pasarian con nosotros la semana.
El ama intento peinarme con un ancho peine, y en cuanto encontro un nudo fingi que me caia del taburete.
– ?Quieta, Ying-ying! -grito, como hacia siempre, mientras yo me reia y oscilaba en el taburete.
Entonces me tiro del pelo, como si fueran las riendas de un caballo, y antes de que pudiera caerme otra vez del taburete, me lo trenzo con mucha rapidez, formando una sola trenza a un lado, que sujeto con cinco cintas de seda de colores. A continuacion enrollo la trenza, convirtiendola en un prieto mono, y dispuso y recorto las cintas se seda sueltas hasta que formaron una bonita borla.
Me dio la vuelta para inspeccionar su obra. Me estaba asando bajo la chaqueta de seda forrada y los pantalones, prendas sin duda destinadas a dias mas frescos. Sentia una quemazon en el cuero cabelludo, debida a las atenciones prodigadas por el ama. ?Que clase de fiesta podria justificar semejante sufrimiento?
– Muy bonita -afirmo el ama, aunque yo tenia el ceno fruncido.
– ?Quien viene hoy? -le pregunte.
– ?La Dama de la Luna! ?La Dama de la Luna! -exclame, dando saltos y llena de entusiasmo. Entonces, cuando ceso mi asombro ante los agradables sonidos de mi voz al pronunciar las nuevas palabras, tire de la manga del