ama y le pregunte-: ?Quien es la Dama de la Luna?

– Se llama Chang-O y vive en la luna. Hoy es el unico dia que puedes veda y lograr que se cumpla un deseo secreto.

– ?Que es un deseo secreto?

– Es lo que deseas pero no puedes pedir -respondio el ama.

– ?Por que no puedo pedirlo?

– Porque… porque si lo pides… ya no es un simple deseo, sino un deseo egoista -replico el ama-. ?No te he ensenado que esta mal eso de pensar en tus propias necesidades? Una muchacha nunca debe pedir nada. Ha de escuchar, nada mas.

– Si es asi, ?como conocera mi deseo la Dama de la Luna?

– Ai! Ya me has hecho demasiadas preguntas! No puedes pedirle nada porque no es una persona ordinaria.

Por fin me di por satisfecha y me apresure a decirle:

– Entonces le dire que no quiero ponerme esta ropa nunca mas.

– ?Ah! ?Pero no te lo acabo de explicar? Ahora que me has dicho eso, ya no es un deseo secreto.

Mientras comiamos nadie parecia tener prisa por ir al lago. Siempre habia alguien que engullia un bocado mas, y cuando por fin termino el desayuno, se entablo una conversacion sobre cosas insignificantes. Yo me sentia mas preocupada y desdichada a cada minuto que pasaba.

– … La luna de otono se calienta. ?Oh! Las sombras de los gansos retornan. -Baba recitaba un largo poema que habia descifrado de antiguas inscripciones en piedra-. En la losa faltaba la tercera palabra -explico-. Las lluvias la habian desgastado con el paso de los siglos y casi se perdio definitivamente para la posteridad.

– Pero por fortuna -dijo mi tio, con un centelleo en los ojos-, eres un paciente erudito de la historia y la literatura antiguas, y creo que pudiste resolverlo.

Mi padre respondio con el verso:

– Radiantes flores de la bruma. ?Oh!…

Mama explicaba a mi tia y a las ancianas la mejor manera de mezclar diversas hierbas e insectos para producir un balsamo.

– Se extiende aqui, entre estos dos puntos, y se frota vigorosamente hasta que la piel se calienta y el dolor desaparece.

– ?Ai! ?Pero como puedo frotar un pie inflamado? -se lamento una anciana-. Tengo un dolor intenso tanto dentro como fuera. ?Es tan sensible que ni siquiera puedo tocarlo!

– Es el calor -se quejo otra vieja tia-, el calor que te cuece la carne y la debilita.

– ?Y que te quema los ojos! -exclamo mi tia abuela. Yo suspiraba cada vez que iniciaban un nuevo tema. Finalmente el ama reparo en mi y me dio un pastelillo lunar en forma de conejo, diciendome que podia sentarme en el patio y comerlo con mis dos pequenas medio hermanas, Numero Dos y Numero Tres.

Es facil olvidarse de un barco cuando una tiene un pastelillo en forma de conejo en la mano. Las tres salimos enseguida de la habitacion y, en cuanto cruzamos la puerta en forma de luna que conducia al patio interior, brincamos y gritamos, corriendo para ver quien llegaba primero al banco de piedra. Yo era la mas corpulenta, por lo que tome asiento en la parte umbria, donde la losa de piedra estaba fresca, y mis medio hermanas se sentaron al sol. Reparti entre las dos las orejas del conejo, que eran solo de pasta, sin relleno de dulce ni yema de huevo en su interior, pero mis medio hermanas eran demasiado pequenas para protestar.

– Yo le gusto mas a la hermana -le dijo Numero Dos a Numero Tres.

– No, yo le gusto mas -replico Numero Tres.

– No armeis jaleo -ordene a las dos, y me comi el cuerpo del conejo, deslizando la lengua por los labios para lamer la pegajosa pasta de judias.

Nos quitamos mutuamente las migas de la ropa, y al terminar nuestro festin se hizo el silencio y volvi a sentirme inquieta. De repente vi una libelula de cuerpo carmesi muy grande y alas transparentes. Me levante de un salto y corri tras ella, seguida por mis medio hermanas, que saltaban y alzaban las manos hacia el insecto.

– ?Ying-ying! -oi que me llamaba el ama, y Numero Dos y Numero Tres se escabulleron. El ama estaba en el patio y mi madre y las otras senoras cruzaban ahora la puerta lunar. La mujer se me acerco a paso vivo y se agacho para alisar mi chaqueta amarilla-. Syin yifu! Yidafadwo! (?Tu ropa nueva! ?Todo esparcido por ahi!) -grito con ostentosa congoja.

Mi madre sonrio y vino hacia mi, volvio a colocarme en su sitio unas hebras de cabello rebelde y las fijo en la trenza arrollada.

– Un chico puede correr y perseguir libelulas, porque asi es su naturaleza -me dijo-, pero una muchacha debe estarse quieta. Si permaneces inmovil largo rato, la libelula ya no te vera. Entonces se acercara a ti y se ocultara en tu comoda sombra.

Las ancianas mostraron con risas su acuerdo, y entonces todas me dejaron en medio del patio caluroso.

Me quede perfectamente inmovil, como me habia dicho mi madre, y descubri mi sombra. Al principio era solo una mancha oscura sobre las esterillas de bambu que cubrian los ladrillos del patio, con las piernas cortas, los brazos largos y una trenza oscura y enrollada como la mia. Cuando movia la cabeza, ella tambien lo hacia. Ambas agitamos los brazos y levantamos una pierna. Me volvi para marcharme y ella me siguio. Me volvi rapidamente y la vi ante mi. Alce la estera de bambu para ver si podia arrancar mi sombra, pero estaba debajo de la estera, sobre los ladrillos. Grite de placer por la astucia de mi propia sombra. Corri hacia el circulo umbrio bajo el arbol, viendo como mi sombra me perseguia.

Entonces desaparecio. Queria a mi sombra, ese lado oscuro mio que poseia la misma naturaleza inquieta que yo.

Entonces oi que el ama me llamaba de nuevo.

– ?Ying-ying! Es la hora. ?Estas preparada para ir al lago? -Asenti, eche a correr hacia ella, y mi yo se me adelanto-. Despacio, despacio -me advirtio el ama.

Toda nuestra familia estaba ya sentada en el exterior, charlando animadamente, cada uno de sus miembros con un atavio que le daba aspecto de importancia. Baba llevaba un traje nuevo de color marron, sencillo pero de una seda cuya textura y confeccion eran evidentemente de gran calidad. Mama vestia chaqueta y falda de colores inversos a los mios: seda negra con franjas amarillas. Mis medio hermanas llevaban blusas de color rosa, asi como sus madres, las concubinas de mi padre. Mi hermano mayor vestia chaqueta azul con unos bordados que parecian los cetros de Buda para una larga vida. Hasta las ancianas se habian puesto sus mejores galas para la celebracion: la tia de mama, la madre de Baba y su prima, y la gorda esposa del tio abuelo, la cual todavia se depilaba las cejas y siempre andaba como si cruzara un arroyo resbaladizo, con dos pasitos seguidos de una mirada temerosa.

Los criados ya habian cargado en un jinrikisha las provisiones basicas de la jornada: un capazo lleno de zong zi, el arroz pegajoso envuelto en hojas de loto, unas rellanas de jamon soasado y otras de semillas dulces de loto, un hornillo para hervir el agua del te, otro capazo con tazas, cuencos y palillos, un saco de manzanas, granadas y peras, humedos tarros de barro con carnes y verduras en conserva, pilas de cajas rojas cada una de las cuales contenia cuatro pastelillos lunares y, por supuesto, esterillas para la siesta de la tarde.

Entonces todos subimos a los jinrikishas, los ninos mas pequenos sentados al lado de sus amas. En el ultimo momento, antes de partir, me zafe del ama, que me tenia cogida, y salte del vehiculo para subir al de mi madre, cosa que desagrado al ama, porque era una conducta presuntuosa por mi parte y tambien porque el ama me queria mas que a su propio hijo, al cual abandono siendo un bebe, cuando fallecio su marido y vino a mi casa para ser mi ama de cria. Pero yo estaba muy mimada por su culpa. Nunca me habia ensenado a tener en cuenta sus sentimientos y por ello el ama solo era para mi alguien que me ofrecia comodidad, como un ventilador en verano o una estufa en invierno, una bendicion que solo aprecias y quieres cuando ya no esta presente.

Al llegar al lago, me lleve una decepcion porque no habia ni un soplo de brisa refrescante. Los hombres que tiraban de nuestros jinrikishas estaban empapados en sudor, abrian la boca y resollaban como caballos. En el embarcadero contemple a los ancianos que iban subiendo a una gran embarcacion alquilada por nuestra familia. Tenia forma de casa de te, con un pabellon a cielo abierto mayor que el de nuestro patio, muchas columnas rojas

Вы читаете El club De la buena Estrella
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату