y un tejado puntiagudo, y detras una especie de cenador con ventanas redondas.
Cuando nos toco el turno, el ama me cogio la mano con fuerza y cruzamos la pasarela, que se movia bajo nuestros pies, pero en cuanto estuve en cubierta me libere del ama y, junto con Numero Dos y Numero Tres, me abri paso entre las piernas de la gente, rodeadas de ondulantes sedas oscuras y brillantes, para ver quien seria la primera en recorrer toda la longitud del barco.
Me encantaba la sensacion de inestabilidad, casi de caida, primero a un lado y luego al otro. Los farolillos rojos que colgaban del tejado y las barandillas se movian como impulsados por la brisa. Mis medio hermanas y yo deslizamos las manos por los bancos y mesitas del pabellon, segui mas con los dedos los dibujos de las amadas barandillas de madera y nos asomamos a las aberturas para ver el agua alla abajo. ?Y aun nos quedaban mas cosas por descubrir!
Abri una pesada puerta que daba al cenador y corri a traves de una pieza que parecia una gran sala de estar. Mis hermanas me seguian, riendo. Otra puerta abierta me revelo una cocina, en cuyo interior habia gente. Un hombre que sostenia una voluminosa cuchilla se volvio, y al vemos nos llamo, pero sonreimos timidamente mientras retrocediamos.
En la popa del barco vimos gente de aspecto humilde: un hombre que metia lenos en una chimenea alta, una mujer que cortaba verduras y dos muchachos de rudo semblante, acuclillado s cerca del borde de la embarcacion sujetando un cordel atado a una jaula de tela metalica, que pendia justamente por debajo de la superficie del agua. Ni siquiera nos dirigieron una mirada.
Regresamos a la proa del barco, a tiempo de ver que el muelle se alejaba de nosotras. Mama y las demas senoras ya estaban sentadas en unos bancos alrededor del pabellon, abanicandose con brio y dandose mutuamente palmadas en los lados de la cabeza cuando se les posaban mosquitos. Baba y el tio estaban apoyados en una barandilla, hablando con voces profundas y serias. Mi hermano y unos primos habian encontrado una larga vara de bambu y la introducian en el agua como si asi pudieran hacer que el barco avanzara con mas rapidez. Los criados estaban sentados en el extremo delantero, dedicados a calentar agua para el te, pelar nueces de gingco tostadas y vaciar los capazos de alimentos para servir una comida fria.
Aunque el lago Tai es uno de los mayores de China, aquel dia parecia estar repleto de embarcaciones: botes de remos, botes de pedales, veleros, pesqueros y pabellones flotantes como el nuestro, y asi a menudo pasabamos por el lado de otros barcos y veiamos personas inclinadas y con las manos metidas en el agua fresca o que iban a la deriva, dormidas bajo un toldo de pano o una sombrilla lubricada con aceite.
De repente oi los gritos: «?Aahh! ?Aahh! ?Aahh!» y pense que por fin habia empezado la fiesta. Corri al pabellon y encontre a las tias y tios riendo, mientras cogian con los palillos gambas bailarinas, que todavia coleaban y agitaban sus patitas. Asi pues, eso era lo que habia contenido la jaula de tela metalica bajo el agua, gambas de agua dulce, que ahora mi padre mojaba en una salsa picante de soja y engullia tras un par de mordiscos.
Pero la emocion no tardo en disiparse y la tarde parecio transcurrir como cualquier otra en casa: la misma apatia despues de la comida, un poco de chismorreo sonoliento con el te caliente, el ama diciendome que me acueste en la esterilla, el silencio cuando todo el mundo duerme durante las horas mas calurosas del dia.
Me enderece y vi que el ama aun dormia, tendida oblicuamente en la estera. Regrese a la popa, donde los muchachos de aspecto rudo estaban sacando de una jaula de bambu un ave de gran tamano y cuello largo que lanzaban graznidos de protesta y tenia un aro metalico alrededor del cuello. Uno de los muchachos lo inmovilizo, rodeandole las alas con los brazos, mientras el otro ataba una gruesa cuerda a la anilla metalica. Entonces la soltaron; el ave se precipito agitando freneticamente sus alas blancas, revoloteo sobre el borde del barco y se poso en las aguas brillantes. Me acerque al borde y mire al pajaro, que me devolvio la mirada con un solo ojo, cauteloso, antes de zambullirse y desaparecer.
Otro chico arrojo al agua una balsa de canas rojas huecas, se zambullo y al emerger subio a la balsa. Instantes despues tambien aparecio el ave, meneando la cabeza para sujetar un gran pescado que tenia en el pico. Subio a la balsa e intento tragarselo pero, naturalmente, la anilla alrededor de su cuello se lo impedia. Con un solo movimiento, el muchacho le arrebato el pescado del pico y lo lanzo a su companero del barco. Aplaudi y el ave se sumergio de nuevo.
Durante la hora siguiente, mientras el ama y los demas dormian, me quede alli mirando, como un gato hambriento que espera su turno, mientras un pescado tras otro aparecian en el pico del ave para acabar en un cubo de madera sobre la cubierta del barco. Entonces el chico que estaba en el agua le grito al otro: «?Suficiente!», y el del barco grito a alguien que estaba en la parte del barco oculta a mi vista. Se oyeron fuertes ruidos metalicos y silbidos, mientras el barco se movia de nuevo. El muchacho que estaba a mi lado se lanzo al agua, subio a la balsa y se quedo alli en cuclillas, junto al otro: parecian dos pajaros posados en una rama. Les salude agitando la mano, envidiosa de la libertad con que se movian, y pronto quedaron lejos, convertidos en una pequena mancha amarilla que se balanceaba en el agua.
Esta sola aventura me habria bastado, pero segui alli, como sumida en un sueno agradable, y al volverme vi a una mujer adusta agachada ante el cubo de pescado; saco un cuchillo de hoja delgada y afilada y empezo a destripar los pescados, quitandoles las entranas rojas y viscosas y lanzandolas al agua por encima del hombro. La vi raspar las escamas, que volaban como fragmentos de cristal, y luego poner fin al gorjeo de dos pollos, a los que decapito. Una gran tortuga estiro el cuello para coger un palito y, ?zas!, tambien perdio la cabeza. En un recipiente habia una masa oscura de delgadas anguilas de agua dulce, que se contorsionaban furiosamente. Entonces la mujer se lo llevo todo a In cocina, sin decir una sola palabra. Ya no habia nada mas que ver.
En aquel momento, ya demasiado tarde, vi mis ropas nuevas… y las manchas de sangre, escamas de pescado, fragmentos de plumas y barro. ?Que ideas tan extranas se me ocurrian! Presa del panico, al oir las voces de los que despertaban de su siesta y se aproximaban a la proa del barco, sumergi las manos en el cuenco que contenia la sangre de la tortuga y me restregue las mangas, la parte delantera de los pantalones y la chaqueta, creyendo seriamente que si podia tapar aquellas manchas tinendome la ropa de rojo carmesi, y si permanecia completamente inmovil, nadie se daria cuenta de aquel cambio.
Asi es como me encontro el ama: una aparicion cubierta de sangre. Todavia oigo su voz, gritando aterrorizada y precipitandose hacia mi para ver que partes de mi cuerpo faltaban, donde estaban los orificios por los que me desangraba. Y al no encontrar nada tras inspeccionarme las orejas y la nariz y contarme los dedos, me insulto con palabras que nunca habia oido hasta entonces, pero que, por su manera de pronunciadas, parecian malignas. Me quito bruscamente la chaqueta y los pantalones, diciendome que olia «a tal cosa horrible» y que mi aspecto era el de «tal otra cosa horrible». Le temblaba la voz, no tanto de ira como de temor.
– Ahora tu madre podra darse el gusto de lavarse las manos con respecto a ti -me dijo compungida-. Nos desterrara a las dos a Kunming.
Estas ultimas palabras me asustaron de veras, porque habia oido decir que Kunming estaba tan lejos que nadie lo visitaba jamas y que era un lugar salvaje rodeado por un bosque de piedra y gobernado por monos. El ama me dejo llorando en la popa del barco, de pie y solo con las prendas interiores de algodon blanco y las zapatillas atigradas.
Esperaba que mi madre viniera en seguida. La imagine al ver mi ropa sucia y las florecillas que le habian dado tanto trabajo, pense que vendria a la popa del barco y me reganaria a su manera suave. Pero no aparecio. Una vez oi pasos, pero solo vi las caras de mis medio hermanas apretadas contra el ventanillo de la puerta. Me miraron con expresion de sorpresa, me senalaron y luego se escabulleron riendo.
El color del agua habia ido variando, y del dorado oscuro paso al rojo, al purpura y finalmente al negro. Ahora el cielo estaba oscuro y las luces de los farolillos rojos diseminados por el lago empezaron a brillar. Oia a la gente hablar y reir, algunas voces procedentes de la proa de nuestro barco y otras de barcos vecinos. Entonces oi que se abria y cerraba bruscamente la puerta de la cocina, y la atmosfera se lleno de aromas suculentos.
Escuche los ruidos del banquete, sentada en la popa y con las piernas colgando. Aunque era de noche, el ambiente resplandecia. Podia ver mi reflejo, mis piernas, mis manos apoyadas en el borde y mi rostro. Tambien vi la causa de aquel resplandor: en el agua oscura se reflejaba la luna llena, una luna tan calida y grande que parecia el sol. Alce la cabeza para buscar a la Dama de la Luna y decirle mi deseo secreto, pero todos los demas tambien debieron verla en aquel momento, porque estallaron los fuegos artificiales, y cai al agua sin oir siquiera el