solo para disfrutar de su aroma. Y, por la noche, mi madre me contaba relatos, meciendome en sus brazos para que me durmiera.

Si examino mi vida entera, no puedo pensar en otro tiempo en que me sintiera mas comoda: entonces no tenia, preocupaciones ni temores ni deseos, y mi vida parecia tan blanda y deliciosa como yacer en el interior de un capullo, de seda rosa. Pero recuerdo claramente cuando toda esa comodidad dejo de ser comoda.

Debio de ser un par de semanas despues de nuestra llegada. Yo estaba en el amplio jardin trasero, lanzando una pelota y viendo como la perseguian los perros. Mi madre sentada a una mesa, contemplaba mi juego. Entonces oi el sonido de una bocina a lo lejos, al que siguieron gritos, y los dos perros se olvidaron de la pelota y echaron a correr, ladrando alegremente.

Vi en el rostro de mi madre la misma expresion temerosa que puso en la estacion maritima. Se apresuro a entrar en la casa, pero yo doble la esquina y me encamine a la entrada principal. Habian llegado dos jinrikishas de un negro reluciente, y tras ellos un gran automovil tambien negro. Un criado descargaba el equipaje de uno de los jinrikishas. Del otro salto una joven sirvienta.

Todos los criados se apinaron alrededor del automovil, viendo sus caras reflejadas en el metal pulimentado, admirando las ventanillas con cortinas y los asientos de terciopelo. Entonces el conductor abrio la portezuela trasera y bajo una joven, de cabello corto y muy ondulado. Aparentaba unos anos mas que yo, pero llevaba un vestido de mujer, medias y tacones altos. Mire mi vestido blanco, manchado por la hierba, y me senti avergonzada.

Los criados se inclinaron sobre el asiento trasero del coche y sacaron lentamente a un hombre, cogiendole de ambos brazos. Era Wu Tsing, mas bien bajo pero hinchado como un pajaro que ahueca las plumas, y mucho mayor que mi madre, con la frente alta, reluciente, y un gran lunar negro en la nariz. Vestia un traje occidental, con un chaleco demasiado prieto sobre el abdomen, pero sus pantalones eran muy holgados. Bajo del coche resoplando y grunendo, y en cuanto sus pies tocaron el suelo echo a andar hacia la casa, actuando como si no viera a nadie, aunque todos le saludaban y se apresuraban a abrirle las puertas, llevarle el equipaje y cogerle el largo abrigo. Entro en la casa seguido de la mujer joven, que miraba a todos con una sonrisa tonta, como si le hicieran los honores a ella, y cuando apenas habia llegado al umbral, oi que un criado le decia a otro:

– Quinta Esposa es tan joven que no ha traido a ninguno de sus criados, sino solo un aya.

Alce la vista y vi a mi madre mirando desde su ventana, observandolo todo. De esta manera informal mi madre descubrio que Wu Tsing habia tomado su cuarta concubina, la cual no era en realidad mas que un capricho, un decorado absurdo para el nuevo coche de aquel hombre.

Mi madre no tuvo celos de aquella muchacha a quien ahora llamarian Quinta Esposa. ?Por que habria de tenerlos? No amaba a Wu Tsing. En China una mujer no se casaba por amor, sino para tener una posicion, y mas adelante supe que la posicion de mi madre era la peor.

Tras la llegada a casa de Wu Tsing y Quinta Esposa, mi madre solia quedarse en su habitacion, bordando. Por la tarde saliamos a dar largos paseos por la ciudad, en busca de un rollo de seda cuyo color, al parecer, no sabia nombrar. Su desdicha era semejante: no podia nombrarla.

Y asi, aunque todo parecia apacible, yo sabia que no lo era. Quiza te preguntes como una nina de solo nueve anos puede saber esas cosas. Ahora yo misma me lo pregunto. Solo recuerdo lo incomoda que me sentia, como me encogia el estomago la certidumbre de que iba a ocurrir algo terrible. Y puedo asegurarte que era una sensacion casi tan mala como la que experimente unos quince anos despues, cuando empezaron a caer las bombas japonesas y, aguzando el oido, oi a lo lejos un rumor sordo y supe que no habia manera de detener lo que se aproximaba.

Pocos dias despues de la llegada de Wu Tsing a casa, me desperte en plena noche. Mi madre me movia suavemente el hombro.

– An-mei, se buena chica -me dijo con voz fatigada-. Ve ahora a la habitacion de Yan Chang.

Me restregue los ojos y, mientras me despertaba, vi una sombra y me eche a llorar. Era Wu Tsing.

– Tranquilizate, no ocurre nada -susurro mi madre-. Vete con Yan Chang.

Me cogio en sus brazos y me deposito lentamente en el frio suelo. Oi que el reloj de madera empezaba a sonar y poco despues la voz profunda de Wu Tsing quejandose del frio. Cuando me reuni con Yan Chang, esta actuo como si me estuviera esperando y supiera que iba a llorar.

A la manana siguiente no fui capaz de mirar a mi madre, pero vi que Quinta Esposa tenia el rostro hinchado como el mio; durante el desayuno, delante de todo el mundo, su colera estallo por fin y grito rudamente a una criada porque le servia con demasiada lentitud. Todos, hasta mi madre, la miraron sorprendidos de sus malos modales y de que criticara de esa manera a una criada. Vi que Wu Tsing la miraba como un padre severo, y ella se echo a llorar. Pero luego, aquella misma manana, Quinta Esposa volvia a sonreir y se pavoneaba con un vestido y unos zapatos nuevos.

Aquella tarde mi madre me hablo de su desdicha por primera vez. Estabamos en un jinrikisha, camino de una merceria en busca de hilo para bordar.

– ?Te das cuenta de lo desgraciada que es mi vida? -se lamento-. ?Ves que no tengo ninguna posicion? Ha traido a casa una nueva esposa, una chica de clase baja, de piel oscura y sin modales! La ha comprado por un punado de dolares a una pobre familia pueblerina que se dedica a fabricar tejas de barro. Y por la noche, cuando ya no puede usada, el viene a mi despidiendo su olor a barro. -Ahora lloraba y, mas que hablar, farfullo como una loca-: Ya ves que una cuarta es menos que una quinta. No debes olvidado, An-Mei. Yo fui una primera esposa, yi tai, la esposa de un erudito. ?Tu madre no siempre ha sido Cuarta Esposa, Sz Tai!

Pronuncio con tanto odio esa palabra, sz, que me estremeci., Sonaba como la sz que significa «morir», y recorde que Popo me dijo una vez que el cuatro es un numero muy agorero porque si lo pronuncias airadamente, siempre le das el sentido erroneo.

Llego el Rocio Frio, empezo a helar y Segunda y Tercera Esposa, hijos y criados regresaron a Tientsin. Hubo una gran conmocion a su llegada. Wu Tsing habia permitido que el coche nuevo fuese a la estacion pero, naturalmente, no bastaba para transportarlos a todos. De acuerdo que seguian al automovil unos doce jinrikishas, que avanzaban dando brincos, como grillos en pos de un gran escarabajo brillante. Del coche empezaron a bajar mujeres.

Mi madre estaba detras de mi, dispuesta a saludar a los recien llegados. Una mujer que llevaba un sencillo vestido extranjero y unos zapatos grandes y feos se acerco a nosotras. La seguian tres ninas, una de ellas de mi edad.

– Esta es Tercera Esposa y sus tres hijas -dijo mi madre.

Las tres ninas eran aun mas timidas que yo. Rodearon a su madre, con la cabeza gacha y sin decir nada, pero yo segui mirandolas. Eran tan poco agraciadas como su madre, con los dientes grandes, los labios gruesos y las cejas tan hirsutas como una oruga. Tercera Esposa me saludo carinosamente y permitio que le llevara uno de sus paquetes. Mi madre apoyaba su mano en mi hombro, y note que se ponia rigida.

– Tambien esta Segunda Esposa -susurro-. Querra que la llames Madre Grande.

Vi a una mujer que llevaba un largo abrigo negro de piel y ropas occidentales de color oscuro, muy elegantes. Sostenia en brazos a un nino pequeno de gruesas mejillas rosadas, que tendria unos dos anos.

– Es Syaudi, tu hermanito -susurro mi madre.

El pequeno llevaba un gorro de la misma piel oscura y curvaba el dedo menique alrededor del collar de perlas de Segunda Esposa. Me pregunte como podia esta tener un hijo de tan corta edad. Era bastante guapa y parecia sana, pero ya muy mayor, tal vez tuviera cuarenta y cinco anos. Entrego el bebe a una sirvienta y empezo a dar instrucciones a las numerosas personas que seguian apinadas a su alrededor.

Entonces Segunda Esposa se me acerco sonriente, su abrigo de piel destellando a cada paso. Cuando llego a mi lado me dio unas palmaditas en la cabeza y, con un rapido y garboso movimiento de sus pequenas manos, se quito el largo collar de perlas y lo puso alrededor de mi cuello.

Era la joya mas hermosa que yo habia visto jamas, disenada al estilo occidental, cada perla del mismo tamano e identico tono rosado, con un pesado broche de plata ornamentada que unia los extremos.

Mi madre se apresuro a protestar.

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