– Entonces, ?cuando volvere a verte? Ella no responde.

– Gracias -repite, y sale del coche.

El miercoles si va a su clase, y se sienta donde acostumbra. Todavia siguen con Wordsworth, con el Libro VI de El preludio: el poeta en los Alpes.

– Desde una loma -lee el en voz alta-,

tambien por vez primera contemplamos sin estorbos la cima del Mont Blanc, y nos lleno de pena la impresion de esa imagen sin alma en la retina que habia desahuciado un pensamiento viviente que ya no podria existir.

»Veamos. La majestuosa montana blanca, el Mont Blanc, resulta una gran decepcion. ?Por que? Empecemos por lo insolito del verbo que se aplica a esa situacion, desahuciar. ?Alguien lo ha buscado en el diccionario?

Silencio.

– Si lo hubierais buscado, habriais descubierto que desahuciar tambien tiene, en sentido figurado, el significado de arrebatar o desposeer, usurpar. Mas que una usurpacion, esto es, una deprivacion, el poeta emplea un verbo que remite a la idea de que algo le ha sido robado. Sugiere que esa desposesion es completa.

»Las nubes se han disipado, dice Wordsworth; la cumbre esta visible en su integridad, sin estorbos, y sin embargo se apena al verla. Parece una extrana reaccion, teniendo en cuenta que se trata de un viajero que ha ido a conocer los Alpes. ?Por que esa pena? Tal como dice, porque una imagen sin alma, una mera impresion en la retina, se ha aduenado de aquello que hasta entonces era un pensamiento viviente, y lo ha desahuciado. ?Cual era ese pensamiento viviente?

De nuevo, silencio. El aire mismo que lo rodea mientras habla pende inerte, como una sabana. Un hombre que contempla una montana: ?por que tiene que ser tan complicado?, parecen deseosos de quejarse los alumnos. ?Que respuesta podra darles? ?Que le dijo a Melanie durante aquella primera velada? Que sin un destello de revelacion no hay nada. En el aula, ?donde esta ese destello de revelacion?

Le lanza una rapida mirada. Tiene la cabeza inclinada; esta absorta en el texto, o parece estarlo.

– Esa misma idea, la usurpacion, aparece con ese mismo vocablo unos cuantos versos mas adelante. La desposesion es uno de los temas de mayor hondura en toda la secuencia referida a los Alpes. Los grandes arquetipos mentales, las ideas puras, son arrebatadas, desahuciadas por meras imagenes sensoriales.

»Ahora bien, nadie puede llevar una vida cotidiana en el reino de las ideas puras, protegido de toda experiencia sensorial. La cuestion, asi pues, no estriba en como podriamos mantener la pureza de la imaginacion, como protegerla de las agresiones de la realidad. No, la cuestion ha de ser esta: ?podemos hallar una forma de que ambas coexistan?

»Fijaos en el verso quinientos noventa y nueve. Wordsworth escribe acerca de los limites de la percepcion sensorial. Es un tema que ya hemos tratado con anterioridad. A medida que los organos sensoriales llegan al limite de su poder perceptivo, sus luces van apagandose. No obstante, en el momento en que expira, esa luz vuelve a aumentar una vez mas, como aumenta la llama de una vela, y asi nos permite atisbar lo invisible. Este es un pasaje bastante dificil; tal vez incluso este en contradiccion con el instante del Mont Blanc. Sin embargo, Wordsworth parece avanzar a tientas hacia una suerte de equilibrio: ya no se trata de la idea pura, envuelta por las nubes, ni de la imagen visual que arde cuando queda impresa en la retina, que nos abruma y nos decepciona con una claridad incontestable, sino de la imagen sensorial, tan fugaz como sea posible, como instrumento susceptible de agitar o activar la idea que yace enterrada, en un sustrato inferior, en el terreno de la memoria.

Hace una pausa. Incomprension total. Ha ido demasiado lejos y demasiado deprisa. ?Como podria acercarlos a su pensamiento? ?Como podria acercarla a ella?

– Es como estar enamorado -dice-. Para empezar, si fuerais ciegos no os habriais enamorado nunca. Sin embargo, ?de veras teneis el deseo de ver a la amada a la fria claridad del aparato visual? Tal vez fuera preferible tender un velo sobre la mirada, de modo que la amada siguiera viviendo en su forma arquetipica, como una diosa.

Esa idea no existe en Wordsworth, pero al menos sirve para que despierten. ?Arquetipos?, parecen decirse. ?Diosas?

?De que esta hablando este? ?Que sabra este vejestorio del amor?

Un recuerdo lo invade: el momento en que, en el suelo, le subio a la fuerza el jersey y desnudo sus pechos pequenos, nitidos, perfectos. Por vez primera ella levanta la vista; su mirada se encuentra con la de el y en un destello lo ve todo. Confusa, baja de nuevo la mirada.

– Wordsworth escribe acerca de los Alpes -dice-. En este pais no tenemos nada que se parezca a los Alpes, pero tenemos la cordillera de Drakensberg o, a una escala mas reducida, Mountain Table, cumbres a las que ascendemos tras la estela de los poetas, con la esperanza de gozar de uno de esos momentos de revelacion, tan wordsworthianos, de los que todos hemos oido hablar alguna vez. -Ahora habla por no callar, por disimular-. No obstante, esa clase de momentos no nos llegaran nunca, a no ser que el ojo este medio enfocado en los grandes arquetipos de la imaginacion que todos llevamos dentro.

?Basta! Le asquea el timbre de su propia voz, y ademas siente lastima por ella, por obligarla a escuchar esas intimidades encubiertas. Da por terminada la clase y se queda en el aula, con la esperanza de cruzar con ella dos palabras. Ella, sin embargo, se marcha con los demas.

Una semana antes no era mas que otra cara bonita en medio de la clase. Ahora es una presencia en su vida, una presencia que respira.

El auditorio del sindicato de estudiantes esta a oscuras. Sin que nadie se fije en el, toma asiento en la ultima fila. Con la excepcion de un hombre casi calvo, que lleva uniforme de bedel y que esta unas cuantas filas mas adelante, es el unico espectador.

La obra que ensayan se titula Crepusculo en el Salon del Globo: una comedia sobre la nueva Sudafrica, ambientada en un salon de peluqueria de Hillbrow, Johannesburgo. En el escenario, un peluquero exuberantemente gay atiende a dos clientas, una negra y una blanca. Los tres estan de chachara: hacen chistes, se insultan. El principio rector de la escena parece ser la catarsis: todos los desabridos, viejos prejuicios salen a la luz del dia y son lavados en torrentes de risas.

Aparece en escena una cuarta figura, una muchacha con zapatos de plataforma y el cabello peinado en una catarata de bucles.

– Sientate, carino, que te atiendo en un momentito -dice el peluquero.

– Vengo por lo del trabajo -responde ella-, por el anuncio que ha puesto.

Tiene un acento marcadamente Kaaps, de la region de El Cabo: es Melanie.

– Ag, pues coge una escoba y haz algo util -dice el peluquero.

Coge la escoba y recorre todo el escenario haciendo como que barre. La escoba se enreda con un cable. Supuestamente ha de haber un chispazo, seguido por un chillido y una desbandada, pero algo falla en la sincronizacion del efecto especial. La directora de la obra se planta en el escenario en dos zancadas; tras ella aparece un joven vestido de cuero negro que comienza a comprobar el enchufe.

– Tiene que ser mas vivaz -dice la directora-. Hay que darle un aire como de los hermanos Marx. -Se vuelve hacia Melanie-. ?Entendido? -Melanie asiente.

El bedel que tiene delante se levanta y, tras un hondo suspiro, se marcha del auditorio. El tambien deberia largarse. Es un asunto escabroso estar asi a oscuras, espiando a una muchacha (sin querer, la palabra rijoso le pasa por la cabeza). Sin embargo, los viejos a cuya compania parece a punto de sumarse, los mendigos y los vagabundos de gabardinas raidas y manchadas, de dientes postizos y orejas peludas… todos ellos tambien fueron en su dia hijos de Dios, seres de extremidades rectas y mirada limpia. ?Se les puede echar la culpa por aferrarse con unas y dientes al sitio que todavia ocupan en el dulce banquete de los sentidos?

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