y alumna. ?Estara el preparado para eso?
– ?Te lo pasas bien con el curso? -le pregunta.
– Me gusto Blake. Me gusto todo lo relacionado con el Wonderhorn.
– Wunderhorn.
– En cambio, Wordsworth no me entusiasma.
– Eso no deberias decirmelo a mi: Wordsworth ha sido uno de mis maestros.
Es cierto. Desde que alcanza a recordar, las armonias y las consonancias de
– Puede que a final de curso consiga tomarle carino. A lo mejor, con el tiempo me agradara mas. A veces pasa.
– Puede ser. De todos modos, segun mi experiencia la poesia te habla y te llega a primera vista o no te llegara nunca. Hay un destello de revelacion y un destello reflejo de respuesta. Es como el rayo. Como enamorarse.
Como enamorarse. ?Seguiran enamorandose los jovenes, o ese es un mecanismo obsoleto a estas alturas, algo innecesario, pintoresco, similar a las locomotoras de vapor? El si que esta anticuado, ajeno a las realidades del momento. Por lo que alcanza a saber, eso de enamorarse podria haber pasado de moda y haber vuelto a estar de moda al menos media docena de veces.
– ?Escribes poesia? -le pregunta.
– Antes si, cuando estaba en el instituto. Pero no era gran cosa. Ahora mismo no tengo tiempo para eso.
– ?Y otras pasiones? ?No tienes alguna pasion literaria? Ella frunce el ceno al oir esa extrana palabra.
– En segundo estudiamos a Adrienne Rich y a Ton? Morrison. Ah, y a Alice Walker. Me meti muy a fondo en la obra de estas escritoras, pero yo no diria que fuera exactamente una pasion.
Vaya: asi pues, no es una criatura apasionada. ?No sera que, mediante un rodeo, del modo mas indirecto que pueda imaginarse, ella trata de disuadirlo?
– Voy a preparar algo de cena -le dice-. ?Por que no te quedas? Sera algo muy sencillo.
Ella parece dubitativa.
– ?Vamos, animate! -dice-. ?Di que si!
– Vale, pero antes he de hacer una llamada.
La llamada dura bastante mas de lo que el habia supuesto. Desde la cocina oye los murmullos, los silencios.
– ?Que planes tienes para cuando acabes los estudios? -le pregunta despues.
– Me dedicare al diseno teatral. Escenografia y vestuario. De hecho, estoy preparando una diplomatura en teatro.
– ?Y por que razon has escogido mi curso sobre los poetas del romanticismo?
Ella se para a pensar y arruga la nariz.
– Mas que nada por el ambiente -contesta-. Ademas, no queria estudiar a Shakespeare otra vez. El ano pasado ya estudie a Shakespeare.
Lo que el prepara para cenar es ciertamente muy simple: anchoas sobre un lecho de tagliatelle con salsa de champinones. Deja que sea ella quien trocee los champinones. Por lo demas permanece sentada en un taburete, viendolo cocinar. Cenan en el comedor, el abre una segunda botella de vino. Ella devora la cena sin recato. Un apetito muy sano para ser tan delgada.
– ?Siempre cocinas para ti? -le pregunta.
– Vivo solo. Si no cocino yo, no lo hace nadie.
– Yo odio la cocina. Supongo que deberia aprender.
– ?Por que? Si de veras lo odias, casate con un hombre que sepa cocinar.
Juntos, contemplan la imagen: la joven esposa vestida con atrevimiento, adornada con joyas llamativas, entra por la puerta y olisquea el aire con impaciencia; el marido, un palido Principe Azul, aparece con un delantal y da vueltas a la cazuela en una cocina humeante. Las inversiones: de esa materia esta hecha la comedia burguesa.
– Eso es todo -dice al final, cuando queda vacia la fuente-. No hay postre, a no ser que quieras una manzana o un yogur. Perdona, no sabia que iba a tener una invitada.
– Estaba muy rico -contesta. Vacia la copa y se pone en pie-. Gracias.
– Espera, no te vayas aun. -La toma de una mano y la lleva hasta el sofa-. Quiero ensenarte una cosa. ?Te gusta la danza? No bailar; la danza. -Introduce una cinta en el video-. Es una pelicula de un tipo llamado Norman McLaren. Es bastante vieja. La encontre en la biblioteca. A ver que te parece.
Sentados uno junto al otro en el sofa, ven la cinta. Dos bailarines en un escenario despojado de toda decoracion van ejecutando los pasos. Filmadas con una camara estroboscopica, las imagenes son una fantasmagoria de sus movimientos reales, y se extienden tras ellos como un abanico que aletease sin cesar. Es una pelicula que el vio hace ya un cuarto de siglo, pero que sigue cautivandolo: el instante del presente y el pasado de ese instante, evanescente, son captados en un mismo espacio.
Ansia que la muchacha tambien este cautivada, pero se da cuenta de que no.
Cuando termina la pelicula, se levanta y deambula por la sala. Levanta la tapa del piano, pulsa un
– ?Tocas? -pregunta.
– Un poco.
– ?Clasica o jazz?
– No, jazz me temo que no.
– ?No te apetece tocar una pieza para mi?
– No, ahora no. Hace tiempo que no ensayo. Tal vez en otra ocasion, cuando nos conozcamos mejor. Ella se asoma al estudio.
– ?Puedo echar un vistazo? -pregunta.
– Claro, enciende la luz.
El pone mas musica: sonatas de Scarlatti, musica para amansar a las fieras.
– Tienes muchos libros de Byron -dice cuando sale-. ?Es tu autor preferido?
– Es que estoy trabajando sobre Byron, sobre la etapa que paso en Italia.
– ?No murio muy joven?
– A los treinta y seis. Todos morian jovenes. Si no, se secaban. O se volvian locos de atar y terminaban por encerrarlos. De todos modos, Byron no murio en Italia, sino en Grecia. Se fue a Italia para huir de las consecuencias de un escandalo, y termino por acomodarse alli. Alli se instalo. Y alli vivio la ultima gran aventura amorosa de su vida. En aquella epoca, Italia era muy popular entre los ingleses que viajaban al extranjero. Estaban convencidos de que los italianos todavia se mantenian en contacto con su naturaleza, de que estaban menos constrenidos por las convenciones, de que eran mas apasionados.
Ella vuelve a recorrer toda la sala.
– ?Esta es tu mujer? -pregunta al detenerse ante la fotografia enmarcada que hay sobre la mesita del cafe.
– Mi madre. Es una fotografia de cuando era joven.
– ?Estas casado?
– Lo estuve. Dos veces. Pero ya no lo estoy. -No anade: ahora me las arreglo con lo que me sale al paso. No dice: ahora me contento con las putas-. ?Puedo ofrecerte un licor?
Ella no desea tomar un licor, pero acepta un chorrito de whisky en el cafe. Mientras ella da un sorbo, el se inclina y le roza la mejilla.
– Eres un verdadero encanto -le dice-. Voy a invitarte a hacer una temeridad. -Vuelve a rozarla-. Quedate. Pasa la noche conmigo.
Ella lo mira con firmeza sin apartar la taza de sus labios.
– ?Por que?
– Porque debes.
– ?Por que debo?
– ?Por que? Porque la belleza de una mujer no le pertenece solo a ella. Es parte de la riqueza que trae