2 de junio
Susan:
Lo que yo echo de menos es tu voz. ?Todavia cantas a menudo? La musica de tu carta estaba compuesta de notas un poco tristes. El verano ya esta aqui y las terrazas se llenan de gente. Pronto me mudare. Me he trasladado a la parte alta de la ciudad. Cada vez el trafico esta peor y asi estare mas cerca de la oficina. Aqui una media hora vale lo que una piedra preciosa. Todo el mundo tiene tanta prisa que resulta casi imposible detenerse en una acera sin correr el riesgo de morir aplastado por la multitud. A menudo me pregunto hacia donde va esa gente a la que nada parece poder detener y si no seras tu la que tenga razon de vivir alli donde el aire todavia huele bien. Tu vida debe de ser hermosa, y me muero de ganas de saber algo de ti. Yo estoy desbordado por el trabajo, pero tengo buenas noticias que comunicarte. ?Que es esa cosa muy importante de la que me hablas? Te esperare como de costumbre. Hasta pronto.
Besos.
Philip
5
El Boeing 727 de la Eastern Airlines abandono el aeropuerto de Tegucigalpa a las diez de la manana, con dos horas de retraso sobre el horario previsto a causa de una climatologia adversa. En la terminal, Susan, inquieta, miraba el cielo negro que avanzaba hacia ellos. Cuando la azafata abrio la puerta de vidrio que daba acceso a la pista, ella siguio bajo la lluvia a los pasajeros que se dirigian hacia la escalerilla. Listo para el despegue, el comandante del aparato puso los motores a toda potencia a fin de contrarrestar el viento de traves que cruzaba la pista. Las ruedas abandonaron el suelo y el avion dio un salto, intentando elevarse para atravesar lo mas rapidamente posible la capa de nubes. Sentada y con el cinturon abrochado, Susan era sacudida por las violentas turbulencias; ni siquiera cuando se lanzaba en su 4 X 4 a toda velocidad por la pista se movia tanto. Sobrevolaron las montanas del nordeste y la tempestad redoblo su fuerza. Un rayo alcanzo el fuselaje y a las diez y veintitres minutos la caja negra grabo la voz del copiloto, comunicando a la torre de control que el motor numero dos se habia parado y que perdian altura. Ademas del vertigo, Susan sintio una nausea indescriptible. Se coloco ambas manos en el bajo vientre. El avion continuaba descendiendo. La tripulacion necesito tres minutos para poner en marcha el reactor y recuperar altura. El resto del viaje transcurrio en el silencio que con frecuencia se instala despues de un momento de miedo.
En la escala de Miami tuvo que correr para no perder su conexion. La carrera por los pasillos era agotadora, su bolsa le pesaba y un nuevo vertigo la detuvo brutalmente. Recupero el aliento y reanudo su marcha hacia la puerta de embarque, pero era demasiado tarde. Tuvo que conformarse con ver como despegaba su avion.
Philip miraba por la ventanilla del autobus que lo condujo al aeropuerto de Newark. Habia colocado sobre sus rodillas el cuaderno de espiral. La muchacha que se sentaba a su lado observaba como esbozaba con un lapiz negro el rostro de una mujer.
Ella tomo el siguiente vuelo dos horas mas tarde. Solo subsistia el mareo por encima de las nubes. Empujo la bandeja e intento dormir.
La sala estaba desierta como casi siempre al final de la manana, salvo cuando habia un congreso o era el comienzo de las vacaciones. Se instalo en su mesa. Despues del almuerzo, el lugar quedo de nuevo vacio y el camarero de la tarde sustituyo al de la manana. El hombre lo reconocio enseguida y le saludo. Philip se levanto, se sento delante de el y al mismo tiempo que escuchaba lo que decia trazo un nuevo esbozo del lugar: el sexto que figuraba en su cuaderno, sin contar el que habia pegado en la pared de su taller de Manhattan, sobre la mesa de trabajo. Cuando el dibujo estuvo terminado, se lo mostro al camarero, que se quito la chaqueta blanca y se la entrego. Philip se la puso con aire de complicidad. Intercambiaron los sitios y el camarero se sento en el taburete, fumando con placer un cigarrillo mientras Philip le contaba el ano que habia pasado.
Durante todas esas horas, dos sillas invertidas prohibian el acceso a una mesa, la que estaba junto al ventanal. Susan llego en el avion de las nueve de la noche.
– ?Como te las arreglas para ocupar siempre la misma mesa?
– Primeramente, me lo pediste el dia de tu primer viaje y, en segundo lugar, ?tengo talento! Te esperaba en el vuelo anterior. Dicho esto, por muy extrano que parezca, jamas la he encontrado ocupada.
– La gente sabe que es nuestra.
– ?Comenzamos por la revision fisica o por la moral?
– ?He cambiado tanto en este ano?
– No, tienes la cara de alguien que acaba de viajar. Eso es todo.
El camarero puso la copa de rigor sobre la mesa. Susan sonrio y la aparto con gesto discreto.
– Tu tienes buen aspecto, hablame de ti.
– ?No te lo comes?
– Tengo el estomago revuelto. El vuelo ha sido infernal y he pasado algo de miedo. Uno de los motores se paro.
– ?Y que sucedio? -pregunto el, inquieto.
– Ya ves, estoy aqui. Al final se puso otra vez en marcha.
– ?Quieres otra cosa?
– No, nada. No tengo apetito. No me has escrito mucho este ano.
– Tu tampoco.
– Pero yo tengo excusas.
– ?Cuales?
– No lo se. Eres tu quien siempre ha dicho que las cultivaba. Esta bien que de tanto en tanto me sirva de ellas.
– ?Pretextos! La palabra que utilice fue «pretextos». ?Que es lo que pasa? ?Acaso ahora tengo que medir mis palabras?
– Nada, todo va bien. ?Y tu trabajo?
– Al ritmo que van las cosas, sere director asociado en un ano como mucho. Este ano hemos hecho campanas muy interesantes y es posible que me den un premio. En este momento tres de mis creaciones aparecen en la prensa femenina. Incluso he recibido una oferta de una casa francesa de modas. Solo quieren hablar conmigo, y eso hace que en la agencia me tengan en mayor consideracion.
– Bien, muy bien. Estoy orgullosa de ti. En cualquier caso tienes aspecto de felicidad.
– Tu tienes pinta de estar muy cansada, Susan. ?Estas enferma?
– No, te lo juro, Philip. Ni siquiera una diminuta ameba. A proposito, ?no tendras tu una «amiga»?
– ?No comiences de nuevo! Si. La tengo. Se llama Mary.
– ?Ah! Si, habia olvidado su nombre.
– No pongas esa cara de desprecio. Estoy bien con ella. Tenemos los mismos gustos en materia de libros, comida, peliculas. Comenzamos a tener amigos comunes.
Susan asintio con una sonrisa socarrona.
– Parece practico y suena a una autentica relacion, socialmente consolidada. ?Que excitante!
Ella levanto las cejas y acerco su rostro al de el, como para prestar una mayor atencion a sus palabras, no sin cierta carga de ironia.
– Se en lo que estas pensando, Susan. Quiza tiene poco que ver con la