decirte nada.

– ?Intentas decirme que ya no me quieres?

Mary se levanto de la cama y lo miro antes de salir de la habitacion.

El vio como las curvas de su cuerpo se desvanecian en la penumbra del pasillo, espero unos minutos y fue a su lado. Ella estaba sentada en lo alto de la escalera y miraba con fijeza la puerta de entrada. El se arrodillo detras y la rodeo torpemente con sus brazos.

– Estaba diciendote lo contrario -dijo Mary.

Ella bajo la escalera, entro en el salon y cerro la puerta.

Dificil manana la que sigue a una noche en la que se han pronunciado palabras que se adivinaban sin necesidad de oirlas. Embutida en su abrigo de cuero, Mary lucha en el umbral de la puerta contra el terrible frio de la manana. Las voces de los ninos en la escalera se aproximan. Ella grita que los espera en el coche, que deben darse prisa, pues si no llegaran tarde. Philip se acerca, pone la mano sobre su nuca y la acaricia.

– Quiza no he actuado como tu esperabas, pero te amo de verdad, Mary.

– Ahora no. No cerca de los ninos, por favor. Es muy pronto. Voy a hacer unas tortitas…

La beso en los labios. Desde lo alto de la escalera, Thomas se puso a cantar a voz en grito: «?Estan enamorados, estan enamorados, estan enamorados!». Lisa le dio un golpe con el hombro y, en un tono que quiso ser tan autoritario como arrogante, anadio: «?Thomas, dime que en enero cumpliras siete anos, que no te quedaras asi para siempre!». Sin esperar la respuesta, bajo la escalera. Al salir, cogio las llaves de la mano de Mary y grito: «Soy yo la que os espera en el coche», para luego anadir en voz baja: «?Estan enamorados!».

Mary descendio por el sendero, coloco su pequena maleta en el maletero del 4 x 4 y se instalo detras del volante:

– ?Te vas de viaje? -pregunto Thomas.

– Voy a pasar unos dias con mi hermana en Los Angeles. Papa se ocupara de vosotros.

Mary dejo el coche en el aparcamiento y tomo el pasillo que conducia a la terminal. Acababan de finalizar unas obras y la pintura aun relucia. Su avion tardaria tres horas en despegar. El embarque aun no habia comenzado. Entro en la cafeteria y se sento en un taburete cerca del mostrador. Desde alli podia contemplar las pistas. Un camarero con acento espanol le sirvio un cafe con leche. En el silencio de la sala vacia dejaba pasar por delante de sus ojos las imagenes del pasado: el momento fortuito del primer encuentro en la oscuridad de un cine, lo inesperado de las primeras palabras pronunciadas en la calle, la delicadeza de la turbacion que se anuncia, la confusion de los sentimientos cuando cada uno reanuda el curso de la vida con los numeros respectivos. La espera que ha irritado la esperanza, los detalles que recuerdan a quien aun no se conoce, la emocion de la primera llamada que hace que el dia siguiente sea tan diferente. Despues, el silencio que se instala de nuevo y el tiempo que ya no deja aflorar pensamientos que no se quieren adivinar. En medio de la multitud, una mirada unica a Times Square en una No- chevieja, la puerta de un edifico que se abre al amanecer glacial de una calle desierta del Soho, y de nuevo la espera. La intimidad naciente de las veladas que concluyen detras de un ventanal de Fanelli's. Una vieja escalera de madera en la que cada escalon parecia mas empinado que el anterior cuando el desaparecia al dar la vuelta a la esquina. Las horas transcurridas pendiente del telefono. En medio del cortejo, los recuerdos de todas las primeras veces: un ramo de rosas rojas abandonado sobre el rellano, el pudor de los abrazos que parece dar tanto valor a los gestos torpes. Una noche fragil dominada por el temor a incomodar al otro, el cuerpo que no encuentra la postura del sueno, o ese brazo que ya no se sabe donde colocar.

Y cuando se ha adivinado que ese carino ocupara en la vida un lugar que no se sospechaba, los primeros miedos: a que el otro se vaya por la manana, a confesarse simplemente que empezar a amar es depender, incluso para los mas rebeldes. Los instantes que se convierten en los momentos originales de una pareja: almuerzos complices que se suceden, primeros fines de semana, domingos por la tarde en los que el otro se queda, aceptando asi romper las costumbres de los ritmos solitarios, provocaciones indecentes en las que se evocan proyectos mientras se acecha al otro en busca de una sonrisa o un silencio. Una vida que se crea para dos, como una liberacion tanto tiempo esperada. Ella lo vuelve a ver al fondo de la iglesia, vestido con su traje de boda, que simboliza la unicidad del momento. ?Por que no se casaron con una ropa mas informal? ?Acaso no habian prometido unirse de esa manera? Lo habian hecho cuando el la llevo a Montclair a visitar la casa en la que ahora estaban instalados. Alli, en la intimidad de un cuarto de bano, mientras cambiaban el papel de las paredes, cambio su vida. Luz y olores de una tarde de pintura en una habitacion proxima. Y un bebe que ya empujaba en su vientre. A veces su mirada escapaba hacia unos recuerdos que a el le eran inaccesibles; el amor que ella queria darle para recuperarlo. Se asusto cuando el camarero la desperto de su ensonacion.

– ?Quiere otro cafe, senora? Disculpeme, no pretendia asustarla.

– No, gracias -respondio ella-. Voy a embarcar.

Pago la cuenta y salio de la cafeteria. Delante de las ventanillas de la TWA vio una hilera de cabinas telefonicas. Introdujo una moneda de veinticinco centimos en la ranura de una de ellas y marco el numero de telefono. Philip descolgo al primer tono.

– ?Donde estas?

– En el aeropuerto.

– ?A que hora sale tu avion?

La pregunta habia sido hecha con una voz triste y suave. Espero unos segundos antes de contestar.

– ?Estas libre esta noche? Llama a una canguro y reserva una mesa en Fanelli's. Voy a cambiar una semana de sol por un dia de compras. Ponte unos vaqueros y un jersey de cuello redondo, azul. Es asi como te encuentro mas sexy. Te esperare a los ocho de la tarde en la esquina de Mercer con Prince.

Colgo el auricular y, sonriente, tomo el pasillo que conducia al aparcamiento.

Se habia dedicado el dia a si misma: peluqueria, manicura, pedicura, cuidados de la cara, sin olvidar un detalle. Saco de su bolso el billete de avion que se haria reembolsar, verifico el precio y, para no tener mala conciencia, establecio consigo misma el compromiso de no sobrepasar la cifra que figuraba en la esquina izquierda: se regalo un abrigo, una falda, una blusa y compro un jersey para Thomas.

En Fanelli's insistio en cenar en la primera sala. Philip estuvo atento durante toda la cena.

Haciendo frente al viento glacial, caminaron por las calles adoquinadas de su antiguo barrio y sin darse cuenta se encontraron al pie del edificio donde habian vivido. Bajo el porche el la abrazo y la beso.

– Tenemos que volver -dijo ella-. Ya es muy tarde para la canguro.

– Se quedara toda la noche. Acompanara a los ninos a la escuela manana por la manana. Te llevare al hotel donde he reservado una habitacion.

En la complicidad de las sabanas arrugadas y antes de que cayesen dormidos, ella se apreto contra Philip y lo rodeo con sus brazos.

– Me alegro de no haber ido a Los Angeles.

– Tambien yo me alegro -respondio el-. Mary, escuche lo que me dijiste ayer y quisiera pedirte algo. Me gustaria que hicieses un esfuerzo con Lisa.

Pasaron cinco estaciones y Mary seguia intentando esforzarse. Por las

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