y se dirigio ahcia la entrada que se hallaba en la parte trasera del edificio. Rondaba la cincuentenea y su espesa cabellera comenzaba a blanquear. Subio a su despacho, colgo la chaqueta en el respaldo de su silla y coloco su arma dentro de un cajon. La lucecita del contestador automatico parpadeaba. El primer mensaje procedia de su casero, que el reclamaba el pago del alquiler y amenazaba con informar a su jefe. El segundo era de su madre, que se quejaba como cada dia de su companera de habitacion en el hospital. El tercero y el unico que ilumino su mirada hurana era el de una colega que se habia ido a vivir a San Francisco poco tiempo despues de romper su relacion con el. ?O habian roto porque el no habia querido seguirla? El cuarto y ultimo mensaje pertenecia a uno de sus conocidos, el oficial Miller de la policiia de Montclair. Cuando la cinta se rebobino, bajo a buscar un cafe en la maquina de la planta baja; desde hacia varios meses no podia llevarle uno tambien a Nathalia. Mary estaba adormilada y el le toco el hombro.
– Soy el detective George Pilguez. Me han anunciado su visita. No ha perdido usted el tiempol Sigame. -Mary cogio el bolso y el vaso de cafe-. Puede dejarlo, le traere uno caliente.
Pilguez observo deteneidamente a la mujer que acababa de sentarse delante de el y reparo en sus rasgos cansados. Ella no intento ser amable, detalle que a el le gusto de inmediato. Dejo que contase su historia e hizo girar su silla. De encima de un armario cogio una treintena de carpetas de carton y las dejo caer descuidadamente sobre la mesa.
– Son menores que han huido de sus casas. Unicamente durante la semana pasada. Expliqueme, ?por que razon deberia interesarme mas por esa chica que por las demas?
– ?Porque esa chica es mi hija! -exclamo ella con voz decidida.
El echo su silla ahcia atras y acabo por dibujar en su rostro lo que podia parecer el esbozo de una sonrisa.
– Estoy de buen humor. Voy a pasar el aviso de busqueda a todas las parullas y hare algunas llamadas a las otras comisarias de la ciudad. Vuelva a casa. La mantendre al corriente si hay alguna novedad.
– Me quedare en la ciudad. Yo tambien la buscare.
– Con el aspecto de cansada que tiene, deberia retirarle el permsio de conducir. Voy a llevarle a tomar un buen cafe y no discuta. Me sentiria culpable de no prestar asistencia a una eprsona que se encuentra en peligro. ?Sigame!
Salieron de la comisaria y se dirigieron al cafe de la esquina. Ella le conto la historia de una muchacha que habia salido de Honduras para entrar en su vida un domingo lluvioso. Cuando acabo su relato habian compartido unos huevos fritos.
– Y su marido, ?que dice?
– Creo que los acontecimientos lo ahn desbordado. Se siente culpable a causa de la discusion que tuvieron en el coche.
– Si. Si uno ya no puede gritar a sus propios crios, ?para que tenerlos?
Ella le miro desconcertada.
– Lo siento, intentaba que se relajase.
– Y a usted, ?que es lo que le ha puesto de buen humor?
– Es verdad. Antes, en mi despacho, le dije que estaba de buen humor. Se fija usted en los detalles.
– ?Periodista de profesion!
– ?Trabaja en la actualidad?
– No. Tengo dos crios. Como dice usted, en la vida hay que elegir. No ha respondido a mi pregunta.
– Estoy a punto de comprender que ya no aguanto mas en esta ciudad.
– ?Y eso le pone de buen humor?
– No, pero me consuela. Me decia a mi mismo que hay una persona a la que echo en falta mas de lo que me imaginaba.
– ?No veo como eso le puede alegrar!
– Yo si. Quiza tome una decision antes de que sea demasiado tarde.
– ?Que decision?
– ?Pedir el traslado!
– ?A la ciudad donde se encuentra su amiga?
– ?Crei que ya no ejercia usted su profesion!
– Encuentre a Lisa. No imaginaba que la echaria de menos hasta este punto.
– Vuelva a verme esta tarde, si todavia se aguanta en pie. Y conduzca con prudencia.
Mary se levanto e hizo ademan de pagar la cuenta, pero el tomo la nota con un gesto conciso al tiempo que con la otra hacia un signo de negacion. Ella le dio las gracias y salio de la cafeteria. Durante el resto del dia recorrio las avenidas de la ciudad. Al pasar por debajo del edificio del
La tarde tocaba a su fin. Hacia veinticuatro horas que Lisa habia desaparecido y Mary sentia como la angustia crecia en su pecho. A la tension se anadia el cansancio. Se quedo inmovil en medio de un paso de peatones al cruzarse con una madre y su hija, que debia de tener mas o menos la misma edad de Lisa; la mujer la miro con un gesto adusto y siguio su camino. Le recorrio una ola de tristeza. Al anochecer se dirigio a la comisaria y en el camino telefoneo al teniente Pilguez.
Quedaron citados en la misma cafeteria. Ella fue la primera en llegar. Sus ojos tuvieron que acomodarse a la penumbra del lugar. Tomo todas las monedas que le quedaban en el bolso y compro un paquete de Winston en un distribuidor que habia junto a los lavabos.
Se sento al mostrador, acepto el fuego que le ofrecio el camarero e inspiro profundamente el humo. La cabeza le dio vueltas y tosio, y estuvo a punto de caer del taburete. El camarero, inquieto, le pregunto si se sentia bien. Las risas entrecortadas y nerviosas que salieron de su garganta irritada dejaron perplejo al hombre.
El teniente Pilguez empujo la puerta. Se dirigieron a una mesa apartada. El pidio una cerveza; ella dudo y al fin decidio tomar lo mismo.
– He pasado toda la manana estudiando el expediente de su hija. No debe de haber patrulla de Nueva York que no este al corriente del asunto. He ido al barrio puertorriqueno y he hablado con todos mis confidentes. No hay el menor rastro de su hija. Por un lado eso es mas bien una buena noticia, porque significa que no ha caido en manos de delincuentes; en caso contrario, me habrian informado al instante. Lisa disfruta de mi proteccion, lo cual en ciertos ambientes es casi mejor que si fuese acompanada de un guardaespaldas.
– No se como darle las gracias -murmuro Mary.
– ?Entonces no lo haga! Escuche lo que voy a decirle. Ahora tiene que volver a su casa. Acabara destrozada y eso no sera de mucha utilidad cuando encontremos a su hija. Mientras espera nos puede ayudar.
Pilguez le recordo que los pasos de una adolescente toman caminos diferentes de los que seguiria un adulto. Lisa quizas habia desaparecido obedeciendo un impulso, pero no por azar. Debia de seguir una ruta que guardaba una cierta logica: la suya propia. La tela de su huida estaba tejida con el hilo de la memoria. Habia que buscar en sus recuerdos para descubrir los que tenian un significado