especial. ?Acaso en el curso de un paseo por el parque habria visto un arbol que le recordara a su tierra natal? De ser asi, probablemente estaria alli, esperando bajo sus ramas.

– Tal vez ese viaje a las Rocosas -apunto Mary.

?La madre de Lisa habia hecho suyo un determinado lugar durante su infancia? Mary penso en la colinas de Montclair, desde donde se veia la ciudad, pero ya habia estado alli.

– ?En ese caso, vuelva de nuevo! -dijo Pilguez.

?Se acordaba de haber visto una bandera hondurena, por pequena que fuese? Estaria alli, contemplandola. Estaba la que habia pintado en el tronco de un arbol. ?Habia algun lugar que para ella fuese una especie de puente entre esta parte del mundo y la otra? Mary se acordo del tobogan rojo desconchado del que Philip le hablara. ?Aunque hacia tanto tiempo de eso! Habia sido en los primeros dias de su llegada.

– Yo que usted me iria corriendo a visitar todos esos lugares. Probablemente se encuentre en uno de ellos. -Pilguez se desdijo-: En su estado, no vaya muy deprisa. Llameme por telefono y luego quedese en casa a descansar un poco.

Mary se levanto y le dio las gracias. Antes de abandonar la mesa coloco su mano sobre el hombro del poli hurano.

– ?Cree usted en la pista del tobogan?

– ?Nunca hay que descartar un golpe de suerte! ?Vayase ya!

Mary descarto la hipotesis angustiosa del tren: ese medio de transporte era demasiado caro para el conejo de Lisa. Volvio a la terminal de autobuses y pidio ser recibida por algun responsable. Una empleada la reconocio y la hizo esperar en un banco. La espera le parecio interminable. Al fin un hombre muy corpulento la hizo entrar en su oficina; la estancia era de color verde claro y el personaje de respiracion jadeante parecia amable y dispuesto a ayudarla.

Le mostro la foto de Lisa y quiso saber si era posible viajar hasta Centroamerica en autobus. «Nuestras lineas llegan solo a Mexico», respondio el hombre, secandose el sudor de la frente con el reves de la mano. Tres autobuses habian salido desde la desaparicion de la chica. Incorporandose con dificultad, miro su reloj y senalo con el dedo las posiciones de los autocares sobre el gran mapa que colgaba de la pared. Luego cogio un enorme anuario de la compania que estaba en una estanteria. Llamaria por telefono a las paradas en las que los pasajeros descendian para descansar. Ella le pidio que avisase a los conductores para que se pusiesen en contacto urgentemente con la terminal de Nueva York. Aunque era evidente que para el representaba un esfuerzo, el hombre la acompano hasta la salida del edificio. Cuando ella le dio las gracias, visiblemente emocionada, antes de desaparecer por la acera de la terminal el le dijo que debido a su edad no creia que la muchacha hubiese subido al autobus sin llamar la atencion de los conductores. Anadio que, en cualquier caso, jamas lograria pasar la frontera.

Para luchar contra el sueno Mary circulaba con la ventanilla abierta. No era cuestion de caer dormida ahora. Eran las ocho y media de la noche y el aparcamiento del MacDonald's todavia estaba lleno, pero el viejo tobogan rojo descansaba solitario. Habia recorrido todos los pasillos gritando el nombre de Lisa, sin obtener respuesta alguna. Ninguno de los empleados del fastfood a los que mostro la foto habia visto a la muchacha. Tomo la ruta que conducia hacia la parte alta de la ciudad, se desvio por un camino de tierra y detuvo el todoterreno blanco junto a la barrera que le impedia proseguir. Continuo a pie por el sendero y subio hasta la cima de la colina. Bajo la luz palida del final del dia siguio gritando el nombre de Lisa, pero el eco no le respondia. De buena gana se habria echado a dormir sobre el mismisimo suelo. Entrada ya la noche se sintio al limite de sus fuerzas y, resignada, decidio regresar a casa.

Thomas estaba sentado en el suelo del salon. Ella le dijo unas palabras carinosas y subio rapidamente a su habitacion. Ya en la escalera, Mary se dio cuenta de que la planta baja estaba silenciosa. Echo una mirada y constato que la pantalla del televisor estaba negra; Thomas contemplaba un televisor apagado. Bajo los escalones, se arrodillo junto a el y le abrazo.

– No nos ocupamos mucho de ti en estos momentos. ?Carino mio!

– ?Crees que volvera? -pregunto el nino.

– No es que lo crea. ?Estoy segura de que lo hara!

– ?Se ha ido por la discusion que tuvo con papa?

– No. Es mas bien por mi. Creo que no le he puesto las cosas demasiado faciles.

– ?La quieres?

– Claro que si. Pero ?como puedes hacerme esta pregunta?

– Porque nunca lo dices.

Mary acuso el golpe.

– No te quedes asi, ve a preparar dos sandwiches. Subo a cambiarme y bajo a cenar contigo. ?Sabes donde esta tu padre?

– Se ha ido a la comisaria. Volvera dentro de una hora.

– ?Entonces haz tres… no, cuatro!

Subio de nuevo por la escalera, apoyandose en la barandilla, y continuo hasta el despacho de Philip.

La habitacion estaba sumida en la penumbra. Rozo la lampara que se encontraba sobre la mesa de trabajo; bastaba tocarla con la punta del dedo para que se encendiera.

Se dirigio a una de las estanterias y tomo el pequeno marco, que miro atentamente. En la foto aparecia Susan con una sonrisa que pertenecia al pasado. Mary empezo a hablar en tono apagado:

– Te necesito. Estoy aqui como una tonta en medio de esta habitacion. Jamas en mi vida me habia sentido tan sola. He venido a pedirte ayuda. Desde alli, donde tu estas, seguramente puedes verla. Yo sola no puedo hacerlo todo. Comprendo lo que debes de pensar, pero no deberias habermela enviado si no querias que le tomara carino. Te pido solo que me concedas el derecho a seguir amandola. Ayudame sin miedo, puesto que tu siempre seras su madre, te lo prometo. Enviame una senal, aunque solo sea una senal minima, un pequeno empujoncito. Eso puedes hacerlo, ?no?

Las lagrimas que habia estado reteniendo comenzaron a correr por sus mejillas. Sentada en el sillon de su marido, con la foto de Susan pegada contra su pecho, apoyo la frente sobre la mesa. Cuando levanto la cabeza vio la pequena caja de madera que se hallaba en medio de la mesa; la llave estaba al lado. Se incorporo de un salto y bajo la escalera.

Al llegar junto a la puerta de entrada le dijo a Thomas:

– No salgas de casa. Comete el sandwich mientras ves la tele y cuando regrese papa, dile que telefoneare un poco mas tarde. Y, sobre todo, no abras a nadie. ?Has comprendido?

– ?Puedo saber que esta pasando?

– Luego, carino. Ahora no tengo tiempo. Simplemente, haz lo que te digo. Te prometo que luego te lo explicare todo.

Se precipito en el coche y metio febrilmente la llave de contacto. El motor se puso en marcha. Iba muy deprisa, rebasaba a todo el que encontraba delante, unas veces por la derecha y otras por la izquierda, provocando a su paso un concierto de bocinazos al que hacia caso omiso. Sentia en el pecho como el corazon se le iba acelerando. Casi se despista, pero logro coger la salida 47. Diez minutos mas tarde abandonaba el coche junto a la acera. No respondio al policia que la interpelo, y se precipito en el interior del edificio en una loca carrera. Subio apresuradamente por unas escaleras de caracol y al llegar al final del pasillo, se detuvo delante de una puerta. A traves del ojo de buey contemplo la sala. Espero justo el tiempo para recuperar el aliento y despues, lentamente, empujo el batiente de la puerta.

Al fondo de la cafeteria de la terminal numero 1 del aeropuerto de Newark, sola, sentada a una mesa, una muchacha de catorce anos miraba por el ventanal que daba a las pistas.

Mary camino lentamente por el pasillo y se sento delante de ella. Lisa sintio su presencia, pero mantuvo los ojos fijos en los aviones. Sin decir una sola palabra, Mary coloco su mano sobre la de la muchacha, respetando su silencio. Luego, sin darse la vuelta, Lisa dijo:

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