– Es para ganar tiempo. Hace treinta anos que te conozco, Mathias, treinta anos en que el objeto de cada una de nuestras conversaciones acabas siendo tu. ?Por que iba a cambiar esta noche?
– Porque eres tu el que rehusas siempre abrirte. Venga, te desafio, dime una cosa muy personal, solo una.
En sus narices, una bailarina parecia enamorarse perdidamente de la barra de metal en la que se estremecia. Antoine hizo rodar un punado de almendras entre los dedos y suspiro.
– Ya no tengo deseo, Mathias.
– ?Si te refieres a lo que pasa en la pista, tranquilo, yo tampoco!
– ?Nos vamos? -suplico Antoine.
Mathias estaba ya de pie y lo esperaba en el guardarropa.
La conversacion se retomo en el taxi que los llevaba de vuelta a casa.
– Creo que la idea de ligar me ha fastidiado siempre.
– ?Te fastidio lo de Caroline Leblond?
– No, con lo de Caroline Leblond a quien fastidie fue a ti.
– ?Hay algo que una mujer pudiera hacer en la cama que te volviera loco?
– Si, esconder el mando a distancia del televisor.
– Solo estas un poco cansado, eso es todo.
– Entonces debe de hacer la hostia de tiempo que estoy cansado. Miraba a esos tipos en la
– Te envidio. ?Te das cuenta de la felicidad que da saber que alguien te quiere antes de desearte? Aceptate como eres, tu problema no tiene nada que ver con el deseo.
– Es mecanico, Mathias, hace tres meses que ni por la manana me funciona. ?Por una vez, escucha lo que te estoy diciendo, ya no siento ningun deseo!.
Los ojos de Mathias se llenaron de lagrimas.
– ?Que te pasa? -pregunto Antoine.
– ?Es por mi culpa? -dijo Mathias, llorando.
– Eres un completo idiota. ?Que idea se te ha metido en la cabeza? ?Esto no tiene nada que ver contigo, te digo que la cosa viene de mi!
– ?Es porque te agobio? ?Por eso?
– ?Para ya, estas completamente loco!
– ?Que si, que por mi culpa no se te levanta!
– ?Ya vuelves a empezar! Me pides que te hable de mi y, diga lo que diga, haga lo que haga, la conversacion recae sobre ti. Es una enfermedad incurable. Asi que vamos, no perdamos mas tiempo, hablame de lo que te atormenta -grito Antoine.
– ?De verdad quieres que…?
– ?El taxi lo pagas tu!
– ?Crees que me ha faltado valor con Audrey? -pregunto Mathias.
– ?Dame tu cartera!
– ?Por que?
– Hemos dicho que el taxi lo pagabas tu, ?no? ?Entonces dame tu cartera!
Mathias se resolvio por fin; Antoine la abrio y cogio, bajo la solapa, la pequena foto en la que Valentine sonreia.
– No es valor lo que te ha faltado, sino discernimiento. Pasa pagina de una ver por todas -dijo Antoine mientras pagaba al chofer con el dinero de Mathias.
Volvio a poner la foto en su lugar y salio del taxi, que acababa de llegar a destino.
Cuando Antoine y Mathias entraron de nuevo en casa, oyeron un estertor repetitivo. Antoine, que no habia estudiado arquitectura durante diez anos para nada, identifico enseguida el ruido de una tobera agujereada de la que el aire caliente se escapaba. Su diagnostico era facil: la caldera estaba a punto de rendir el alma. Mathias le hizo notar que el ruido no venia del subsuelo, sino del salon. Sobresaliendo del extremo del sofa, un par de calcetines se movian al ritmo del ronquido que les habia inquietado. Daniele, echada cuan larga era, dormia apaciblemente.
Cuando Daniele se fue, los dos amigos descorcharon una botella de Burdeos.
Mathias hacia todo lo que podia para concentrarse en su trabajo y solo en su trabajo. Cuando encontro en el correo de la libreria un prospecto que anunciaba la aparicion de la nueva coleccion de Lagarde y Michard, sintio un cierto pellizco en el corazon. Lanzo el catalogo a la papelera; pero por la noche, al vaciarla, lo recupero para dejarlo bajo la caja.
Todos los dias, al volver a su oficina, Antoine pasaba ante la tienda de Sophie. ?Por que sus pasos lo llevaban por aquel lado de la acera cuando su oficina estaba enfrente? No sabia nada de ello e incluso habria jurado no darse cuenta. Y cuando Sophie descubrio a Antoine parado ante su vitrina, desvio su mirada.
Pronto tenian que empezar los trabajos. Yvonne, ayudada por Enya, ponia un poco de orden en el restaurante, multiplicando las idas y venidas entre el bar y la bodega. Una manana, Enya aparto una caja de chateau labegorce, e Yvonne le suplico que la volviera a dejar en su sitio. Aquellas botellas eran muy especiales.
Un dia, en la pizarra de la clase, la maestra habia escrito con tiza el enunciado de los deberes de geografia. Emily copiaba en el cuaderno de Louis, quien, por su parte, con la mirada vuelta hacia la ventana, sonaba con las tierras africanas.
Una manana, mientras volvia al banco, Mathias creyo reconocer la silueta de Antoine que atravesaba el cruce. Acelero para alcanzarlo y luego aminoro el paso. Antoine acababa de pararse ante un almacen de ropa de bebe; dudaba, miraba a izquierda y derecha, y empujo la puerta de la tienda.
Oculto tras una farola, Mathias lo observaba a traves de la vitrina.
Vio a Antoine ir de una estanteria a otra, rozando con la mano las pilas de vestidos para bebes. La vendedora se dirigio a el, que con un gesto de la mano le hizo entender que se contentaba con mirar. Dos pequenas zapatillas le habian llamado la atencion. Las cogio del estante y las examino en todos sus detalles. Despues se calzo una en el indice y la otra en el medio.
En medio de los peluches, Antoine representaba en la palma, de su mano izquierda la danza de los panecillos. Cuando sorprendio la mirada divertida de la vendedora, enrojecio y volvio a poner las zapatillas en el anaquel. Mathias abandono su farola y se alejo por la calle.
A la hora del almuerzo, McKenzie abandono discretamente la agencia y corrio hasta la estacion de South Kensington. Salto a un taxi y pidio al conductor que lo llevara hasta Saint James Street. Pago la carrera, se aseguro de que nadie lo habia seguido y entro de buen humor en la tienda de Archibald Lexington, sastre al servicio de Su Majestad. Tras un breve paso por el probador, subio a una pequena tarima reservada para aquel uso y dejo a sir Archibald hacer los retoques necesarios en el traje que le habia encargado. Al mirarse en el gran espejo, se dijo que habia hecho bien. La proxima semana, cuando tuviera lugar la inauguracion de la futura sala del restaurante de Yvonne, seria todavia mas seductor que de costumbre, seria irresistible.
A mitad de la tarde, John Glover abandono su
Y aquella misma noche, mientras Mathias preparaba la cena, Antoine miraba la television en compania de los ninos. Emily cogio el mando a distancia y comenzo a hacer desfilar los canales. Estaba secando un vaso cuando Mathias reconocio la voz de la periodista que hablaba de la comunidad francesa instalada en Inglaterra. Levanto la cabeza y vio las rayitas del volumen deslizarse a la izquierda del rostro de Audrey. Antoine habia recuperado el mando de las manos de Emily.