ascensor. Mathias entro en la cabina, se situo frente a las puertas y anuncio que estaba listo. El ascensorista apreto el boton.

Enya prometio a Yvonne que se quedaria alli todo el tiempo que duraran las obras. Velaria por que los obreros no estropearan su caja registradora. Ya era dificil de imaginar que a su vuelta nada seria igual, pero si su vieja maquina estuviera danada, el alma de su pequeno restaurante se largaria con viento fresco.

No quiso ver los ultimos dibujos que Antoine le presento. Confiaba en el. Paso detras del mostrador, abrio un cajon y le tendio un sobre.

– ?Que es eso?

– ?Lo veras cuando lo abras! -dijo Yvonne.

– ?Si es un cheque, no pienso cobrarlo!

– Si no lo cobras, cojo dos botes de pintura y emborrono todo tu trabajo cuando vuelva. ?Me has entendido bien?

Antoine quiso seguir la discusion, pero Yvonne le cogio el sobre y lo puso en su chaqueta.

– ?Las coges o no? -dijo, agitando un manojo de llaves-. Quiero renovar la sala, pero mi orgullo solo morira conmigo, soy de la vieja escuela. Se muy bien que nunca querras que te pague tus honorarios; pero en todo caso, ?mis obras, me las pago yo!

Antonio tomo las llaves de manos de Yvonne y le anuncio que el restaurante era suyo hasta el domingo por la noche. Hasta el lunes por la manana no tenia derecho a poner los pies alli.

– Por favor, senor, quite el pie de la puerta, ?la gente se impacienta! -suplico el ascensorista de la torre Oxo.

La cabina no habia dejado aun la planta baja y, aunque el mozo del ascensor habia intentado explicar la situacion a los clientes, algunos ya no podian esperar a llegar a su mesa en el ultimo piso.

– Estoy casi listo -dijo Mathias-, ?casi listo!

Inspiro a fondo y encogio los dedos de los pies en los zapatos.

La mujer de negocios que estaba a su lado le solto un paraguazo en la pantorrilla; Mathias doblo la pierna, y por fin la cabina se elevo en el cielo de Londres.

Yvonne salio del restaurante. Tenia cita con el peluquero y mas tarde volveria a recoger el equipaje. Enya casi tuvo que echarla, podia contar con ella. Yvonne la apreto entre sus brazos y la beso antes de subir al taxi.

Antoine volvia a subir la calle, se paro ante la tienda de Sophie, golpeo la puerta y entro.

Las puertas del ascensor se abrieron en la ultima planta. Los clientes del restaurante se precipitaron fuera. Agarrado a la barandilla, al fondo de la cabina acristalada, Mathias abrio los ojos. Maravillado, descubrio una ciudad como jamas habia visto. El ascensorista dio una palmada, luego una segunda y, por fin, le aplaudio de todo corazon.

– ?Hacemos otro viaje los dos solos? -pregunto.

Mathias lo miro y sonrio.

– Entonces uno cortito nada mas, porque despues tengo que conducir -respondio Mathias-. ?Puedo? -anadio, poniendo el dedo en el boton.

– ?Es usted mi invitado! -respondio orgullosamente el ascensorista.

– ?Vienes a comprar flores? -pregunto Sophie a la vez que miraba a Antoine, que se acercaba a ella.

Saco el sobre de su bolsillo y se lo tendio.

– ?Que es esto?

– Ese imbecil para el que me pediste que escribiera… Creo que por fin te ha respondido, asi que he querido traerte su carta en persona.

Sophie no dijo nada, se agacho para abrir el estuche de corcho y dejo la carta encima de las otras.

– ?No vas a abrirla?

– Si, a lo mejor luego; ademas, creo que no le gustaria que la leyera delante de ti.

Antoine avanzo lentamente hacia ella, la abrazo, la beso en la mejilla y volvio a salir de la tienda.

El Austin Healy enfilaba por la M 25. Mathias se inclino hacia la guantera y atrapo el mapa de carreteras. Pasados dieciseis kilometros, deberia tomar la M 2. Aquella manana habia cumplido su primera resolucion. Manteniendo la marcha, cumpliria la segunda en menos de una hora.

Antoine paso el resto de la jornada en compania de McKenzie en el restaurante. Con Enya, habian apilado las viejas mesas en el fondo de la sala. Manana, el camion de la carpinteria se las llevaria todas. Ahora, trazaban juntos en los muros grandes lineas con un hilo de tiza azul, marcando para los carpinteros que estarian en la obra el sabado los limites de los alfeizares de madera, y las impostas para los pintores que intervendrian el domingo.

Al final de la tarde, Sophie recibio una llamada telefonica de Mathias. Ya sabia que ella no queria hablarle, pero le suplico que le escuchara.

En medio de la conversacion, Sophie dejo el auricular el tiempo de ir a cerrar la puerta de su tienda para que nadie la molestara. No le interrumpio ni una vez. Cuando Mathias colgo, Sophie abrio el estuche. Saco la carta del sobre y leyo las palabras con las que habia sonado durante todos los anos de una amistad que finalmente no era tal.

Sophie:

Creia que el proximo amor seria otro fracaso, asi que ?como arriesgarme a perderte cuando solo te tenia a ti?

A pesar de todo, al alimentar mis temores, te he perdido igualmente.

Todos estos anos te he escrito aquellas cartas, sonando, sin decirtelo jamas, ser aquel que las leeria. Tampoco aquella ultima noche he sabido decirte…

Querre a ese nino mejor que un padre porque es tuyo, mejor que un amante incluso si es de otro.

Si todavia nos quisieras, yo disiparia tus soledades, te tomaria de la mano para llevarte por un camino que hariamos juntos.

Quiero envejecer bajo tu mirada y guarnecer tus noches hasta el fin de mis dias.

Estas palabras, las escribo solo para ti, amor mio.

Antoine

Mathias se detuvo en una estacion de servicio. Lleno el deposito y volvio a coger la M 25 en direccion a Londres. Hacia un rato, en un pueblecito de Kent, habia cumplido su segunda resolucion. Al acompanarlo hasta el coche, el senor Glover confeso que habia esperado aquella visita, pero de la identidad de Popinot no quiso decir nada.

Al meterse por la autopista, Mathias marco el numero del portatil de Antoine. Habia buscado a alguien que cuidara de los ninos y lo invitaba a cenar.

Antoine le pregunto que celebraban. Mathias no le respondio, pero le propuso que eligiera el sitio.

– Yvonne se ha ido, tenemos el restaurante para nosotros. ?Te vale?

Interrogo rapidamente a Enya, quien estaba completamente de acuerdo en prepararles una cena ligera. Dejaria todo en la cocina y no habria mas que recalentar.

– Perfecto -dijo Mathias-. Yo llevare el vino. ?A las ocho en punto!

Enya les habia dispuesto la mesa hermosamente. Al ordenar la bodega, habia encontrado un candelabro y lo habia instalado en el centro de la mesa. Los platos estaban en el horno, no tendrian mas que sacarlos.

Cuando Mathias llego, ella los saludo y subio a su habitacion.

Antoine descorcho la botella que Mathias habia traido y lleno las copas.

– Esto va a quedar precioso. El domingo por la noche no reconoceras nada. Si no me he equivocado, el alma del sitio no habra cambiado, seguira siendo el local de Yvonne, pero mas moderno.

Y, como Mathias no decia nada, levanto su copa.

– Entonces, ?que es lo que celebramos?

– Es por nosotros -respondio Mathias.

– ?Por que?

– Por todo lo que hemos hecho el uno por el otro, en fin, sobre todo por ti. Ya ves, en la amistad no se pasa

Вы читаете Mis Amigos, Mis Amores
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×