El chico se levanto de un salto.

– Bueno, tengo que irme, van a darse cuenta de que no estoy.

Louis se alejo algunos pasos, pero Mathias lo llamo enseguida.

– Nuestra conversacion tambien es un secreto, ?de acuerdo?

Louis hizo que si con la cabeza y confirmo su juramento con una mano puesta solemnemente en el corazon. Mathias sonrio y le tiro la bolsa de bollos.

– Quedan dos de pasas. ?Le daras uno a mi hija?

El chico miro a Mathias, con el aspecto de estar hundido.

– ?Y que le digo a Emily, que tu bollo de pasas ha caido de un arbol? ?Realmente eres una nulidad mintiendo, amigo mio!

Le devolvio la bolsa y volvio a irse meneando la cabeza.

Por la noche, al volver a casa, Mathias encontro a Emily y a Louis sentados delante de los dibujos animados. Antoine preparaba la comida en la cocina. Mathias se dirigio hacia el y cruzo los brazos.

– ?No entiendo nada! -dijo, senalando la television encendida-.?Que habia dicho yo?

Sorprendido, Antoine levanto la cabeza.

– ?Nada de television! Entonces, lo que digo y nada ?es lo mismo? ?Es el colmo! -grito, levantando los brazos al cielo.

Desde el sofa, Emily y Louis observaban la escena.

– Me gustaria que se respetara un poco mi autoridad en esta casa. Cuando tomo una decision sobre los ninos, me gustaria que me respaldases, ?es muy comodo que siempre sea el mismo el que castiga y el otro el que recompensa!

Antoine, que habia dejado de mirar a Mathias, dejo de remover el pisto.

– ?Es una cuestion de coherencia familiar! -concluyo Mathias, mojando el dedo en la cacerola y guinando el ojo a su amigo.

Antoine le asesto un golpe en la mano con el cucharon.

Concluido el incidente, todos fueron a la mesa. Al final de la cena, Mathias llevo a Emily a acostarse.

Estirado al lado de ella, le conto la mas larga de las historias que sabia. Y cuando, para acabar, Theodore, el conejo con poderes magicos, vio en el cielo el aguila que giraba en redondo (el pobre animal tenia desde su nacimiento un ala mas corta que otra, por unas plumas), Emily se metio el pulgar en la boca y se acurruco contra su padre.

– ?Duermes, princesa? -susurro Mathias.

Se dejo deslizar suavemente por el costado. Arrodillado junto a la cama, acaricio los cabellos de su hija y se quedo un momento mirandola dormir.

Emily tenia una mano apoyada en la frente, y la otra retenia aun la de su padre. De vez en cuando, sus labios temblaban, como si fuera a decir algo.

– Como te le pareces -murmuro Mathias.

Le dio un beso en la mejilla, le dijo que la queria mas que a nada y abandono la habitacion sin hacer ruido.

Antoine, en pijama, acostado en su cama, leia tranquilamente. Llamaron a la puerta.

– He olvidado recoger mi traje en la tintoreria -dijo Mathias, asomando la cabeza por el resquicio de la puerta.

– He pasado yo, esta en tu ropero -respondio Antoine mientras volvia al principio de la pagina.

Mathias se acerco a la cama y se echo sobre la cubierta. Cogio el mando a distancia y encendio la television.

– Tienes un buen colchon.

– Es el mismo que el tuyo.

Mathias se incorporo y ahueco el almohadon para mejorar su confort.

– No te molesto, ?verdad?

– ?Si!

– Ya ves, luego te quejas de que nunca hablamos.

Antoine le confisco el mando y apago el aparato.

– He vuelto a pensar en tu vertigo, como problema no esta desprovisto de originalidad. Tienes miedo de crecer, de proyectarte hacia delante, y eso te paraliza, lo cual incluye tus relaciones con los otros. Con tu mujer tenias miedo de ser un marido y, a veces, con tu propia hija tienes miedo de ser padre. ?A cuando se remonta la ultima vez que has hecho algo por alguien que no seas tu?

Antoine pulso el interruptor de la lampara de cabecera y se dio la vuelta.

Mathias permanecio asi algunos minutos, silencioso en la oscuridad; acabo por levantarse y, justo antes de salir, miro fijamente a su amigo.

– ?Sabes que? Consejo por consejo, tengo uno que te concierne, Antoine: ?dejar entrar a alguien en la vida de uno es abatir los muros construidos para protegerse, no esperar a que el otro los derribe!

– ?Y por que me dices eso? ?Quiza no he roto el muro? -grito Antoine.

– No, soy yo el que lo ha hecho, y no hablaba de eso. ?Cual era la talla de los calcetines en la tienda de ropa de bebe?

Y la puerta volvio a cerrarse.

Antoine no durmio por la noche, o casi. Volvio a encender la luz, abrio el cajon de su mesilla, tomo una hoja de papel y se puso a escribir. Hasta el alba, cuando hubo acabado de redactar su carta, no lo vencio el sueno.

Tampoco Mathias durmio aquella noche, o casi. Tambien el volvio a encender la luz, y como Antoine, hasta el alba, cuando hubo tomado ciertas resoluciones, no lo vencio el sueno.

Capitulo 20

Aquel viernes, Emily y Louis llegaron tarde a la escuela. Habian tenido que zarandear a sus padres para arrojarlos de la cama. Y mientras veian los dibujos animados (con las carteras en la espalda, por si alguien tuviera la desfachatez de hacerles algun reproche), Mathias se afeitaba en su cuarto de bano y Antoine, hecho polvo, llamaba a McKenzie para prevenirle de que estaria en la agencia dentro de una media hora.

Mathias entro en su libreria, escribio con rotulador en una hoja de papel Canson: Cerrado todo el dia, la pego en la puerta de vidrio y volvio a salir enseguida.

Paso por la agencia, y molesto a Antoine en plena reunion para forzarlo a prestarle su coche. La primera etapa de su periplo le hizo ir por la orilla del Tamesis. Una vez estacionado en el aparcamiento de la torre Oxo, fue a sentarse en el banco que estaba frente a la escollera el tiempo de concentrarse.

Yvonne se aseguro de que no habia olvidado nada y verifico de nuevo su billete. Aquella noche, en la estacion Victoria, subiria en el tren de las dieciocho horas. Llegaria a Chatham cincuenta y cinco minutos mas tarde. Volvio a cerrar su maletin negro, lo dejo en la cama y abandono su estudio.

Con el corazon en un puno, bajo la escalera que llevaba a la sala; tenia una cita con Antoine. Era una buena idea partir aquel fin de semana. No habria soportado ver aquel gran desbarajuste en su restaurante. Pero la verdadera razon de aquel viaje, aunque su maldito caracter le prohibia confesarselo, venia mas bien del corazon. Aquella noche, por primera vez, dormiria en el Kent.

Antoine miro su reloj al salir de la reunion. Yvonne debia de esperarlo desde hacia un cuarto de hora largo. Hurgo en el bolsillo de su traje, verifico que habia un sobre y corrio a su cita.

Sophie estaba de perfil ante el espejo colgado en la pared de la trastienda. Acaricio su vientre y sonrio.

Mathias miro una vez mas las ondulaciones del rio. Inspiro profundamente y abandono el banco. Avanzo con paso decidido hacia la torre Oxo y atraveso el vestibulo para entrevistarse con el ascensorista. El hombre escucho atentamente y acepto la generosa propina que Mathias le ofrecio a cambio de un servicio que, no obstante, encontraba extrano. Despues pidio a los pasajeros que tuvieran a bien apretujarse un poco hacia el fondo del

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