– Es una historia para no dormir; ?y yo que creia haberlo visto todo en este oficio! Ha birlado una ambulancia y se ha llevado a un paciente en coma…

Nathalia no tuvo tiempo de terminar la frase cuando Pilguez se puso en pie de un salto y se dirigio al pasillo con paso decidido.

– ?George! -grito ella-. ?Estas jubilado!

Pero el inspector no se volvio, sino que abrio la puerta de la sala de interrogatorios.

– Tengo una especie de presentimiento -mascullo, cerrando la puerta tras de si.

– Creo que ya falta poco -dijo Fernstein, haciendo girar el asa del robot.

El anestesista se inclino hacia la pantalla y aumento de inmediato el flujo de oxigeno.

– ?Algun problema? -pregunto el cirujano.

– La saturacion esta bajando, dejeme unos minutos antes de continuar.

La enfermera se acerco a la percha, ajusto el flujo de la perfusion y comprobo los tubos de admision de aire que entraban en las fosas nasales de Arthur.

– Todo esta en su sitio -dijo.

– Parece que se estabiliza -prosiguio Granelli, con la voz mas tranquila.

– ?Puedo continuar? -pregunto Fernstein.

– Si, aunque no las tengo todas conmigo: ni siquiera se si este hombre tiene antecedentes cardiacos.

– Voy a practicar un segundo drenaje, el hematoma esta un poco encasquetado.

La tension de Arthur habia caido; las constantes que aparecian en la pantalla no eran alarmantes, aunque bastaban para mantener al anestesista en estado de alerta. La composicion de los gases sanguineos no era de lo mas satisfactorio.

– Cuanto antes lo despertemos, mejor; no reacciona bien al Diprivan -senalo Granelli.

La linea del electrocardiograma marco una nueva inflexion. La onda Q era anormal. Norma contuvo el aliento mientras observaba el monitor, pero el trazo verde recupero su ondulacion regular.

– No ha ido demasiado lejos -dijo la enfermera, dejando el desfibrilador.

– Me hubiera gustado tener una ecografia comparativa -dijo Fernstein a su vez-, lastima que nos falte un medico esta noche. Pero ?que diablos estara haciendo? ?Supongo que no iran a retenerla toda la noche!

Fernstein juro que se encargaria personalmente de aquel cretino de Brisson.

Lauren fue a sentarse en el banco del fondo de su jaula con barrotes. Pilguez abrio la puerta, sonrio al reparar que el cerrojo no estaba echado y se dirigio hacia el aparador. Cogio la cafetera y se sirvio una taza.

– Yo no dire nada de la celda si usted no dice nada de la leche. Tengo el colesterol alto y se pondria furiosa.

– ?Y con toda la razon! ?Que nivel?

– ?Acaso no ve donde esta? No he venido a hacerme un chequeo.

– ?Se toma la medicacion, al menos?

– Me quita el apetito, y a mi me gusta comer.

– Pida que le cambien el tratamiento.

Pilguez repaso el informe policial; el parte de Nathalia estaba en blanco.

– Debe de caerle usted simpatica. ?Que quiere? Ella es asi. ?Tiene sus favoritos!

– ?De quien esta hablando?

– De mi mujer, la que se ha olvidado de anotar sus declaraciones y la que se ha olvidado tambien de cerrar la puerta de su celda; es increible lo distraida que se ha vuelto con la edad. ?Y quien es el paciente que se ha llevado?

– Un tal Arthur Ashby, si la memoria no me falla.

Pilguez levanto los brazos al cielo con gesto consternado.

– ?Esta si que es buena!

– ?Podria ser mas claro? -dijo Lauren.

– Estuvo a punto de echar a perder mis ultimos meses de servicio; no me diga que usted ha decidido tomarle el relevo y arruinarme la jubilacion.

– No tengo la menor idea de lo que me esta hablando.

– ?Es exactamente lo que me temia! – suspiro el inspector-. ?Donde esta?

– En el Memorial Hospital, en el quirofano de neurocirugia, donde deberia encontrarme yo en este momento en lugar de perder el tiempo en esta comisaria. Le he propuesto a su mujer que me deje regresar y le he prometido que volveria aqui en cuanto termine la intervencion, pero no ha querido.

El inspector se levanto para volver a llenarse la taza. Dio la espalda a Lauren y vertio una cucharadita de azucar en polvo en el brebaje.

– ?Solo faltaria! – dijo, con una voz que ocultaba el sonido de la cuchara-. Le faltan tres meses para el retiro y ya tenemos los billetes para Paris; se que es casi un deporte para ustedes dos, pero no nos van a arruinar el viaje.

– No recuerdo que nos hayamos conocido antes y no comprendo ninguno de sus comentarios; ?podria aclararmelos?

Pilguez puso un vaso de cafe en la mesa y lo empujo hacia Lauren.

– Cuidado, esta ardiendo. Bebase esto y la llevo.

– Ya he causado bastantes problemas por esta noche, ?esta seguro de que…?

– Llevo cuatro anos retirado, ?que quiere que me hagan ahora? ?Ya me han quitado mi puesto de trabajo!

– Entonces, ?de veras puedo volver?

– ?Ademas de cabezona, sorda!

– ?Por que hace esto?

– Usted es medica, su trabajo consiste en curar a las personas. Yo soy policia, lo que me concede el privilegio de hacer las preguntas. Vamonos, tengo que devolverla aqui antes del cambio de turno, dentro de cuatro horas.

Lauren siguio al policia por el pasillo. Nathalia levanto la cabeza y miro a su companero.

– ?Que estas haciendo?

– Te has dejado la puerta de la jaula abierta y el pajaro ha echado a volar, querida.

– ?Te hace gracia?

– ?Tu eres la que se queja de que nunca me rio! Vendre a buscarte cuando acabe tu turno y aprovechare para devolverte a la chica.

Pilguez le abrio la puerta a Lauren, rodeo el vehiculo y se instalo detras del volante del Mercurio Grana Marques. Un aroma de cuero almizclado flotaba en el interior.

– Huele un poco a nuevo, pero es que el viejo Toronado estiro la pata este invierno. Tendria que haber oido el ruido de los trescientos noventa y cinco caballos que galopaban bajo su capo. Hicimos hermosas persecuciones los dos juntos.

– ?Le gustan los coches antiguos?

– No, solo era para entablar conversacion.

Una lluvia fina empezo a caer sobre la ciudad, y una miriada de pequenas gotitas se deposito en el parabrisas como un velo brillante.

– Se que no tengo derecho a hacerle preguntas, pero ?por que me ha sacado de mi celda?

– Usted misma lo ha dicho: sera mas util en el hospital, que bebiendo cafe malo en comisaria.

– Veo que tiene un agudo sentido de la utilidad publica.

– ?Prefiere que la devuelva a la centralita?

Las aceras desiertas resplandecian en la noche.

– Y usted -continuo el-, ?por que ha hecho todo eso esta noche? ?Tiene un agudo sentido del deber?

Lauren se callo y volvio la cabeza hacia la ventanilla.

– No tengo ni la menor idea.

El viejo inspector saco el paquete de cigarrillos.

– No se preocupe, llevo dos anos sin fumar. Me conformo con masticarlos.

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