– Esta bien que prolongue su esperanza de vida.
– No se si voy a llegar a viejo, pero en cualquier caso, entre la jubilacion, la dieta contra el colesterol y el dejar de fumar, el tiempo se me hace mas largo.
Tiro el cigarrillo por la ventanilla. Lauren activo los limpiaparabrisas.
– ?Alguna vez se ha sentido a gusto en compania de alguien a quien no conocia?
– Un dia, cuando era joven, llego una mujer a la comisaria de Manhattan donde yo era inspector. Mi despacho estaba cerca de la entrada y vino a presentarse. Acababan de destinarla a distribucion. Durante todos los anos que estuve recorriendo las calles de Midtown, ella era la voz que crepitaba en la radio del coche. Yo me las apanaba para que mis horas de servicio coincidieran con las suyas. Estaba chiflado por ella. Como solo la veia muy raramente, detenia a cualquiera por cualquier cosa, simplemente para volver a comisaria y presentarlo ante ella. Se dio cuenta de mi artimana enseguida y me propuso ir a tomar algo antes de que enchironara al quiosquero de la esquina por vender cerillas humedas. Fuimos a un pequeno cafe detras de la comisaria, nos sentamos a una mesa y ya esta.
– ?Ya esta, que? -quiso saber Lauren, divertida.
– ?No dira nada si me enciendo uno?
– ?Dos caladas y lo tira!
– ?Trato hecho!
El policia se llevo un nuevo cigarrillo a la boca, lo dejo apoyado sobre el encendedor del coche y continuo su relato.
– Habia varios colegas en la barra del bar e hicieron como que no nos veian, aunque ella y yo sabiamos que al dia siguiente seriamos la comidilla. Me llevo tiempo admitirme a mi mismo que me faltaba algo cuando ella no estaba en comisaria. ?He respondido ahora a su pregunta?
– Y una vez lo comprendio, ?que hizo?
– Segui perdiendo mucho tiempo -contesto el antiguo inspector.
Se hizo un silencio. Pilguez tenia la mirada fija en la calle.
– Ese hombre al que me he llevado… apenas lo he visto. Lo he examinado brevemente y se ha marchado con esa cara tan extrana y ese aspecto un poco perdido. Y luego me ha telefoneado su amigo. No tenia muy buenas noticias.
El inspector giro lentamente la cabeza.
– No puedo explicarle por que -dijo ella-, pero al colgar, estaba contenta de saber donde se encontraba.
Pilguez miro a su pasajera con una sonrisa en los labios, se inclino para abrir la guantera y saco un faro rojo que acoplo al techo del coche.
– Hagamosle una jugarreta a su impaciencia.
Encendio el cigarrillo. El vehiculo avanzaba en la noche y ningun semaforo interrumpiria su carrera.
Norma enjugo la frente del profesor. Unos minutos mas y la sonda alcanzaria su destino; la pequena anomalia vascular ya estaba a la vista. El electrocardiografo emitio un breve sonido. Todo el equipo contuvo el aliento. Granelli se inclino sobre el aparato y observo el trazo. Golpeo con la palma de la mano la parte superior del monitor y la onda recupero su curvatura normal.
– Esta maquina esta tan cansada como usted, profesor -dijo, volviendo a su sitio.
Pero aquel comentario no aplaco la inquietud que reinaba en la sala. Norma comprobo el nivel de carga del desfibrilador. Cambio la bolsa que recogia la sangre extraida del hematoma, desinfecto de nuevo el contorno de la incision y volvio a su puesto, al lado de la mesa.
– El acceso es mucho mas complicado de lo que imaginaba -preciso Fernstein-, esta circunvolucion no se parece a nada que conozca.
– ?Cree que puede ser un aneurisma? -pregunto el anestesista, mientras miraba la pantalla del neuronavegador.
– Seguro que no, mas bien diria que es una pequena glandula, voy a rodearla para estudiar sus puntos de afianzamiento, no estoy del todo seguro de que haga falta extirparla.
Cuando la sonda alcanzo la zona delimitada por Fernstein, el electroencefalografo que media la actividad electrica del cerebro de Arthur llamo la atencion de Norma. Uno de los trazos se puso a oscilar levemente y marco un brusco pico de una envergadura inaudita. La enfermera imito el gesto del anestesista y golpeo el monitor. El trazo ondulado se hundio de forma vertiginosa antes de remontar a una altura razonable.
– ?Algun problema? -quiso saber el profesor.
La impresora del aparato deberia haber impreso la primera anomalia y, sin embargo, no habia reaccionado. El extrano trazo huia hacia la derecha de la pantalla. Norma se encogio de hombros y penso que, en aquella sala, todo estaba tan agotado como ella.
– Creo que voy a practicar la incision; no estoy seguro de querer quitar esta cosa -dijo el profesor-, pero al menos podremos practicar una biopsia.
– ?No quiere hacer una pausa? -sugirio el anestesista.
– Prefiero acabar lo antes posible; no deberiamos haber emprendido una intervencion semejante con un equipo tan reducido.
Granelli, a quien gustaba trabajar con grupos pequenos, no compartia la opinion de su colega. Los mejores cirujanos de la ciudad estaban reunidos en aquella sala. Pero decidio guardarse ese punto de vista para el. Penso que aquel fin de semana iria a navegar en su velero por la bahia de San Francisco. Acababa de comprarse una gran vela nueva.
El Mercury Grand Marquis se detuvo en el aparcamiento del hospital. Pilguez se inclino para abrir la puerta de Lauren, que descendio del vehiculo y se quedo mirandolo unos instantes.
– Larguese de aqui -le ordeno el inspector-, tiene cosas mejores que hacer que mirar el coche. Yo me ire a tomar un cafe ahi enfrente, cuento con usted para que se reuna alli conmigo antes de que mi carroza se transforme en calabaza.
– Le estaba mirando a usted. ?Buscaba las palabras para agradecerselo!
Lauren huyo hacia el vestibulo de Urgencias, lo atraveso corriendo y se metio en el ascensor. Cuanto mas se elevaba la cabina, mas rapido le latia el corazon en el pecho. Se preparo a toda prisa, se puso una bata que se ato ella misma y cogio unos guantes.
Sin aliento, apreto con el codo el boton que controlaba el acceso al quirofano y la puerta de la sala se abrio en el acto.
Nadie parecio prestarle atencion. Lauren espero unos instantes y carraspeo debajo de su mascarilla.
– ?Molesto?
– No, pero es inutil; de hecho, es peor -contesto Fernstein-. ?Se puede sabe que la ha retenido todo este tiempo?
– ?Los barrotes de la celda de una comisaria de policia!
– ?Y al final la han soltado?
– ?No, es mi fantasma el que esta aqui! -dijo ella en tono seco.
Esta vez, Fernstein, levanto la cabeza.
– Ahorreme sus insolencias -replico el profesor.
Lauren se acerco a la mesa de operaciones, recorrio con la mirada los distintos monitores y le pregunto a Granelli por el estado general del paciente. El anestesista la tranquilizo enseguida. Hacia un momento se habia asustado ante una pequena alarma, pero las cosas habian vuelto a la normalidad.
– Ya no nos queda mucho tiempo -dijo Fernstein-, renuncio a la biopsia, el riesgo es demasiado importante.
Este hombre seguira viviendo con una ligera anomalia, y la ciencia con este desconocimiento.
Sono un pitido estridente. Norma se precipito hacia el desfibrilador. El anestesista consulto la pantalla; el ritmo cardiaco era critico. Lauren cogio las asas de manos de Norma y las froto una con otra antes de colocarlas sobre el torax de Arthur.
– ?Trescientos! -grito, transfiriendo la corriente.
Bajo el impulso de la descarga, el cuerpo de Arthur se curvo antes de volver a caer pesadamente sobre la mesa. La linea de la pantalla permanecia inalterable.