– No, soy yo quien lo siente -replico Lauren con voz tranquila-. Ultimamente me exalto con mucha facilidad. ?Le preparo el cafe?

– ?Ya no tiene agua!

Lauren abrio el frigorifico.

– Ni siquiera tengo un zumo de fruta que ofrecerle.

– En ese caso, la invito a desayunar.

Ella le pidio que esperase un segundo, pues queria bajar a buscar el correo. En cuanto la oyo alejarse por el pasillo, Arthur sintio la irresistible tentacion de reconciliarse con el sitio en el que habia vivido. El recuerdo de una manana de verano resurgio como salido de las paginas de un libro que se hubiera caido de una biblioteca. Habria querido que el tiempo regresara al dia en que contemplara su sueno.

Acaricio el cubrecama con la yema de los dedos y el tejido de lana se esponjo lentamente bajo su mano. Entro en el cuarto de bano y miro los frascos colocados junto al lavabo.

Una crema, un perfume y unos pocos articulos de maquillaje. Una idea le paso por la mente, echo un vistazo afuera y se decidio a satisfacer un antiguo sueno. Entro en el vestidor contiguo y cerro la puerta.

Escondido entre las perchas, observo las prendas de vestir en el suelo y las que aun estaban colgadas e intento imaginarse a Lauren con algunas de aquellas piezas. Hubiera deseado quedarse alli, esperar a que ella lo encontrase. Tal vez asi recuperase la memoria, tal vez dudase, solo un instante, y recordase las palabras que se decian. Entonces, la tomaria entre sus brazos y la besaria como antes, o mejor con un beso diferente. Ya nada ni nadie se la podria arrebatar. Aquello era de idiotas: si se quedaba ahi, a ella empezaria a entrarle el miedo. ?Quien no lo tendria si alguien se escondiera en su vestidor?

Tenia que salir de alli antes de que volviera; solo un poco mas; ?quien podia reprocharselo? Que suba la escalera despacio, solo unos segundos robados. La felicidad de estar en su intimidad.

– ?Arthur?

– Ya voy.

Se disculpo por entrar en el cuarto de bano sin permiso, pero queria lavarse las manos.

– ?Si no hay agua!

– ?Me he acordado al abrir el grifo! -dijo, confuso-. ?Ha llegado su libro?

– Si, guardo el tocho en la biblioteca y nos vamos, ?vale? Me muero de hambre.

Al pasar por delante de la cocina, Arthur miro la escudilla de Kali.

– Es de mi perra, que esta en casa de mi madre.

Lauren cogio las llaves de encima de la encimera y salieron del apartamento.

El sol inundaba la calle. Arthur sintio el impulso de coger a Lauren del brazo.

– ?Adonde quiere ir? -pregunto el, cruzando las manos a la espalda.

Ella estaba hambrienta y, por pura feminidad, le costo confesar que le apetecia una hamburguesa. Arthur la tranquilizo: estaba muy bien que una mujer tuviera apetito.

– ?Ademas, en Nueva York ya es la hora de comer, y en Sydney, la de cenar! -anadio ella, radiante.

– Es un modo de ver las cosas -dijo Arthur, caminando a su lado.

– Cuando se es interno, uno acaba comiendo cualquier cosa a cualquier hora.

Lo condujo hasta Ghirardelli Square, anduvieron a lo largo de los muelles y se metieron por un malecon; elevada sobre los pilotes, la sala del restaurante Simbad estaba abierta dia y noche. La camarera de recepcion los instalo en una mesa, le entrego un menu a Lauren y desaparecio. Arthur no tenia hambre, asi que renuncio a leer la carta que Lauren le tendia.

Un camarero se presento unos instantes mas tarde, anoto el encargo de Lauren y regreso a la cocina.

– ?De verdad que no quiere comer nada?

– Me he alimentado toda la semana a base de gota a gota, y creo que mi estomago ha menguado. Pero me encantara mirar como come usted.

– ?Pero tendra que volver a alimentarse!

El camarero puso una bandeja enorme con tortitas encima de la mesa.

– ?Por que ha venido a mi casa esta manana?

– Para arreglar un escape de agua.

– ?En serio!

– Para darle las gracias por salvarme la vida, creo.

Lauren dejo el tenedor.

– Porque me apetecia -confeso Arthur.

Ella lo miro, atenta, y rego su plato con sirope de arce.

– Solo hacia mi trabajo -dijo en voz baja.

– Me cuesta creer que anestesiar a uno de sus colegas y robar una ambulancia sea su pan de cada dia.

– Lo de la ambulancia fue idea de su mejor amigo.

– Ya me extranaba a mi.

El camarero volvio a la mesa y le pregunto a Lauren si necesitaba algo.

– No, ?por que? -dijo Lauren.

– Me ha parecido que me llamaba -contesto el chico con un tono soberbio.

Lauren lo miro alejarse, se encogio de hombros y volvio a la conversacion.

– Su amigo me explico que se conocieron en el internado.

– Mi madre murio cuando yo tenia diez anos, estabamos muy unidos.

– Es muy valiente. La mayoria de gente nunca pronuncia esa palabra, sino que dicen «se fue» o incluso «nos dejo».

– Irse o dejar son dos acciones voluntarias.

– ?Crecio usted solo?

– La soledad puede ser una forma de compania. ?Y usted? ?Todavia tiene a sus padres?

– A mi madre solamente, y desde mi accidente nuestra relacion se ha vuelto tensa, esta demasiado presente.

– ?Su accidente?

– Una vuelta de campana con el coche, sali proyectada y me dieron por muerta, pero el empecinamiento de uno de mis profesores me devolvio a la vida despues de varios meses en coma.

– ?No conserva ningun recuerdo de aquel periodo?

– Recuerdo los ultimos minutos antes del impacto, pero hay un agujero de once meses en mi vida.

– ?Nadie ha logrado acordarse nunca de lo que ocurre durante esos momentos? -pregunto Arthur, con la voz llena de esperanza.

Lauren sonrio y miro el carrito con los postres situado no muy lejos de ella.

– ?Mientras se esta en coma? ?Es imposible! -contesto-. Es el mundo del inconsciente, no ocurre nada.

– Sin embargo, la vida continua alrededor, ?no?

– ?Realmente le interesa? No tiene ninguna obligacion de mostrarse cortes, ?sabe?

Arthur le aseguro que su curiosidad era sincera. Lauren le explico que habia bastantes teorias al respecto, y muy pocas certidumbres. ?Tenian los pacientes alguna percepcion de lo que les rodeaba? Desde el punto de vista medico, ella no lo creia.

– ?Ha dicho desde un punto de vista medico? ?Por que semejante distincion?

– Porque yo lo he vivido desde el interior.

– ?Y ha sacado otras conclusiones?

Lauren vacilo, y le senalo el carrito de postres al camarero, que se apresuro hacia su mesa. Eligio una mousse de chocolate para ella y, como Arthur no pidio nada, un relampago de chocolate para el.

– Dos postres deliciosos para la senorita -dijo el chico, al tiempo que servia los platos.

– En ocasiones tengo suenos extranos que parecen fragmentos de recuerdos, como sensaciones que me vienen una y otra vez, pero tambien se que el cerebro es capaz de transformar en recuerdos algo que le han contado.

– ?Y que le han dicho?

– Nada en especial: la presencia de mi madre todos los dias, la de Betty, una enfermera que trabaja conmigo, y otras cosas sin importancia.

– ?Por ejemplo?

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