Cuando Jack salio del ascensor, oyo un telefono sonando con insistencia. A medida que avanzaba por el pasillo, comenzo a convencerse de que tenia que ser el suyo, pues su despacho era el unico con la puerta abierta.
Corrio, resbalo sobre el suelo de vinilo y estuvo a punto de pasar de largo. Levanto el auricular justo a tiempo.
– ?Donde demonios estabas? -pregunto Lou.
– Me retuvieron en el Hospital Universitario -respondio.
Despues de su ultima conversacion telefonica con Lou, el doctor Malovar le habia pedido que lo acompanara a ver unas muestras forenses y, puesto que acababa de pedirle un favor, no habia podido negarse.
– Te he estado llamando cada quince minutos -senalo Lou.
– Lo siento.
– Tengo una informacion sorprendente y me muero por comunicartela. Este caso es muy extrano.
– Con eso no me dices nada que no sepa. ?Que has averiguado?
Jack percibio un movimiento por el rabillo del ojo. Se giro y vio a Laurie en el umbral. Parecia alterada. Sus ojos echaban chispas, sus labios dibujaban una mueca de furia y su cara estaba blanca como un papel.
– ?Un momento! -dijo Jack, interrumpiendo a Lou-.
Laurie! ?Que te pasa?
– Tengo que hablar contigo -gruno ella.
– Claro-dijo Jack. Pero ?no puedes esperar un minuto?-Senalo el telefono, indicandole que estaba hablando con alguien.
– ?Ahora mismo! -grito Laurie.
– De acuerdo, de acuerdo. -Era obvio que Laurie estaba mas tensa que una cuerda de piano a punto de partirse-.
Oye, Lou -dijo Jack al telefono-. Laurie acaba de llegar y esta muy nerviosa. Te llamare enseguida.
– ?Un momento! -grito Laurie-. ?Estas hablando con Lou Soldano?
– Si -respondio Jack tras un pequeno titubeo. Por un instante, tuvo la absurda impresion de que ella estaba furiosa porque el hablaba con Lou.
– ?Donde esta? -pregunto Laurie.
Jack se encogio de hombros.
– Supongo que en su despacho.
– Preguntaselo.
Jack lo hizo y Lou respondio afirmativamente. Jack asintio con la cabeza.
– Esta en su despacho -dijo.
– Dile que ahora mismo vamos a verle. -Jack vacilo. Estaba desconcertado-. ?Diselo! -grito Laurie.
– ?La has oido? -pregunto a Lou. Laurie habia desaparecido en el pasillo, en direccion a su despacho.
– Si -respondio Lou-. ?Que pasa?
– No tengo la menor idea. Acaba de entrar aqui echando humo por las orejas. A menos que te llame de inmediato, te veremos alli.
– De acuerdo. Os espero.
Jack colgo y corrio al pasillo. Laurie ya regresaba de su despacho, forcejeando para ponerse el abrigo. Miro brevemente a Jack y se dirigio a toda prisa al ascensor. Jack tuvo que correr para alcanzarla.
– ?Que ha pasado? -pregunto con miedo. Temia alterarla mas de lo que ya estaba.
– Estoy practicamente segura de como desaparecio el cadaver de Franconi -dijo Laurie con furia-. Y hay dos cosas muy claras: primero, la funeraria Spoletto esta implicada en el secuestro, y segundo, este se llevo a cabo con la colaboracion de uno de nuestros empleados. Y si quieres que te sea franca, no se cual de las dos cosas me da mas rabia.
– ?Joder, mira que trafico! -dijo Franco Ponti a Angelo Facciolo-. Me alegro de que tengamos que entrar en Manhattan en lugar de salir.
Franco y Angelo viajaban en el Cadillac negro del primero y cruzaban el puente de Queens en direccion oeste. Eran las cinco y media, el punto culminante de la hora punta. Los dos hombres iban vestidos como si fueran a una cena de gala.
– ?En que orden hacemos el trabajo? -pregunto Franco.
Angelo se encogio de hombros.
– Puede que primero la chica -dijo mientras contraia la cara en un esbozo de sonrisa.
– Estas impaciente, ?eh?
Angelo levanto las cejas hasta donde le permitieron sus musculos faciales.
– Hace cinco anos que sueno con encontrarme con esa zorra por motivos profesionales. Ya casi habia perdido la esperanza.
– Espero no tener que recordarte que cumplimos ordenes -dijo Franco-. Y que hay que seguirlas al pie de la letra.
– Cerino nunca era tan explicito -replico Angelo-. Nos decia que hicieramos un trabajo y no se preocupaba de como lo haciamos.
– Por eso Cerino esta en chirona y Vinnie dirige el cotarro.
– Te propongo una cosa. ?Por que no pasamos primero con el coche frente a la casa de Jack Stapleton? Yo ya he estado en el apartamento de Laurie Montgomery, asi que se donde nos metemos. Pero la otra direccion me sorprende. Uno no espera que un medico viva en el lado oeste de la calle 106.
– Buena idea -admitio Franco.
Cuando llegaron a Manhattan, Franco continuo hacia el oeste por la calle Cincuenta y nueve. Bordeo el extremo sur de Central Park y giro hacia el norte por Central Park West.
Angelo recordo el incidente en la American Fresh Fruit Company, el infortunado dia en que Laurie habia provocado una explosion. Angelo ya tenia cicatrices de acne y de viruela, pero habian sido las quemaduras de aquella explosion las que lo habian convertido en un 'monstruo'.
Franco le hizo una pregunta, pero Angelo, absorto en sus furiosos pensamientos, no lo oyo y tuvo que pedirle que la repitiera.
– Apuesto a que te mueres de ganas de vengarte de la tal Laurie Montgomery -dijo Franco-. A mi me pasaria lo mismo si estuviera en tus zapatos.
Angelo dejo escapar una risita sarcastica. Inconscientemente, palpo el reconfortante bulto de la automatica Walther TPH que llevaba en la pistolera del hombro izquierdo.
Franco giro a la izquierda y salio a la calle Ciento seis. Pasaron junto a un parque lleno de gente, sobre todo alrededor del campo de baloncesto.
– Tiene que estar a la izquierda-dijo Franco.
Angelo consulto el papel con las senas de Jack.
– Es aqui mismo -dijo-. Ese edificio del techo raro.
Franco disminuyo la velocidad y aparco en doble fila en la acera contraria a la de Jack. El conductor de atras hizo sonar el claxon. Franco le hizo senas de que lo adelantara y, cuando el coche lo hizo, se oyo una maldicion.
– ?Has oido a ese tipo? -pregunto Franco cabeceando-.
En esta ciudad la gente no tiene educacion.
– ?Como es que un medico vive aqui? -pregunto Angelo, que observaba el edificio de Jack a traves del parabrisas.
Franco cabeceo otra vez.
– No tiene ni pies ni cabeza. Parece una cloaca.
– Amendola dijo que vivia en un sitio extrano -dijo Angelo-. Por lo visto, el tipo va cada dia en bicicleta hasta el deposito, que queda en la Primera Avenida y la Treinta y siete.
– ?No me jodas!
– Eso dijo Amendola-aseguro Angelo.
Franco echo un vistazo alrededor.
– El barrio entero es una cloaca-dijo-. Puede que ese tipo este metido en drogas. -Angelo abrio la portezuela y bajo-.