?Adonde vas?

– Quiero asegurarme de que vive aqui. Amendola dijo que es un apartamento interior de la cuarta planta. Vuelvo enseguida.

Angelo rodeo el coche y espero una pausa en el transito. Cruzo la calle y subio por la escalinata del edificio de Jack.

Con serenidad, abrio la puerta exterior y echo un vistazo a los buzones. Muchos estaban rotos y ninguna de las cerraduras funcionaba.

Rapidamente, Angelo reviso la correspondencia. En cuanto encontro un catalogo dirigido a Jack Stapleton, volvio a guardar todos los sobres en su sitio. Acto seguido, empujo la puerta interior, que se abrio con facilidad.

Al entrar en el vestibulo, Angelo percibio un desagradable olor a humedad. Miro la basura en la escalera, la pintura desconchada y las bombillas rotas de una arana de luces otrora elegante. Oyo gritos amortiguados de una pelea domestica, procedentes de la segunda planta. Angelo sonrio.

Seria facil ocuparse de Jack Stapleton, pues su edificio parecia un antro de drogatas.

Al regresar al portal, Angelo camino hacia un lado para determinar cual era el pasadizo subterraneo que pertenecia al edificio de Jack. Cada casa de la calle tenia un pasillo por debajo del nivel del suelo, al que se accedia por una escalinata de unos doce peldanos. Estos pasillos comunicaban con los patios traseros.

Tras descubrir cual era el que buscaba, Angelo lo recorrio.

Estaba lleno de charcos y desperdicios que amenazaban la integridad de sus zapatos Bruno Magli.

El patio trasero era un tumulto de vallas caidas, colchones viejos, neumaticos abandonados y otras basuras. Tras alejarse unos cuantos metros del edificio, Angelo se volvio para mirar la escalera de incendios. En la cuarta planta habia dos ventanas, pero no habia luz en ninguna de ellas. El doctor no estaba en casa.

Angelo regreso al coche y subio.

– ?Y?-pregunto Franco.

– Vive aqui. Aunque no lo creas, por dentro el edificio es aun peor. Oi a una pareja peleandose en la segunda planta y un televisor con el volumen a tope. No es un sitio bonito, pero para nosotros es perfecto. Sera facil.

– Es lo que queria oir. ?Sigues pensando que deberiamos empezar por la mujer?

Angelo sonrio lo mejor que pudo.

– ?Por que negarme ese gusto?

Franco puso el coche en marcha. Fueron por Columbus Avenue hasta Broadway y luego torcieron hacia la Segunda Avenida. Pronto llegaron a la calle Diecinueve. Angelo no necesito consultar la direccion; senalo el edificio de Laurie sin dudar un instante. Franco aparco en una zona prohibida.

– ?Crees que debemos entrar por la parte trasera? -pregunto mientras miraba el edificio.

– Si; por varias razones -dijo Angelo-. Vive en la quinta planta, pero las ventanas dan al interior. Para saber si esta en casa tendremos que ir alli de todos modos. Ademas, tiene una vecina cotilla que vive en el apartamento que da a la calle y, como veras, tiene las luces encendidas. Esa mujer abrio la puerta para fisgonear las dos veces que fui a casa de Laurie Montgomery. Por otra parte, el apartamento de la doctora tiene una puerta que da a las escaleras de incendio, que conducen al patio de luces. Lo se porque la otra vez la perseguimos por ahi.

– Me has convencido -concluyo Franco-. Adelante.

Ambos bajaron del coche. Angelo abrio la portezuela trasera del coche y cogio su bolsa de herramientas para abrir cerraduras y una barra de hierro igual a la que usan los bomberos para abrir puertas en caso de emergencia.

– He oido que consiguio escapar de ti y de Tony Ruggerio -comento Franco con una risita-. Al menos por un tiempo. Debe de ser una tia especial.

– No me lo recuerdes. Claro que trabajar con Tony era como cargar continuamente un saco de arena.

Al salir al patio de luces, que era una oscura conejera de jardines descuidados, Franco y Angelo se alejaron con sigilo del edificio lo suficiente para observar las ventanas de la quinta planta. No habia luz en ninguna ventana.

– Parece que llegamos a tiempo para darle la bienvenida -dijo Franco.

Angelo no respondio. Fue con la bolsa de herramientas hasta la escalera de incendios y se puso un par de guantes de piel mientras Franco preparaba la linterna.

Al principio, las manos de Angelo temblaban por la expectacion de encontrarse cara a cara con Laurie Montgomery despues de cinco anos de rumiar su odio. Al ver que la cerradura se resistia, se esforzo por recuperar la compostura y concentrarse. Finalmente, la cerradura cedio y la puerta se abrio.

En la quinta planta, Franco no se molesto en usar las herramientas para cerraduras, pues sabia que Laurie habia instalado varios cerrojos. Hizo palanca con la barra de hierro y la puerta se abrio con un chasquido. Segundos despues estaban dentro.

Durante unos minutos, los dos hombres permanecieron inmoviles en la oscuridad de la despensa de Laurie, escuchando. Querian asegurarse de que ningun vecino los habia oido entrar.

– ?Dios mio! -murmuro Franco-. Algo acaba de rozarme la pierna.

– ?Que? -pregunto Angelo, sorprendido.

– ?Vaya, es un maldito gato!

– Nos resultara util. Traelo contigo.

Lentamente, los hombres salieron de la despensa y atravesaron la cocina en direccion al salon. Alli, las luces de la ciudad entraban por las ventanas y permitian ver mejor.

– Todo en orden -dijo Angelo.

– Ahora, a esperar. Echare un vistazo en el frigorifico para ver si hay vino o cerveza. ?Te apetece algo?

– Una cerveza estaria bien -respondio Angelo.

En la jefatura de policia, Jack y Laurie tuvieron que pasar por el detector de metales y ponerse tarjetas de identificacion antes de que los dejaran subir a la planta de Lou. Este los esperaba en la puerta del ascensor.

Lo primero que hizo fue coger a Laurie por los hombros, mirarla a los ojos y preguntarle que habia pasado.

– Ya esta mejor -dijo Jack dando una palmada en la espalda a Lou-. Es la misma Laurie de siempre, serena y racional.

– ?De veras? -pregunto Lou sin dejar de mirar a Laurie.

Bajo el atento escrutinio del detective, Laurie no pudo evitar sonreir.

– Estoy bien -dijo-. Solo un poco avergonzada por mi pataleta.

Lou dejo escapar un suspiro de alivio.

– Bueno, me alegro de veros a los dos. Venid a mi despacho. -Los condujo hacia alli-. Puedo ofreceros cafe, pero os recomiendo que declineis la invitacion. A esta hora del dia esta tan fuerte que el personal de limpieza lo usa para desatascar las tuberias.

– No te preocupes -dijo Laurie mientras se sentaba.

Jack la imito. Miro el espartano despacho y sintio un escalofrio. Habia estado alli hacia cosa de un ano, despues de escapar por los pelos de un intento de asesinato.

– Me parece que he conseguido desvelar el misterio del robo del cadaver de Franconi -comenzo Laurie-. Tu te reiste cuando dije que sospechaba de la funeraria Spoletto, pero ahora tendras que disculparte. De hecho, creo que es hora de que te hagas cargo de la situacion.

A continuacion, ella le explico su teoria sobre el secuestro del cuerpo. Le dijo que sospechaba que un empleado del Instituto Forense habia facilitado al personal de la funeraria el numero de admision de un cuerpo sin identificar, asi como los datos necesarios para localizar los restos de Franconi.

– Por lo general, cuando acuden dos empleados de una funeraria a recoger un cuerpo, uno de ellos entra en el compartimiento frigorifico mientras el otro se ocupa del papeleo con el ayudante del deposito. En estos casos, el ayudante ya ha dejado preparado el cadaver en la camilla, junto a la puerta del compartimiento. Creo que cuando fueron a buscar a Franconi, el empleado de la funeraria cogio el cuerpo sin identificar, cuyo numero de admision le habian facilitado, le quito la etiqueta, lo metio en uno de los compartimientos vacios, le puso la etiqueta a Franconi y luego aparecio tranquilamente en la puerta de la oficina del deposito con los restos del cadaver. Entonces, lo unico que tuvo que hacer el asistente fue comprobar el numero de admision.

– Vaya numerito -dijo Lou-. ?Puedo preguntar si tienes alguna prueba o si es una mera conjetura?

– He encontrado el cuerpo con el numero de admision que dio la funeraria Spoletto -respondio ella-. Estaba

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