– Que los pillare por sorpresa. No creo que reciban muchas visitas.

– Estas como una regadera -dijo ella abriendo los brazos y poniendo los ojos en blanco.

– Eh, tranquilizate. No dije que fuera a viajar. Solo dije que empezaba a considerar esa posibilidad.

– Bueno, entonces deja de considerarla. Ya tengo suficientes preocupaciones.

Jack sonrio.

– Te preocupo de verdad -dijo-. Me conmueves.

– Si, ya veo -replico ella con sarcasmo-. Ni siquiera me haces caso cuando te pido que no uses la mountain bike en la ciudad.

El taxi se detuvo frente al edificio de Laurie. Cuando ella se disponia a sacar el dinero para pagar, Jack la cogio del brazo.

– Invito yo -dijo.

– De acuerdo, la proxima me toca a mi -dijo Laurie. Comenzo a bajar del taxi, pero se detuvo-. Si me prometes volver a casa en taxi, podemos picar algo en mi apartamento.

– Gracias, pero esta noche no. Tengo que llevar la bici a casa. Con el estomago lleno, me quedaria frito.

– Hay cosas peores -replico ella.

– Otra vez sera.

Laurie bajo del taxi, pero de inmediato se inclino por la abertura de la puerta.

– Al menos prometeme una cosa: no te iras a Africa esta noche.

El hizo ademan de darle un cachete, pero ella esquivo la mano con facilidad.

– Buenas noches, Jack -dijo ella con una sonrisa afectuosa.

– Buenas noches, Laurie. Te llamare mas tarde, despues de que hable con Warren.

– Ah, es verdad. Con tanto trajin, lo habia olvidado. Esperare tu llamada.

Laurie cerro la puerta del taxi y se quedo mirando hasta que este desaparecio en la esquina de la Primera Avenida. Se volvio hacia la puerta del edificio, pensando que Jack era un hombre encantador, pero complicado.

Mientras subia en el ascensor, Laurie empezo a sonar con la ducha y el calor de su albornoz de toalla. Se juro que se acostaria temprano.

Antes de abrir las multiples cerraduras, dedico una sonrisa maliciosa a Debra Engler y, para que la mujer acabara de captar el mensaje, dio un portazo a su espalda. Cambiando de mano la correspondencia, se quito el abrigo y tanteo una percha en la oscuridad del armario.

Solo cuando entro en el salon, pulso el interruptor de la pared que encendia una lampara de pie. Dio un par de pasos hacia la cocina, solto un gritito ahogado y dejo caer la correspondencia al suelo. En el salon habia dos hombres, uno de ellos sentado en su sillon art deco, y el otro en el sofa. El del sofa acariciaba a Tom, que estaba dormido en su regazo. Laurie noto que sobre el brazo del sillon habia una pistola con silenciador.

– Bienvenida a casa, doctora Montgomery -dijo Franco-.

Gracias por el vino y la cerveza. -Laurie miro la mesita auxiliar, sobre la cual habia una botella vacia de cerveza y una copa de vino-. Sientese, por favor -anadio Franco senalando una silla que habia puesto en el centro del salon.

Laurie no se movio. Era incapaz de hacerlo. Por un fugaz instante, penso en correr a la cocina para telefonear, pero en seguida desecho la idea por absurda. Tambien penso en escapar por la puerta del apartamento, pero, con tantos cerrojos, sabia que habria sido un gesto inutil.

– ?Por favor! -repitio Franco con una falsa amabilidad que no hizo mas que intensificar el terror de Laurie.

Angelo dejo el gato a un lado y se puso en pie. Dio un paso hacia Laurie y, de improviso, le golpeo la cara con el dorso de la mano. El impacto arrojo a Laurie contra la pared, donde le flaquearon las piernas y cayo de bruces al suelo.

Unas gotas de sangre cayeron del labio superior partido, manchando el suelo de parquet.

Angelo la cogio de un brazo y la obligo a levantarse. Luego la arrastro hacia la silla y la empujo para que se sentara.

Laurie estaba tan asustada que no ofrecio resistencia.

– Eso esta mejor -dijo Franco.

Angelo se inclino y puso su cara a escasos centimetros de la de Laurie.

– ?No me reconoce?

Laurie se obligo a mirar la horrible cara de cicatrices del hombre, que parecia escapado de una pelicula de terror. Trago saliva, aunque tenia la boca seca. Incapaz de hablar, nego con la cabeza.

– ?No? -pregunto Franco-. Vaya, doctora, me temo que acaba de herir los sentimientos de Angelo y, dadas las circunstancias, podria ser peligroso.

– Lo siento -balbuceo Laurie, pero en cuanto las palabras salieron de su boca, asocio el nombre con las quemaduras faciales del individuo que tenia delante. Era Angelo Facciolo, el lugarteniente de Cerino, que al parecer habia salido de la carcel.

– He estado esperando este momento durante cinco anos -gruno Angelo y volvio a golpear a Laurie, que estuvo a punto de caer de la silla. Agacho la cabeza y vio mas sangre.

Esta vez salia de la nariz y estaba empapando la alfombra.

– ?Basta ya, Angelo! -grito Franco-. ?Recuerda que solo tenemos que hablar con ella!

Angelo temblo junto a Laurie, como si estuviera haciendo un esfuerzo sobrehumano para contenerse. Subitamente, dio media vuelta y se sento en el sofa. Volvio a coger al gato y lo acaricio con rudeza. A Tom no parecio importarle, por que comenzo a ronronear.

Laurie consiguio erguirse en la silla. Se palpo la nariz y el labio con la mano. El labio ya comenzaba a hincharse. Se tapo la nariz para detener la hemorragia.

– Escuche, doctora Montgomery -dijo Franco-. Como ya imaginara, nos resulto muy sencillo entrar en su casa. Lo digo para que sepa que es muy vulnerable. ?Sabe?, tenemos un problema y creemos que usted puede ayudarnos. Estamos aqui para pedirle amablemente que olvide el caso Franconi. ?Me ha entendido?

Asustada, Laurie hizo un gesto de asentimiento.

– Estupendo -continuo el-. Como somos personas muy razonables, lo consideraremos como un favor y se lo retribuiremos con otro. Da la casualidad de que sabemos quien mato a Franconi y estamos dispuestos a decirselo. Vera, el senor Franconi era un hombre malo y por eso lo mataron. Fin del cuento. ?Todavia me sigue?

Ella volvio a asentir. Miro a Angelo, pero desvio la vista de inmediato.

– El nombre del asesino es Vido Delbario -prosiguio Franco-. El tampoco es trigo limpio, aunque hizo un favor al mundo librandolo de Franconi. Me he tomado la molestia de apuntarle el nombre. -Se inclino y dejo un papel sobre la mesita de centro-. Favor por favor. Quedamos en paz.

Franco hizo una pausa y miro a Laurie con aire expectante.

– Entiende lo que le digo, ?verdad, doctora? -pregunto despues de unos instantes.

Laurie asintio por tercera vez.

– Al fin y al cabo, no pedimos gran cosa -dijo Franco con franqueza, Franconi era un mal bicho. Mato a un monton de gente y merecia morir. Ahora, en lo que respecta a usted, espero que sea sensata, porque en una ciudad tan grande como esta no hay forma de protegerla, y a Angelo, aqui presente, le encantaria ocuparse personalmente de usted. Tiene suerte de que nuestro jefe no sea un tipo duro. Es un negociador, ?lo entiende?

Hizo otra pausa y Laurie se sintio obligada a responder.

Con dificultad, consiguio decir que entendia.

– ?Estupendo! -exclamo Franco. Se dio una palmada en las rodillas y se incorporo-. Cuando me contaron lo inteligente que era, doctora, supe que nos entenderiamos enseguida.

Franco metio la pistola en la funda y la oculto debajo de su abrigo Ferragamo.

– Vamos, Angelo -ordeno-. Estoy seguro de que la doctora querra ducharse y cenar. Parece muy cansada.

Angelo se levanto, dio un paso en direccion de Laurie y luego retorcio cruelmente el pescuezo del gato. Se oyo un chasquido siniestro y Tom quedo inerte sin emitir sonido alguno. Angelo arrojo el gato muerto sobre el regazo de Laurie y siguio a Franco hacia la puerta.

– ?Oh, no! -sollozo Laurie abrazando a su gato de seis anos. Sabia que le habia roto el cuello. Se levanto con

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