Bingham, no con la mafia.

– Disfrazaron la amenaza, presentandola como un intercambio de favores -prosiguio Laurie-. Su favor era decirme quien mato a Franconi. De hecho, me apuntaron el nombre.

– Cogio el papel de la mesa de centro y se lo paso a Jack.

– Vido Delbario leyo Jack. Luego volvio a mirar la cara herida de Laurie. Tenia la nariz y el labio hinchados y uno de sus ojos comenzaba a ponerse morado-. Este caso fue un rompecabezas desde el principio, pero ahora se nos escapa de las manos. Sera mejor que me lo cuentes todo.

Laurie conto con detalle todo lo que habia pasado desde que habia entrado por la puerta hasta que habia telefoneado a Jack. Incluso le explico por que no habia llamado a la policia.

El asintio.

– Lo entiendo -dijo-. Ya no podian hacer gran cosa.

– ?Que voy a hacer? -pregunto Laurie, aunque no esperaba una respuesta.

– Dejame examinar la puerta de incendios.

Laurie lo condujo a la cocina y la despensa.

– ?Guau! -exclamo el. Puesto que habia multiples cerrojos, al intentar abrir la puerta habian partido el marco-. No te quedaras aqui esta noche.

– Supongo que podria ir a casa de mis padres.

– Vendras a mi casa. Yo dormire en el sofa.

Laurie lo miro a los ojos y no pudo menos de preguntarse si la subita invitacion reflejaba algo mas que un simple interes por su seguridad.

– Coge tus cosas le ordeno Jack-. Y piensa que estaras fuera unos cuantos dias. Habra que cambiar la puerta.

– Detesto tocar este tema, pero tengo que hacer algo con el pobre Tom.

Jack se rasco la nuca.

– ?Tienes una pala?

– Solo una pequena de jardineria ?Por que ?Que estas pensando?

– Podemos enterrarlo en el jardin -propuso Jack.

– En el fondo eres un sentimental, ?no?

– Se lo que es perder a un ser querido -respondio el con voz ahogada. Por un doloroso instante, recordo el momento en que lo habian telefoneado para informarle que su esposa y su hija habian muerto en un accidente de avion.

Mientras Laurie empacaba algunas cosas, Jack se paseaba de un extremo al otro de la habitacion, tratando de aclarar su mente.

– Tendremos que hablar con Lou -dijo- y darle el nombre de Vido Delbario.

– Estaba pensando lo mismo -contesto Laurie desde el vestidor-. ?Crees que deberiamos llamarlo esta misma noche?

– Si, asi tendra tiempo para hacer planes. Lo llamaremos desde mi casa. ?Tienes su numero particular?

– Si.

– ?Sabes? Este incidente es inquietante no solo por la cuestion de la seguridad -dijo el-. Reafirma mis sospechas de que la mafia esta involucrada en los trasplantes ilegales. Puede que hayan montado una especie de mercado negro de organos.

Laurie salio del vestidor con un bolso.

– Pero ?como es posible que se realizara un trasplante si Franconi no tomaba inmunosupresores? Y no olvides los extranos resultados de los analisis de ADN.

Jack suspiro.

– Tienes razon -admitio-. No tiene sentido.

– Puede que Lou le encuentre alguno.

– Eso si estaria bien. Entretanto, este episodio hace que la idea del viaje a Africa se me antoje aun mas atractiva.

Laurie se detuvo en seco camino del cuarto de bano.

– ?De que hablas? -pregunto.

– No he tenido ninguna experiencia personal con el crimen organizado -repuso Jack-, pero si con las bandas callejeras, y aprendi la similitud de la peor manera posible. Cuando alguno de estos grupos se propone matarte, la policia no puede protegerte a menos que se comprometa a vigilarte las veinticuatro horas del dia. El problema es que no tienen suficiente personal. Asi que seria conveniente que los dos nos marcharamos de la ciudad durante un tiempo. Puede que mientras tanto Lou consiga resolver este embrollo.

– ?Quieres decir que yo iria contigo? -De repente, la idea de ir a Africa habia adquirido un cariz diferente. Nunca habia estado alli, y podria resultar interesante. Incluso divertido.

– Sera como unas vacaciones forzadas -dijo el. Claro que Guinea Ecuatorial no es un destino selecto, pero sera… bueno, diferente. Y puede que descubramos que hace GenSys alli y por que viajo Franconi.

– Mmm. La idea comienza a gustarme.

Cuando Laurie termino de preparar sus cosas, ambos llevaron la caja de poliestireno con los restos de Tom al jardin trasero. El descubrimiento casual de un pico oxidado les facilito la tarea; cavaron un foso al fondo del jardin, donde la tierra estaba mas blanda, y depositaron a Tom en el interior.

– ?Caray! -protesto Jack mientras sacaba el bolso de Laurie por la puerta principal del edificio-. ?Que has metido aqui?

– Me dijiste que empacara para varios dias -respondio Laurie a la defensiva.

– Pero no era necesario que trajeras tu coleccion de bolos.

– Son los cosmeticos. No los tengo en tamano de viaje.

Cogieron un taxi en la Primera Avenida y, de camino a casa de Jack, se detuvieron en una libreria de la Quinta Avenida. Mientras Jack esperaba en el taxi, Laurie corrio al interior a comprar una guia de Guinea Ecuatorial. Por desgracia no habia ninguna y tuvo que contentarse con una de Africa Central.

– El dependiente se rio de mi cuando le pedi una guia de Guinea Ecuatorial -dijo Laurie.

– Otra prueba de que no es un destino de primera.

Ella rio y le dio un pequeno apreton en el brazo.

– No te he dado las gracias por venir -dijo-. Ha sido todo un detalle por tu parte y ya me siento mucho mejor.

– Me alegro.

Una vez en el edificio de Jack, este se las vio y se las deseo para subir el bolso de Laurie por las escaleras llenas de trastos. Tras una serie de exagerados gemidos y grunidos, Laurie le pregunto si queria que lo hiciera ella. Jack le respondio que su castigo por cargar tanto el bolso consistia en oirlo protestar.

Cuando por fin llego junto a la puerta de su apartamento, busco la llave, la metio en la cerradura y giro.

– Mmm -dijo-. No recuerdo haber cerrado con dos vueltas.

Giro la llave otra vez y empujo la puerta. Como estaba oscuro, tomo la delantera para encender la luz. Laurie lo siguio y choco con el cuando se detuvo en seco.

– Adelante, encienda la luz -dijo una voz.

Jack obedecio. Las siluetas que habia vislumbrado segundos antes pertenecian a un par de hombres vestidos con abrigos largos y oscuros. Estaban sentados en el sofa, mirando hacia la puerta.

– ?Dios mio -exclamo Laurie-. ?Son ellos!

Franco y Angelo se habian puesto comodos, igual que en casa de Laurie. Tambien habian cogido un par de cervezas.

Las botellas a medio beber estaban sobre la mesita auxiliar, junto a la pistola con silenciador. Habian colocado una silla en el centro de la estancia, frente al sofa.

– Supongo que usted sera el doctor Jack Stapleton -dijo Franco.

Jack asintio mientras comenzaba a pensar desesperadamente en la forma de salir del apuro. Sabia que la puerta seguia entreabierta a su espalda. Se maldijo por no haber sospechado nada al encontrar dos vueltas de llave. Habia salido de su casa con tanta prisa que no recordaba como habia cerrado.

– No haga ninguna tonteria-advirtio Franco, como si leyera sus pensamientos-. No nos quedaremos mucho rato. Si hubieramos sabido que la doctora Montgomery iba a venir aqui, nos habriamos ahorrado el viaje hasta su

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