tranquila del agua estaba oculta por una nube de niebla que se extendia hasta donde alcanzaba la vista.
Tal como habian prometido las mujeres, habia una piragua motorizada de nueve metros de eslora, flotando placidamente al final del dique. En un tiempo habia estado pintada de rojo en el exterior y de blanco en el interior, pero ahora la mayor parte de la pintura estaba descolorida o desconchada.
Las tres cuartas partes de la embarcacion estaban cubiertas por un techo de paja sostenido sobre postes de madera, y debajo del techo habia bancos. El motor era un antiguo Evenrude fuera de borda. Amarrada a la popa, habia una pequena canoa con cuatro bancos estrechos que se extendian de borda a borda.
– ?No esta mal, eh? -dijo Melanie mientras tiraba del cable de amarre para acercar la piragua al dique.
– Es mas grande de lo que esperaba -observo Kevin Siempre que el motor funcione, no habra problemas. No quisiera tener que remar.
– En el peor de los casos, volveremos flotando con la corriente -dijo Melanie, impasible-. Al fin y al cabo, vamos rio arriba
Subieron los bartulos y la comida a bordo. Mientras Melanie permanecia en el muelle, Kevin se dirigio a la popa para examinar el motor, cuyos mandos tenian instrucciones en ingles. Puso la palanca en posicion Start y tiro de la cuerda.
Para su sorpresa, el motor se puso en marcha. Le hizo una sena a Melanie para que saltara a bordo, cambio la palanca a la posicion Forward y zarparon.
Mientras se alejaban del muelle, todos miraron hacia Cogo para comprobar si alguien los habia visto salir. La unica persona a la vista era el hombre que limpiaba el bar, que ni siquiera se molesto en volverse a mirarlos.
Como habian planeado, pusieron rumbo al oeste, como si se dirigieran a Acalayong. Kevin pulso el estrangulador y le alegro ver que la barca adquiria velocidad. Aunque era una embarcacion grande y pesada, tenia poco calado. Kevin miro el bote que llevaban a remolque; flotaba suavemente sobre el agua.
El ruido del motor les impedia mantener una conversacion, asi que se contentaron con disfrutar del paisaje. El sol aun no habia salido, pero comenzaba a clarear y, al este, los cumulos de nubes sobre Gabon ya estaban ribeteados de oro. A su derecha, la costa de Guinea Ecuatorial parecia una solida masa de vegetacion que caia a plomo en el rio. Otras piraguas salpicaban el estuario, moviendose como fantasmas sobre la bruma que todavia cubria la superficie del agua.
Cuando se alejaron lo suficiente de Cogo, Melanie dio una palmada en el hombro a Kevin e hizo un movimiento circular con la mano. Kevin asintio y comenzo a girar la embarcacion rumbo al sur.
Diez minutos despues, Kevin inicio un lento giro hacia el oeste. Estaban como minimo a un kilometro y medio de la costa, asi que al pasar frente a Cogo era practicamente imposible distinguir los edificios.
Finalmente salio el sol: una enorme bola de oro rojizo. Al principio, la bruma ecuatorial era tan densa que podian mirarlo directamente, sin necesidad de cubrirse los ojos. Pero el calor del sol comenzo a evaporar la niebla, que, a su vez intensifico rapidamente el resplandor. Melanie fue la primera en ponerse las gafas de sol, pero Candace y Kevin la imitaron de inmediato. Unos minutos despues, todos empezaron a despojarse de algunas de las prendas que se habian puesto para protegerse del fresco de la madrugada.
A la izquierda aparecio la fila de islas que bordeaban la costa ecuatoguineana. Kevin habia girado hacia el norte para completar el amplio circulo alrededor de Cogo. Ahora movio el timon para dirigir la proa hacia la isla Francesca, que comenzaba a vislumbrarse a lo lejos.
Cuando los rayos solares terminaron de evaporar la niebla, una agradable brisa agito el agua, y las olas enturbiaron la superficie, hasta entonces cristalina. Con el viento de frente, la piragua empezo a sacudirse, chocando contra las crestas y salpicando de tanto en tanto a los pasajeros.
La isla Francesca parecia diferente a las islas circundantes, diferencia que se hacia mas notable a medida que se aproximaban. Ademas de ser considerablemente mas grande, el macizo de piedra caliza le daba un aspecto mucho mas recio.
Jirones de niebla pendian como nubes de los picos.
Una hora y cuarto despues de la salida del muelle de Cogo, Kevin redujo la velocidad. A treinta metros de distancia se alzaba la densa costa del extremo sudoeste de la isla Francesca.
– Desde aqui tiene un aspecto amenazante -grito Melanie por encima del ruido del motor.
Kevin hizo un gesto de asentimiento. La isla no era un lugar atractivo; no tenia playa y la costa parecia cubierta de densos mangles.
– ?Tenemos que encontrar la desembocadura del rio Deviso! -grito Kevin.
Despues de acercarse a una distancia prudencial de los mangles, giro el timon a estribor y comenzo a bordear la costa occidental. A sotavento, las olas desaparecieron. Kevin se puso en pie con la esperanza de detectar posibles obstaculos bajo la superficie, pero no pudo. El agua era de un impenetrable color de barro.
– ?Que te parece esa zona de juncos? -grito Candace desde la proa, senalando un pantano que acababa de aparecer a la vista.
Kevin hizo un gesto de asentimiento, redujo aun mas la velocidad y dirigio la embarcacion hacia las canas de casi dos metros de altura.
– ?Ves algun obstaculo bajo el agua? Grito a Candace.
La j oven nego con la cabeza y respondio:
– El agua esta demasiado turbia.
Kevin volvio a girar la embarcacion, de modo que una vez mas avanzaron en linea con la costa. Los juncos eran densos, y ahora el pantano se extendia unos cien metros hacia el interior.
– Esta debe de ser la desembocadura del rio -dijo Kevin-.
Espero que haya un canal; de lo contrario, estamos perdidos.
No podremos pasar entre esos juncos con la piragua.
Diez minutos mas tarde, sin que hubieran encontrado una brecha entre los juncos, Kevin dio la vuelta con cuidado de no enredar el cable de remolque de la pequena piragua.
– No quiero seguir en esta direccion -dijo-. El pantano se esta estrechando y no hay senales de un canal. Ademas, tengo miedo de acercarme demasiado a la zona de estacionamiento y al puente.
– Esta bien -convino Melanie-. ?Por que no vamos al otro lado de la isla, donde esta la embocadura del rio Deviso?
– Esa era mi idea -repuso Kevin.
Melanie levanto una mano. -?Que haces?
– Choca esos cinco, tonto -dijo ella.
Kevin le dio una palmada en la mano y rio.
Regresaron por el mismo camino y rodearon la isla en direccion al este. Kevin redujo ligeramente la velocidad. El viaje le habia permitido observar la cara sur del espinazo montanoso de la isla. Desde aquel angulo, no se veia piedra caliza. La isla parecia cubierta de selva virgen.
– Solo veo pajaros -grito Melanie por encima del ruido del motor.
Kevin asintio. El tambien habia visto muchos ibises y al caudones.
El sol ya estaba bastante alto, y el techo de paja les resulto util. Los tres se apretaron en la popa para aprovechar la sombra. Candace se puso un bronceador que Kevin habia encontrado en su botiquin.
– ?Crees que los bonobos de la isla seran tan asustadizos como los demas? -grito Melanie.
Kevin se encogio de hombros.
– Ojala lo supiera-respondio a gritos-. Si es asi, sera dificil ver alguno y nuestro esfuerzo habra sido en vano.
– Pero estos tuvieron contacto con seres humanos mientras estaban en el Centro de Animales -grito Melanie-. Creo que si no nos aproximamos demasiado, tendremos ocasion de observarlos.
– ?Los bonobos son timidos en su habitat natural? -pregunto Candace a Melanie.
– Mucho. Igual o mas que los chimpances. Es casi imposible ver a un chimpance en su medio natural. Son extraordinariamente asustadizos, y su sentido del oido y del olfato esta mucho mas desarrollado que el nuestro, de modo que la gente no puede acercarse.
– ?Todavia queda alguna zona en estado salvaje en Africa? -pregunto Candace.
– ?Claro que si! -respondio Melanie-. Desde la costa de Guinea Ecuatorial, y subiendo hacia el noroeste, hay enormes extensiones de bosques tropicales sin explorar. Y estamos hablando de un territorio de mil quinientos kilometros cuadrados.
– ?Cuanto tiempo seguira asi? -quiso saber Candace.